La cocina francesa es patrimonio de los franceses, lógico, pero también de toda la humanidad. Así lo declaró la Unesco a fines del año último. Y ésa fue toda la excusa que necesitó un grupo de chefs franceses radicados en la Argentina para juntarse y celebrar a lo grande, el viernes 23 de septiembre, en el más afrancesado de los hoteles porteños: el Sofitel de la calle Arroyo. El mismo día, en París, se celebraba la Fiesta de la Gastronomía.
Un dream team de once cocineros y maestros de cocineros, franceses o argentinos pro Francia, preparó un menú magistral para 120 comensales, con buena asistencia de diplomáticos y empresarios francoargentinos, además de la invitada de honor Mirtha Legrand, sentada junto al embajador Jean Pierre Asvazadourian.
En la cocina, gran equipo con mejores individualidades, todos integrantes de la novel Lucullus, Asociación Gastronómica Francesa en Argentina: desde el patriarcal Jean-Paul Bondoux (La Bourgogne) hasta Olivier Falchi (el chef de la casa), Bruno Gillot y Olivier Hanocq (de la panadería L’Epi), Beatriz Chomnalez (Caesar Park), Antonio Soriano (del restaurante-revelación Algodón) y Sébastien Fouillade (Pétanque), entre otros. Verdaderamente, una combinación impagable; aunque en este caso tenía precio: 800 pesos por persona.
Citar los platos de Le Grand Diner, humildemente servidos en ocasiones por los propios celebrity-chefs, es casi una provocación. Pero, bueno, no hay manera de ser más gráfico: guacamole a la mini ratatouille; dado de salmón marinado al pastis; ballotine de ave al foie gras, mostaza a la antigua y brotes de ensalada; mariniere del mar infusionado a la pimienta del Fin del Mundo; medallón de ciervo, remolacha y calabaza; queso brie a las trufas, pan de nueces y mezclum de rúcula; dacquoise de almendras y pistachos; mousse de pistacho y frutos rojos con chocolate. Y café.
Sin embargo, lo que se podría imaginar como una ceremonial gala, repleta de solemnidad y protocolo a la altura de la sofisticadísima propuesta culinaria, resultó... casi todo lo contrario. Con ese talento de los franceses para ser elegantes y al mismo tiempo descontracturados, por ahí correteaba Jean-Paul Boundoux, con galera plateada; en los salones St. Exupéry & Mermoz, Beatriz Chomnalez se emocionaba ante el reconocimiento de sus pares o discípulos; Guillaume Bianchi giraba por las mesas ofreciendo más salsa Grand Veneur; Iván de Pineda se revelaba como comediante stand up digno y francohablante al comando de los sorteos finales (joyas, vinos, cafetera), mientras diplomáticos y amigos varios de Francia rondaban de grupo en grupo entre bromas y risas y también copas.
Publicado por Daniel Flores
2 de octubre de 2011 | 2.57 A.M.
2 de octubre de 2011 | 2.57 A.M.