

PARANA.- Sobre una canoa, el pescador artesanal huele el aroma de un cardumen que nadie ve. Está remando hacia la isla recién bautizada Curupí, frente a esta ciudad, y quién pondría en duda su sensibilidad si lleva medio siglo de vida en el río.
Julio Alberto Martínez conoce los secretos y los frutos del Paraná, desde los alevinos hasta las empanadas de armado con cebolla, que son su especialidad. Cada pescador es un mundo y a Beto le dio por coleccionar retazos de las historias de los isleros, que aquí llaman paranaseros, por el río, sean entrerrianos, santafecinos o correntinos.
Hoy, su museo itinerante sirve de excusa para juntar amigos en la agrupación Baquianos del Río, dispuesta a acompañar a los visitantes en canoa, a caminar, en una excursión a pedal por las barrancas o en un rueda de pescado frito y guitarras, en la isla.
Ellos saben las historias del viejo Puerto Sánchez, que trascendió las fronteras en el chamamé de Jorge Méndez; saben de ese monumento a la mujer de la costa que es Dominga Almada, que llegó a remo en una odisea desde Paysandú, y aseguran que para disfrutar del Paraná conviene venir con avidez de silencio y de música. "La isla tiene sonidos, la ciudad ruidos", sentenció Beto.
Desde el agua se ve atractivo el enorme cinturón verde del Parque Urquiza en las barrancas, la actividad junto al río del Club de Pescadores, el Rowing, el Estudiantes y una bandera que se confunde con el cielo.
Aguas arriba llama la atención la caleta rodeada de vegetación en el Club Náutico con dos centenares de embarcaciones, cerca del trazado del túnel subfluvial que vincula esta provincia con Santa Fe a lo largo de casi tres kilómetros bajo el lecho del río.
El color del invierno
Con la compañía de los pescadores uno podrá distinguir las hojas acorazonadas del sangre de drago, que se pintan rojas en invierno, y los barriletitos colgados del espinoso sombra de toro, árboles tan autóctonos como el ñandubay, pero sin rasgos que insinúen un parentesco lejano. Además de esta travesía de dos horas en lancha, se encuentran alternativas como caminatas por los albardones, safaris fotográficos y cabalgatas, para disfrutar del paisaje y no faltará un pescador como Luis Romero, Cosita, dispuesto a convidar con un chupín casero y narrar el arte de la pesca tradicional con tarros y espinel.
"Una venida de agua le ha llevado la canoa a más de uno", cuenta Cosita ya en la desembocadura del arroyo Las Conchas, bordeado de selva virgen en galería que conviene recorrer con tiempo, trepando senderitos en la barranca. Se refiere a las repentinas crecientes de este arroyo, con un desnivel de más de un metro. Aquí mismo suelen producirse oleajes inexplicables y, sin embargo, no sorprenden al pescador porque sabe que la barranca socavada cae bajo el pelo de agua y mueve el río de orilla a orilla.
Un cauce inquieto
Por ahí, en medio de la alta barranca, una rara media luna negra le da pie al geólogo Alfredo Serra para explicar el suelo como quien quitara capas de una cebolla. "Este es un ejemplo de paleocauce. Acá había antiguamente un arroyo afluente del Paraná, al cambiar el clima aportó sedimento y colmató el cauce. Por eso quedó esta medialuna de otro color que después fue erosionada con el resto de la barranca", explicó. Desde el Museo de Ciencias Naturales y Antropológico, Antonio Serrano se ocupa de guiar las excursiones por los sitios geológicos. "Este río de lecho móvil ha andado divagando hace dos millones y medio de años sobre lo que son hoy las provincias de Entre Ríos y Santa Fe hasta prácticamente las sierras de Córdoba, la laguna Mar Chiquita. No siempre estuvo acá, ha dejado su paleocauce en Santa Fe", narró.
Se dirá que el mar está lejos, pero en esta excursión uno comprueba otra cosa: ¿por qué el acuífero Guaraní que hermana a la Argentina con todos los países del Mercosur a unos 1000 metros de profundidad, bajo el basalto, afamado desde hace un lustro en esta comarca por el hallazgo de las aguas termales, se presenta salado en la mayor parte de Entre Ríos?
Falta estudiar, pero en principio los especialistas suponen que es un efecto de la cercanía que tiene ese mar subterráneo, posiblemente no confinado, con la formación Paraná.
Es decir, la dulce Entre Ríos tiene lluvias suficientes, ríos y arroyos que suman casi 15.000 kilómetros, un acuífero Ituzaingó de agua potable al alcance de la mano, pero en el fondo es salada por su cuna marina y parece lógico, entonces, que su capital sea Paraná, del guaraní: pariente del mar.
Excursión
- Para hacer esta excursión se puede consultar en la Fundación Eco Urbano: 0343-4226042, e-mail: baqueanosdelrio@yahoo.com.ar.
También se puden contratar los servicios de Beto Martínez por el 0345-156237536.
Más información: Casa de la Provincia de Entre Ríos, Suipacha 846 (4326-2703/2573).
En Internet: turismoenparana.com.ar
Daniel Tirso Fiorotto
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