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Río de Janeiro iluminada

La capital mundial del Carnaval se renueva... otra vez: hotelería boutique, playas por descubrir y hasta tours aéreos para volver a enamorarse de un destino clásico




RIO DE JANEIRO.- Nada más lindo que tirarse en la playa de Ipanema y, con el fondo de las olas azules y la espuma blanca, ver a la gente pasar y sentir como si todo el tiempo hubiese una música imaginaria de fondo, una bossa nova incorporada al paisaje. ¿Hace falta algo más? La respuesta evidente es no, pero, para los que siempre buscan almacenar una postal más en su viaje, vale la pena conocer algunas joyitas a pocos kilómetros del centro de esta ciudad.
En este caso se trata de dos playas preciosas, Prainha y Grumari, paraíso de los amantes del surf y también de quienes quieran pasar el día en un paraje tranquilo de mar y selva. Allí se puede llegar con el denominado Surf Bus, que pasa alrededor de las 7, 10, 13 y 16 por Flamengo, Botafogo, Copacabana, Ipanema y Leblon.
Si el programa es conocer estos nuevos lugares, la primera recomendación es evitar el fin de semana, cuando se junta mucha gente y los surfers se ponen malhumorados porque no hay olas para todos. Salvo sábado y domingo, Prainha está casi desierta y tiene la estampa de una playa hawaiana, con apenas unos quioscos donde se venden tablas y un restaurante para comer unos petiscos (aperitivos) y regarlos con caipirinha.
Si uno se queda flotando un rato en el mar, lo que se ve es lindo para todos lados: en un costado, el horizonte, y en el otro, la vegetación espesa de esta reserva ecológica, que queda pasando Barra de Tijuca, al sur de Leblon y San Conrado.
No muy lejos de allí está Grumari, también un paraíso surfer que está desolado durante la semana, con un puestito donde se come un peixe frito de película. La arena es blanca y la paz que reina allí hace olvidar por un rato a Leblon, Ipanema y Copacabana, donde todo es igual de bonito, pero un poco más ruidoso.

Hacia el Sur

El barrio de San Conrado, en la zona sur de Río, es tal vez el de mayor disparidad social de América latina, ya que los lujosos condominios y el exclusivo Fashion Mall, uno de los shoppings más caros de Río, contrastan con Rocinha, la favela más grande del continente. En San Conrado está la Praia do Pepino, una playa preciosa de olas fuertes donde los amantes del aladelta aterrizan después de saltar desde Pedra Bonita. Muy cerca está la pequeñísima y escondida Joatinga, un refugio pacífico de arena, rodeado de rocas y jungla. Para llegar hay que tomar cualquier bus que suba por la avenida Niemeyer o, desde Ipanema y Leblo, por el túnel que atraviesa el Morro Dos Irmaos.
Otra playa muy recomendable fuera de las más conocidas es la de Barra, con 18 kilómetros y aguas más frías, pero perfectas para la práctica de surf, kitesurf y windsurf. Al comienzo de esta franja de arena está la Barraca do Pepe, sitio de reunión de los cuerpos más cuidados de Río de Janeiro, donde lo mejor es quedarse a mirar con la remera puesta y comer un sándwich natural con un suco (jugo) helado.

Las de siempre

Todos saben que Ipanema y Copacabana son las estrellas indiscutidas de la ciudad carioca. Recorrerlas de punta a punta es un programa insuperable, porque la fauna playera que habita en ellas nunca deja de sorprender. Corredores, fisicoculturistas, jugadores de voley, habilidosos artistas del fútbol-voley, chicas hermosas con filho dental (cola less), ancianos y divorciadas elegantes paseando a sus caniches, turistas maravillados, vendedores incansables. No falta nadie.
Particularmente en Ipanema no hay que perderse el Posto 9, que en los años ochenta era punto de reunión de intelectuales, universitarios y políticos de izquierda, y que en los noventa se hizo conocido porque la gente usaba silbidos para alertar a los que fumaban marihuana que la policía estaba llegando. Hoy muchos se juntan allí para conversar sobre temas de actualidad y aplaudir cuando cae el sol.
Si uno sigue caminando llega hasta Arpoador, quizá la playa más pintoresca y democrática de Ipanema, ya que es frecuentada tanto por surfistas como por los habitantes de la favela vecina. Desde la piedra de Arpoador se logra una vista inmejorable de Ipanema y Leblon de un lado, y del otro, de Copacabana y Leme.
Finalmente, ¿qué decir de Copacabana? Quizá sea la madre de todas las playas, el punto que concentra todas las tribus, todos los públicos: pobres, ricos, viejos, jóvenes, prostitutas, barbies (así se llama en Río a los gays musculosos). La convivencia pacífica al borde del mar es envidiable.
Pero tal vez la imagen que mejor resume a Copacabana es la de un grupo de obreros en su hora de descanso que, recién llegados a la playa desde el edificio en el que están trabajando, se sacan las remeras y arman los arcos con sus ojotas. Después de veinte minutos de fútbol y risas, todos terminan en el mar, barrenando unas pocas olas antes de volver a la obra.
Por José Totah
Para LA NACION

Todos queremos tocar el cielo

Existen muchas maneras de disfrutar 15 minutos de felicidad en la vida de una persona, sobre todo si uno está en Río de Janeiro. Una de ellas es subirse a un helicóptero y descubrir la ciudad carioca desdeel aire, en un vuelo que dura sólo un cuarto de hora, pero que no se olvida nunca más.
Gracias a la gestión de Riotur, ente turístico del municipio de Río de Janeiro, LA NACION disfrutó de este paseo, sobrevolando las playas de Leblon, Ipanema, Copacabana, el Pan de Azúcar, el Sambódromo, el Maracaná y mirando a los ojos al mismísimo Cristo Redentor, para finalmente aterrizar en el helipuerto de Laguna de Freitas. Resulta increíble ver desde arriba cómo se despliega esta ciudad fascinante y energética, con sus playas de arena blanca que se deshace en la espesa y populosa aglomeración. También a nivel urbanístico se distingue desde el cielo el frágil límite que separa las favelas de los barrios costeros, donde habitan mayormente las clases media y alta.
Los vuelos en helicóptero tienen distintas duraciones y de eso depende el costo. Por siete minutos en el aire se pagan 65 dólares, hasta los 370 que cuesta una hora completa (15 minutos se disfrutan por 150 dólares).
También hay otras opciones para quienes quieren sentirse en las nubes por un rato, como tirarse en aladelta -siempre en compañía de un instructor- desde Pedra Bonita, en el Parque Nacional de Tijuca y a 520 metros, sobrevolando la magnífica vegetación para luego aterrizar en la arena de la popular Praia do Pepino, en San Conrado. Tres empresas se dedican a esta actividad: Just Fly, Superfly y Tandem Fly. El costo en este caso arranca en los 50 dólares por vuelo.

La noche de Lapa

El barrio de Lapa es, durante el día, una postal apacible en la que no puede faltar los 42 arcos en estilo romano y el pintoresco tranvía, bondi, o bondinho. Pero a la noche, sobre todo los fines de semana, el lugar saca a relucir su doble personalidad y hace honor al slogan que dice que Lapa es bohemia desde que el samba es samba. Decenas de bares, restaurantes y clubes estallan con música en vivo: forró, reggae, jongo, choro y todos los ritmos típicos brasileños para escuchar y bailar. Uno de los lugares más divertidos se llama Río Scenarium, sobre la Rua do Lavradio, que fue la primera calle residencial de Río de Janeiro y que hasta 1990 concentraba el comercio de antigüedades (hoy es el epicentro de la movida de Lapa). El boliche en cuestión tiene tres pisos y una colección impresionante de objetos bizarros adorna sus paredes: carrozas de Carnaval, trajes, colecciones de zapatos de las reinas de las escolas de samba, fotos de viejos actores de cine y una barra que parece una droguería del pasado. Los personajes son igual de extraños: desde turistas norteamericanos con gorrita buscando una aventura para contar, que se pasean con sus caipirinhas fluorescentes (¡los hielos son azules!), hasta jóvenes en plan de bailar hasta el amanecer. En vez de ser un Hard Rock, a este lugar se lo podría llamar el Hard Samba carioca.
Pero lo mejor no es quedarse en un solo lugar, sino picotear tragos en los botecos (bares) sobre la Rua Men de Sá y Rua do Riachuelo, como el Arco Iris, el Bar Brasil, la Chopería Brazooka o el Bar da Ladeira. Luego, a zambullirse en otros clubes de música, como el Clube dos Democráticos, quizás uno de los mejores lugares para bailar samba en Río de Janeiro. O el Estrela de Lapa, famoso predio de shows en el barrio que funciona en una casona de tres pisos del siglo XIX. O Negrogato, con sus famosasfeijoadas da gata, los domingos bien tarde.
Al final de la noche, si uno ya no anda para esos trotes, se puede ir a tomar un cafecito a Café Bom, Café Cachaca, donde los baristas hacen que la bebida negra parezca un néctar de los dioses. Así se siente uno después de divertirse en Lapa.

Carnaval 2009

La gran fiesta oficial de Carnaval en Río de Janeiro comienza el sábado 21 de febrero y se extiende hasta el martes 24. Pero, como se sabe, en la ciudad todo el año se respira samba y ya es posible asistir a ensayos de las escuelas de samba, la mejor manera de entrar en contacto con el espíritu genuino del Carnaval.
Todas las escuelas de samba tiene un lugar establecido para ensayos (cerrado o al aire libre), que generalmente son los fines de semana donde se puede aprende a bailar la presentación que será tocada en el Carnaval.
Lo mejor es asistir a los ensayos de las escolas do samba del grupo especial, que son las 12 mejores.
Los que quieran un lugar en el Sambódromo, pueden ver los precios (en dólares) y las ubicaciones en www.rio-carnival.net

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por Redacción OHLALÁ!

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