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Ritos de pueblo chico conservados entre las sierras y cascadas

Muy cerca de Córdoba, la apacible villa de Río Ceballos se desdobla para recibir a los turistas en verano y durante el resto del año.




CORDOBA.- Parece haber dos Río Ceballos. Uno, el del verano, los balnearios a tope, los hoteles repletos. El otro Río Ceballos es el que se vive durante el año. Una villa apacible que, a pesar de los escasos 30 kilómetros que la unen con la ciudad capital de la provincia, disfruta sus tardes de domingo con la idiosincrasia de pueblo chico.
La gente se conoce, distingue las caras de los que son sus coterráneos. Se saludan y se detienen a conversar sobre la calle San Martín, el prócer que más inspiración despertó como nombre favorito para las arterias principales de las localidades de todo el país.
Salen a la calle a encontrarse con amigos, a comprar el diario y leerlo en un café e instalan frente a la iglesia un puestito de venta de pastelitos, empanadas y sándwiches, con dos caballetes, una tabla y un mantel, de esos que se hacían en los colegios para recaudar fondos. La maestra, sin el delantal, se cruza con la directora de la escuela o su alumno sin corbata; un comensal del barrio La Quebrada (uno de los más bellos de Río Ceballos) se cruza con el vecino que nunca ve durante la semana porque trabaja en la ciudad de Córdoba, como muchos otros. Es domingo, es Río Ceballos y la gente se pasea, entre estudiantes de la primaria a punto de graduarse, turistas de la capital y gente de lejos, de Rosario o, tal vez, de Buenos Aires.

De aroma natural

Treinta kilómetros de Córdoba es una distancia para asustarse. Demasiado cerca del ruido, de la locura urbana, cemento y de la histeria. Pero, en realidad, Río Ceballos emite otro aroma y otros sonidos. El aroma que le impregna una reserva natural de 4200 hectáreas de superficie que rodea el área poblacional, destinada a proteger la vegetación de las Sierras Chicas. Sonidos que provienen del reel de la caña, el remo de una canoa deslizándose en el dique La Quebrada o la caída de agua por el boquete de piedra de la cascada Los Hornillos.
Qué rincón cordobés tiene un dique a más de 30 kilómetros de distancia, qué ciudad turística de la provincia niega la existencia de hermosas colonias de vacaciones sindicales, qué destino de viaje regional advierte la carencia de un balneario junto al arroyo que desciende de la sierra, sea la Grande, la Chica o la Comechingones. Un estilo que Córdoba desarrolló por décadas y del que la mayoría de los destinos turísticos tradicionales de la zona no puede desentenderse. Río Ceballos tampoco. Pero trasciende ese purismo estilístico con las cascadas de Los Cóndores y Los Hornillos, con el criadero de truchas, la Reserva Hídrica, la estancia El Silencio, la vieja capilla (declarada Monumento Histórico Nacional), el anfiteatro, la feria artesanal, los encuentros de la cultura y el espectáculo de globos aerostáticos que hace poquísimos días rayó su cielo. Muchos de sus habitantes son amantes del folklore, pero la vieja juventud no oculta su pasión por la música de cuarteto, ritmo convocante que le canta al trabajo, al gordo, a las parejas, a las mujeres y al vino, aunque, a veces, se lo tome muy en serio.
La creación de la Reserva Hídrica de Río Ceballos, en 1975, marcó un hito en esta pequeña ciudad, que otrora supo ser la que más atrajo la mirada de los cordobeses.
Se establecieron las hectáreas, se marcaron los objetivos e, inevitablemente, se estipuló un reglamento de preservación que lo hacía incompatible para que el rally internacional siguiese pasando por Río Ceballos, acontecimiento que hoy saltó al valle de Punilla.
"La gente venía a instalarse un tiempo antes, hacía su asadito y, después, venían los desastres en el monte", comenta un habitante del lugar.
La nostalgia continúa cuando los ceballenses recuerdan su trascendental Festirama, una fiesta animada por Carrizo y con la presencia de figuras como Sandro y Mercedes Sosa.
Una localidad que actualmente busca acercarse a su momento de gloria, cuando en Río Ceballos se contaban más turistas que en la misma Villa Carlos Paz.

Para subir y doblar

La traza urbana de Río Ceballos es particular. Hay callecitas que ascienden y curvan casi a 90 grados, una avenida que bordea el arroyo La Quebrada, calles cortas y extensas, pero ninguna de ellas coincide con el horizonte.
Siempre, por más suave que sea, se siente un pequeño desnivel al andar caminando. La piedra no falta de la mitad de las casas para abajo. Piedra dura, de las sierras cordobesas que marcaron un género en la construcción, pura potestad de la provincia mediterránea.
Se percibe en hoteles de fachada normanda elegante, pero de una agradable sencillez interior; se nota en las casas de fin de semana que los capitalinos poseen allí; se percibe en las moradas de los morros que sobresalen en una curva.
Hacia la montaña, la piedra forma la pirca que ayuda a nivelar el terreno donde se instala una vivienda, método extensivo a la mayoría de las viviendas enclavadas en lo alto.
Los dos Río Ceballos se alternan para recibir al turista. Uno le da vida nocturna, diversión, actividades náuticas.
El otro, el de todo el año, le ofrece un ambiente apacible, un dique para ir a descansar, un criadero de truchas...
Andrés Pérez Moreno

El Mudo y don Eusebio

CORDOBA.- Río Ceballos es un mundo también poblado por personajes insólitos y muy queridos por los nativos. El Mudo es uno de ellos, que se para en la avenida, saluda a la gente y le hace gestos a las chicas lindas, todo con gran educación.
Si en el anfiteatro hay montado un escenario para algún espectáculo, los rioceballenses saben que de un momento a otro puede subirse Pata de Perro, que posee una capacidad de animación del público mayor que la del propio locutor.
Eso ocurre si es que antes no se cruzó con el Loco de la Caja, que bajo el brazo tiene una cajita como si siempre estuviese haciendo algún mandado.
Personajes que, un poco en otro lado del mundo, son queridos por la gente, animan las calles inofensivamente y despiertan un cariño muy especial.
Tampoco falta algún gaucho tropero como don Eusebio, conductor de hacienda venido de otro pago, que luce su traje ancestral y su culero de cuero lleno de monedas (con el deseo de alguna vez lucir un patacón de Rosas, por el que debería pagar unos tres mil pesos según narra), que se mueve a caballo por una ciudad-pueblo que casi no posee fincas de ganado a su alrededor.

Algunas recomendaciones

Son muchos los sitios recomendables que existen en los alrededores de Río Ceballos y en la misma ciudad:
  • El criadero y coto de pesca de truchas: es posible realizar una visita guiada, organizada por la familia Pepi, responsable del emprendimiento. Se pueden recorrer los piletones, pescar piezas en una laguna de 1,5 kilogramo y saborear la trucha fresca, en el momento, o ahumada o en escabeche.
  • Anfiteatro Ricardo Rojas y feria artesanal: acceso por el 4600 de la avenida San Martín. El anfiteatro, al aire libre, es de estilo griego y posee capacidad para 800 personas.
  • El dique La Quebrada y la reserva: ideal para la práctica de actividades náuticas no motorizadas como canotaje, windsurfing y kayakismo, e incluso se hace buceo, que incluye la exploración de antiguas viviendas anegadas por la construcción del dique que alimenta de agua a Río Ceballos, el Unquillo. Se lo puede recorrer casi enteramente en vehículo, luego de pasar por la entrada de la Reserva Hídrica, al final de la avenida de los Inmigrantes. Donde culmina el camino de autos que cruza el paredón del dique, en Pozos Verdes, sale el sendero que en una hora conduce a la cascada Los Hornillos, imperdible paseo hasta el salto de agua de 10 metros de caída.
  • La estancia El Silencio es un castillo construido en el siglo XVIII por el español Gonzalo de Aragón, que se instaló en la zona con el fin de criar mulas de carga. Posee un museo con piezas de platería, arqueología, muestras de ofidios e insectos, etcétera. Se sitúa sobre el camino El Cuadrado, que une las localidades de Río Ceballos y La Falda.
  • Otros sitios posibles para visitar son la iglesia con la Virgen de Nuestra Señora de los Dolores; la capilla vieja, declarada Monumento Histórico Nacional; el museo Río Ceballos; el salto de La Estancita, y la villa Los Altos. La ciudad cuenta también con casino, bingo, lugares para bailar, confiterías y numerosos restaurantes.
  • Próxima a Río Ceballos se halla la localidad de Salsipuedes, otro centro turístico de las Sierras Chicas, que posee innumerables atractivos naturales y algunos hitos históricos de interés como La Candonga.

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por Redacción OHLALÁ!


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