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Rituales que traen suerte y también algunos riesgos




Conocer un nuevo destino es también conocer a su gente, sus costumbres e incluso sus rituales, que no pocas veces se transforman en ofertas turísticas con la promesa de "vivir una experiencia auténtica, tal como lo hacen (o hacían) los locales".
El problema es que no siempre todo lo que alguna vez fue costumbre, y que hasta trajo suerte y prosperidad a los lugareños, resulta del todo confortable. Especialmente cuando la única inquietud del turista es la de salirse por un ratito de la comodidad del hotel para vivenciar algo típico, que puede terminar siendo tan místico como incierto.
Algo así puede vivirse en Potosí, al sudoeste de Bolivia. En esta bella ciudad, cuna de mineros, resulta casi imposible esquivar los carteles que invitan a ser un trabajador de las entrañas de la tierra por un día, y calzarse el casco-linterna y el overol. En el camino hacia las minas se pueden comprar ofrendas para el Tío, dios protector de los mineros, que recibe cigarros, alcohol y hojas de coca. Todo muy pintoresco hasta que el guía invita a descender casi cien metros bajo tierra y allí, literalmente en el corazón de la mina, la consigna es dar una pitada al cigarro, mascar coca y beber alcohol etílico, antes de entregar todo a la estatua del Tío. Entre el humo y el mareo puede oírse algún estruendo, pero el guía tranquilizará con un "no es nada, es que estas minas todavía están en actividad".
Menos peligroso, pero no apto para claustrofóbicos, es el temazcal, antiguo ritual maya de purificación de cuerpo y alma. Anteriormente consistía en baños de vapor en cubículos naturales, una suerte de sauna. Pero en Playa del Carmen, México, el trance se repite en un neotemazcal, que dentro de un lujoso all inclusive recrea la experiencia. Un chamán moderno -que en verdad terminará siendo... argentino- oficia la ceremonia e invita a entrar, por casi una hora, a una especie de horno de barro que supera los 40°C. Una vez adentro, la puerta se cierra y el ejercicio -mientras el cuerpo se hace agua y aumentan la temperatura y el vapor- es meditar, reírse, contemplar, imaginar... e intentar no desmayarse.
Más cerca del misticismo del cielo y sus secretos está la ceremonia de energización a través de las estrellas, en pleno desierto de Atacama, en el norte de Chile. Se la conoce como Talatu, y un descendiente directo de los Licanantay -los habitantes primitivos- hace de guía y maestro, orientando a los meditadores para elegir su estrella y vibrar con ella. El único riesgo en esta experiencia es no congelarse con el frío del desierto, que de noche puede estar por debajo de los cero grados. Algo difícil de creer, si se tiene en cuenta el calor abrasador durante el día, que supera los 35°C.
Para vivir una experiencia mística, sea cual sea el destino, hay que atreverse a correr algunos riesgos.
Publicado por Daniela Dini / 11 de diciembre de 2011 3.11 A.M.

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