
Así es Salta: linda y alegre, con sol de mediodía de invierno. ¿Por qué es Salta la linda ? Porque es hermosa, con su catedral siempre impecable guardando celosa los restos de Güemes; con el Cabildo con sus flores y su giraldillo en la torre, fiel guardián de sus recuerdos; con la siempre espléndida iglesia de San Francisco con sus colores distintos y su campanil inigualable. También por el convento de San Bernardo, con su puerta colonial en madera tallada, que es refugio de las carmelitas; por el Museo de Antropología, muy moderno, con excelentes salas que guardan su más preciada reliquia: Los Niños del Llullaillaco, testigos de una cultura grandiosa. Además, su centro comercial; sus peñas con Balderrama, tan tradicional, y la calidez de su gente nos hablan de una ciudad muy antigua y moderna a la vez.
También por Cafayate, con su alameda y su arenal, que ofrece un paisaje distinto en cada vuelta de camino, y que es un canto a Salta. Y por los Valles Calchaquíes y el camino a Cachi, pasando por Animaná, San Carlos, Angastaco, Molinos, Seclantás y el famosos Nevado hasta llegar a esa ciudad que es una joya colonial y en la que pasar una noche es un regalo del cielo.
Finalmente, por el camino que vuelve a la capital y que pasa por Payogasta, con la recta de Tin-Tin (antiguo camino trazado por los incas y pavimentado sin hacer ninguna corrección), el Valle Encantado y la Cuesta del Obispo, todos lugares increíbles de una belleza que envuelve el espíritu. ¡Así de linda es Salta!
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