
LAS LEÑAS.- Agua, chocolates, ARVA (dispositivo localizador de personas) y pala: la mochila está lista para partir. Hace tres días dejó de nevar y, con la mayor parte de las bajadas fuera de pista de fácil acceso ya ralladas, la búsqueda de nieve virgen continúa a toda marcha.
En los alrededores de Las Leñas se pueden encontrar infinidad de alternativas para aventurarse sobre nuevos territorios, a los que sólo unos pocos se atreven cada temporada. Se requiere esfuerzo, resistencia, técnica para la fascinante hora del descenso y, claro, capacidad para asombrarse con paisajes deslumbrantes y rocas de formas imposibles.
Entre los itinerarios más famosos en el mundo del freeride local están el cerro Martín, el Entre Ríos, y el Torrecillas. Uno al lado del otro, se dejan ver en toda su majestuosidad desde la cima de Marte y, mejor aún, en el comienzo de la pista Apolo, desde donde puede divisarse el recorrido a seguir para la escalada.
Para subir al cerro Martín se necesita una hora de caminata y la exigencia no es mucha. El cerro Entre Ríos es el más cansador; son casi tres horas de subida por la cara frontal, bastante empinada, por lo que es conveniente realizar un camino trazando diagonales. Hay que caminar siempre en fila, para hacer una huella firme, a modo de escalera. Por último, el Torrecillas es el más lejano, aunque se demora las misma tres horas en llegar que a Entre Ríos, ya que el camino por el filo se hace mucho más simple y menos extenuante.
Es indispensable ir con alguien experimentado y conocedor del lugar. El equipo de Acción Nieve , programa televisivo emitido por canal 7, encaró la subida al Entre Ríos para hacer tomas de los riders profesionales Tomás Materi (team Burton), el “Capi” Saulino (Sismo) y Amir Burd. El sol acompañó todo el camino y las ráfagas de viento recién se hicieron sentir llegando a la cima. “Es muy importante hacer estas travesías cuando el día se ve perfecto, sin viento ni nubes, porque allá arriba todo se potencia y se puede poner muy feo”, cuenta Tomás mientras hace un descanso a medio camino. Las rocas que se veían como lindas decoraciones en el paisaje lejano son ahora impresionantes monumentos de dimensiones apabullantes.
La cumbre impone sus propias pautas y la primera es la contemplación. Mas allá de algún grito de euforia, nadie habla por un rato, alucinados, con la vista extendida en cientos de kilómetros de puntas blancas que besan el cielo. Freeride es espíritu libre y comunión con la naturaleza. Alejarse del centro de esquí, donde nadie llegará todavía, y nadie llegará por largo rato, regala paz. Justo lo que se necesita antes de tirarse cuesta abajo en una pendiente de 55 grados, con nieve honda que se desprende en cada giro, cornisas naturales para saltar y canaletas entre piedras que lanzan el ritmo cardíaco al cielo, y de seguro, dejan percibir una pizca del paraíso.
Por Guido Villaverde
Para LA NACION
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