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San Andrés invita a un trago

Al son del reggae y con un cocoloco, la bebida típica de esta isla colombiana, se disfruta mejor del sol y de los encantos de las playas




SAN ANDRES, Colombia.- "Tómate un cocoloco" es, sin duda, la segunda frase que se escucha de boca de un isleño cuando se arriba a San Andrés -la primera es para dar un saludo cordial de bienvenida. Esta mezcla de cinco licores, whisky y jugo de coco es la especialidad de los barmen del hotel, de los bares, de los puestos de la playa; no hay quien no sepa preparar el trago. La propuesta suena con eco y se pierde en la voz de Bob Marley que canta Could you be love en boca de unos y de otros.
Desde tiempos remotos, ingleses, españoles, holandeses y anglo-africanos se rindieron ante el encanto de esta pequeña tierra de formación coralina, destino inmejorable para quienes disfrutan de la playa como de pocas cosas en la vida. Porque, sin exagerar, el Caribe que la rodea es el más lindo que se haya visto: pintado con una paleta de siete colores que sólo tienen a mano los corales que habitan el fondo del mar.
Nadar con los peces es, aquí, cosa de todos los días. Siempre transparente, el agua templada invita a ponerse las gafas y distinguir especies, mirarlas de cerca, sin susto. Hay más de treinta sitios naturales excepcionales para salir de buceo y otros artificiales que ganaron fama gracias a las formaciones de corales que rodearon los tres barcos hundidos visibles desde el perímetro de la isla.
Si bien las arenas blancas del centro y del Sur tiene gran encanto, pasar el día en Johnnie Cay es una escapada obligada. Del incoloro al verde, celeste, turquesa, azul y algunos violáceos. Los quince minutos de viaje en lancha bastan para comprobar que es cierta la fama multicolor del agua, ahora cristalina, que descansa en el cayo de costa semirrocosa.
Un kilómetro y medio a la redonda le basta a este lugar para desplegar su encanto. Las palmeras que crecen en el centro del islote exhiben la bandera roja, amarilla y verde de la cultura jamaiquina y de entre sus troncos sale el batallón pacífico de negros rasta a ofrecer almuerzos típicos, vueltas en banana, toldos y sillas. Sí, también cocoloco y cocofresa (helado de fresa y jugo de coco) para restarle calor al sol.
A las cinco de la tarde suena el último reggae; los isleños lo cantan con el alma, en perfecto inglés. Después ya no queda nadie; tostados hasta los dientes, todos participan de la fuga en masa de regreso a San Andrés.

Una vuelta cortita

Además de salir de rumba, sobre una chiva -el colorido ómnibus del Caribe colombiano- se puede bordear San Andrés en media hora, por el camino de circunvalación.
La ronda hace varias paradas: en Rocky Kay, Sound Bay y en South End el alto se extiende varios minutos. Un puesto de artesanías le da la espalda a la brisa salada. Pero más que por lo que vende, El Brujo es conocido porque no hay mujer que se salve del hechizo de su mirada.
Después de una fugaz visita al Hoyo Soplador, se llega a la bahía protegida de Cove Bay. Una negra peinada con ruleros friega la ropa contra la tabla de lavar junto a la puerta de la casa más linda. Aunque parezca mentira, en esta isla que si por algo no sobresale es por sus viviendas (el 70 por ciento de los terrenos está sin construir), una vez por año se elige la casa más bella y se la premia con 550 dólares y varios tarros de pintura.
Vale la pena llevar siempre puesto el traje de baño; la cara oeste sanandresina se caracteriza por sus piscinas naturales, protegidas de la pesca, pero no de los saltos de trampolín o tiradas de tobogán. A simple vista se pueden ver el pez cirujano, un azulino que exhibe dos puntas cortantes en su cola, y el sargento mayor o picapica. Si se tira al agua un puñado de caracol molido, decenas de especies más se asoman a saludar a los curiosos.
Antes o después de visitar la cueva donde se supone que el malvado pirata Morgan enterró los tesoros que robaba a los españoles, el ómnibus se aleja de la costa para subir hasta La Loma.
La iglesia bautista de 156 años, construida en Alabama, está en uno de los puntos más altos de la isla. Religiosamente todos los domingos, por la mañana y después de las tres de la tarde, los negros isleños se reúnen en la ceremonia de gargantas nativas. Un mimo para los oídos de los blancos que eriza la piel.

Datos útiles

Cómo llegar

  • El pasaje aéreo, ida y vuelta, de Buenos Aires a San Andrés cuesta 700 dólares, aproximadamente, sin impuestos.
Alojamiento

  • Una habitación doble en un hotel tres estrellas varía entre los 45 y los 70 dólares; en uno de cuatro vale alrededor de 120, y en uno de cinco, desde 180. (Todo incluido.)
Excursiones

  • Por 70 dólares se puede viajar en avión hasta Providencia y volver en el día.
  • La excursión a Johnnie Cay, con almuerzo (arroz con coco, pescado frito, arepas, ensalada y gaseosa) cuesta 11 dólares. El alquiler de una sombrilla y sillas ronda los 4.
  • Un vaso de Cocoloco o cocofresa no se paga más de 2 dólares.
Más información

  • Casa de Turismo de Colombia, Carlos Pellegrini 1363, piso 3º. Atención de lunes a viernes, de 10 a 13 y de 14 a 17. Tel: 4325-1106.
En Internet

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por Redacción OHLALÁ!


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