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San Andrés: una isla dentro de Colombia

A dos horas en avión de Bogotá, es otro mundo: seguro, de aguas cálidas, música reggae y tiempo para conversar




SAN ANDRES.- "Por más pobre que sea una familia, con coco, pescado y frutas puede vivir." El que habla es Alberto Luis, un chofer de ómnibus, mestizo, como muchos nativos. "Siempre hace calor y, si sopla, la brisa es tan suave que no se necesita abrigo. Hasta la arena que en muchas playas quema los pies, aquí no se calienta porque es coralina", sigue, en plan de convencer al viajero de que no hay lugar mejor. Después de todo, es colombiano, y los colombianos tienen algo de andaluces cada vez que exageran.
Está a dos horas de avión de Bogotá, pero es un mundo aparte, como las islas en general. No se habla de secuestros ni de planes de seguridad. Sería absurdo en un lugar de 13 kilómetros de largo por 3 de ancho.

Islotes, cayos y bancos

San Andrés es un archipiélago formado también por las islas de Providencia y Santa Catalina, varios islotes, cayos y bancos de arena. Viven unas 70.000 personas, que se esmeran en privilegiar la calidad de vida. Trabajan, claro, pero a ritmo de reggae (Jamaica hace valer su cercanía). Por aquí no existe la prisa y siempre hay tiempo para conversar.
El paisaje es simple y contundente: mar turquesa, arena blanca y palmeras. En los mínimos tres kilómetros que hay de una costa a la otra, la vegetación es tropical. Algunos cayos, como el Johny, están ahí nomás de la isla, tan cerca como para ir nadando. Si la travesía es cansadora habría que preguntárselo al ex jefe del Ejército y actual embajador en Colombia, Martín Balza, que hace algunos meses cruzó los dos kilómetros a puro crawl.
Dicen en San Andrés que las casas con balcón hablan de personas con buen corazón, y aquí muchas tienen su segundo piso, con balcón. Las más antiguas son de madera, y recuerdan la arquitectura inglesa y holandesa. Amplias y con varias ventanas, están pintadas de verde agua, azul claro y amarillo pastel. Hay una, la Casa Museo Isleña, que se puede visitar, para ver los muebles y sentir el fresco (la entrada cuesta US$ 1,50).

La leyenda del botín

El idioma oficial es el español. Sin embargo, a los nativos se les quedó pegado el creole, una variante del inglés de los tiempos de la colonia. No es extraño que un taxista hable español con el acento de un estudiante en su décima lección de castellano. Tampoco es raro que un parroquiano se llame Tomás O´Neill o César Jones. Hubo muchos esclavos que llevaban el apellido del amo inglés, que permaneció a través de las generaciones.
La isla fue poblada por ingleses en 1629 y reconquistada por españoles en la segunda mitad de ese siglo. Durante 200 años se la pelearon entre las dos potencias hasta que en 1793 España se quedó con el trofeo. Por aquella época uno de los corsarios más famosos, Henry Morgan, usaba la isla como base de operaciones para sus saqueos por la zona. Cuenta la leyenda que el temido pirata habría guardado su botín en la Cueva de Morgan, hoy el atractivo mejor posicionado de la isla. Cuando uno llega no se ve mucho más que un gran agujero en la roca. Lo demás es mito, aunque hay quienes aseguran que el tesoro aparecerá. Por ahora, ni noticias.
Ahí mismo venden artesanías hechas con coco. Hasta hay un caserísmo Museo del Coco, con utensilios y objetos tallados. Durante muchos años la isla vivió del coco; el turismo llegó sólo en los años 60. Cada año se extraían millones de frutos. Desde las plantaciones, a caballo hasta el puerto, unos doscientos cocos por animal. Luego en barco hacia Estados Unidos y Panamá.
Hoy todavía quedan cocos, que sirven entre otras cosas, para hacer el coco loco, un trago local, que va muy bien con la salsa y el calipso. También inspiran el Reinado del Coco, un concurso que atrae a muchas jóvenes del Caribe, que apenas se asoman en el mundo de la belleza y ya sueñan con ser Miss Colombia. Para empezar.
En la isla viven unos 500 extranjeros, que llevan años de años hamacándose en una vida tranquilísima. Se los ve tan nativos como a los originales. Como si hubieran comprobado que aquí realmente no hace falta mucho más que coco, pescado y frutas para vivir.
Eduardo Lunazzi es uno de los ocho argentinos residentes en la isla. "Partí en 1975, cuando tenía 20 años, buscando mi destino en un lugar diferente de la Buenos Aires de esa época", recuerda mientras se toma un ron fresco. Después de un largo viaje en trenes, micros y barcos, ese joven con una mochila y muchos sueños llegó a San Andrés. "Y me fui quedando, sin pensarlo mucho. Hoy, cuando salgo de la isla me siento extrañamente desamparado", dice 30 años después, con una mujer nativa y cuatro hijos.

Datos útiles

Cómo llegar

Un pasaje de ida y vuelta de Buenos Aires a San Andrés, con escala en Bogotá cuesta US$ 590 por Avianca; C. Pellegrini 1163, 4322-5731, www.avianca.com

Documentación

Los extranjeros deben adquirir una tarjeta de turismo para viajar a la isla por US$ 17.

Alojamiento

La mayoría de los argentinos se aloja en los hoteles Decameron, all inclusive. Hay 5 en distintos puntos de la isla. Se puede dormir en uno y comer o bailar en otro. Un paquete con el aéreo y ocho noches de alojamiento en el Decameron San Luis cuesta US$ 1088. Por día y con todo incluido, la habitación cuesta US$ 50 por persona, en base doble.

Buceo

Aguas cálidas e instructores avezados, una buena combinación para un bautismo (US$ 60). Informes: www.diversteam.net

Excursiones

Un paseo al cayo Johny, con transporte, almuerzo y entrada cuesta US$ 7; una vuelta a la isla en chiva (bus típico), visitando un mirador, la Cueva de Morgan y la Casa Museo, US$ 15. Informes: receptour@sol.net.co

Más información

Embajada de Colombia. 4325-0258; www.sanandres.gov.co
Carolina Reymúndez

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por Redacción OHLALÁ!

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