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San Antonio de los Cobres y después

Este pueblo minero es un buen punto de partida para emprender travesías hacia las Salinas Grandes y otros rincones del NOA




SAN ANTONIO DE LOS COBRES.- El valle de Lerma quedó atrás y desde Campo Quijano, la ruta se interna en la quebrada, donde una intensa vegetación subtropical tapiza los cerros rumbo a San Antonio de los Cobres. Las nubes se deshilachan sobre las cumbres y enseguida aparece el primer viaducto del tren.
Pronto el constante ascenso transformará el paisaje y los verdes serán sólo pinceladas en los oasis de los poblados a la vera del camino, hasta entrar en la transición a la Puna. Desde Ingeniero Maury, el deslumbrante panorama se convierte en una paleta de colores sobre erosiones que han esculpido los cerros con espectaculares formas. Los minerales que las conforman tiñen las laderas en increíbles gamas de pardos y rojizos, verdes turquesa, cálidos naranjas y hasta toques violáceos.
Santa Rosa de Tastil, a 3110 metros sobre el nivel del mar, invita a una parada. Allí, se puede trepar hasta los restos arqueológicos de una floreciente ciudad prehispánica. Sobre la ruta está el Museo de Sitio y una pequeña iglesia.
Desde aquí el camino se sumerge en los inmensos horizontes puneños, sequedades, cielos intensos y salares, con la presencia del Nevado del Acay como eterno protagonista del paisaje de San Antonio de los Cobres.
A 370 kilómetros de la ciudad de Salta, San Antonio de los Cobres es cabecera del departamento de Los Andes. Su asentamiento a 3800 metros sobre el nivel del mar lo convierte en el segundo centro urbano más elevado del país. Tiene un clima seco, ventoso y de gran amplitud térmica, con cálidos días soleados y noches frías.
El pequeño poblado de casas bajas de adobe posee servicios básicos: estación de servicio, cabinas telefónicas e Internet, un par de sencillos comedores y alojamientos. De origen minero, de allí su nombre, hoy es conocido por ser parada del Tren a las Nubes, antes de llegar al viaducto La Polvorilla. El mítico tren, todo un símbolo de la provincia, reiniciará sus viajes a partir de julio próximo, según lo anunció recientemente Ecotren, su actual concesionaria.

Crepúsculo en la Puna

"Diecito nomá", dice María Clivia poniéndole precio a su labor de tejido en el particular idioma del lugar, donde toda palabra se minimiza. Junto a Delia, otra artesana local de bello rostro atezado por el sol y el viento de estas alturas está en la entrada de la Hostería de las Nubes, a la espera de los viajeros que invariablemente pasarán por el lugar camino a distintos circuitos.
Es el crepúsculo en la Puna y las camionetas comienzan a llegar al hotel, a casi 3800 metros sobre el nivel del mar, en un paraje donde una buena ducha y un buen colchón es todo lo que uno pide luego de devorar kilómetros todo el día. Nativos de San Antonio de los Cobres, Domingo y Yolanda, junto a Cati, la cocinera, reciben a los huéspedes venidos de varias partes del mundo a internarse en los muchos rumbos del altiplano argentino.
Por ejemplo, el matrimonio Shellton, de Londres, que ya visitó las Salinas Grandes y pasará por La Polvorilla camino al Paso de Jama, para cruzar a Chile. Y los Menéndez, argentinos, que siguen la mítica ruta 40 desde Mendoza y piensan llegar hasta La Quiaca a través de la Quebrada de Humahuaca. Pierre y Linda Devereaux, canadienses de Quebec, parecen los más arriesgados: viajan por el país desde hace un par de meses y programan llegar desde aquí hasta Antofagasta de la Sierra, atravesando la Puna catamarqueña, por lugares como el Salar del Hombre Muerto, esforzado camino que no parece inquietar a Pierre.
Llegar desde aquí hasta las Salinas Grandes por la ruta 40 es un clásico, y los conductores experimentados, en un vehículo apropiado, aprovechan la posibilidad de transitar tramos de caminos secundarios y descubrir inolvidables postales de la Puna salteña. Vale la pena empalmar, por ejemplo, con la 38, un camino consolidado que llega hasta la 52. Mejor si es con algún baquiano local, que sepa de una quebradita que esconde petroglifos con figuras humanas o de deliciosos pueblitos para no dejar pasar, como Cobres. Allí, en un entorno donde reluce el adobe en las escuetas callecitas que trepan por el cerro, está la iglesia con campanario y su cálida gente, como Estanislada, directora de artesanías del lugar, que no duda en abrir las puertas de su almacén para desplegar los trabajos de tejidos de las lugareñas.

Por la ruta 52

En el camino se encuentran de tanto en tanto rebaños de llamas con sus coloridas marcas de lana en las orejas, y su correspondiente pastor o pastora sentados a la escasa sombra de algún arbusto; algún cementerio perdido en esas soledades con sus cruces entrelazadas con guirnaldas de papel y alguna sorpresa extra, especialmente los sábados o domingos, como una inesperada y colorida procesión emergiendo de la nada, con el resonar de sus bombos e imágenes en andas, haciendo el camino hacia otro lejano poblado.
La ruta deja atrás recónditos poblados como Tolar Chico y Hornadillas para entrar de lleno a la 52, una impecable cinta asfáltica que lleva a las salinas y sus infinitos horizontes blancos, que siempre concentra gran cantidad de turistas.
Desde aquí la opción es seguir la ruta a la Quebrada de Humahuaca a través de la Cuesta del Lipán, por un serpenteante camino que trepa hasta los 4170 metros sobre el nivel del mar en Abra de Potrerillos y se abre a un deslumbrante panorama de cumbres. También se puede tomar el sentido opuesto, hacia el Oeste, para encarar otros paisajes, ahora de intensos tonos rojizos hasta llegar a Susques, lugar con mucha historia que atesora una bellísima iglesia del siglo XVI, la más antigua de Jujuy, con sus paredes íntegramente pintadas con flores y pájaros.
Antes de emprender la vuelta o hacer los trámites aduaneros para seguir a Chile por el cercano Paso de Jama, una imperdible visita al cementerio del pueblo. Allí resalta, junto a las tumbas de rosado adobe, la sencilla iglesia con techos de paja, en una auténtica y colorida estampa puneña.

Más información

Sitio oficial de Turismo de Salta: www.turismosalta.gov.ar
Por Marta Salinas
Para LA NACION

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