San Pedro Viejo, una posta convertida en hotel
Paseos a caballo, descanso e historia en medio del campo
11 de septiembre de 2005
SAN PEDRO VIEJO.- No hay nada en San Pedro Viejo que se parezca a la clásica postal de Córdoba: no se ven chicas en bikini posando al pie de una cascada, ni sierras para hacer aladeltismo, ni piedras con forma de zapato. En la región noroeste de la provincia, a dos horas de viaje en auto por la ruta 9 (desde la capital), lo que hay es una extensa planicie tapizada de palmeras enanas, algunos ranchitos con corrales de pirca y, actualmente, un simpático hotel de campo inaugurado en una antigua posta al borde de un tramo del Camino Real, el mismo que en tiempos virreinales unía las mil leguas del trayecto Buenos Aires-Lima.
En Córdoba no se habla de otra cosa desde que hace dos meses abrió este histórico hospedaje. Y no es para menos. Es el único de su estirpe que funciona en la zona. Fue rescatado del abandono por una familia que compró la estancia con la intención de devolverle el prestigio que tuvo en 1602, cuando su primer propietario, el hijo del fundador de la provincia, Pedro Luis de Cabrera, decidió construir un albergue para los viajeros que transitaban esa polvorienta cinta de ripio que enhebraba en su recorrido todos los pueblos desperdigados en el valle.
Ilustres
Cuando en 1760 comenzó a funcionar el servicio de postas y correos, San Pedro Viejo se convirtió en un punto clave dentro del circuito, la parada obligada para comerciantes y aventureros. Después, durante la época de las luchas por la Independencia, muchos huéspedes ilustres durmieron en sus habitaciones. Sin duda, el pasajero más célebre de esos años fue el general Manuel Belgrano, que durmió allí varias noches hasta recuperarse de una hidropesía. Hace tres siglos, los cuartos eran simples construcciones de adobe pintadas con cal, sin muchas comodidades. Ahora son suites con baño privado (no había en sus orígenes), gordos colchones y calefacción; también están decoradas con lo mejor del estilo colonial criollo.
¿Qué hay para hacer en San Pedro Viejo, además de leer, comer rico, caminar por el parque, oír el canto de los calandrias o sentarse a contemplar el estanque en el que nadan los patos?
Como los anfitriones crían caballos de paso peruano, unos ejemplares mansísimos de andar suave y ligero, todos los días organizan cabalgatas hasta otros parajes de la estancia, como la Cueva del Indio y el puesto San Carlos, a 12 km del hotel. También programan paseos en sulky por San Pedro Norte, un pueblo a 4 km, de atractivos bastante curiosos: el balneario municipal, un piletón de agua clara alimentado por el río Los Tártagos, más una iglesia de formas desproporcionadas cuyos campanarios se ven desde la estancia.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde la ciudad de Córdoba hay que tomar la ruta 9, desviar por la ruta 60 hasta Deán Funes, y de ahí hacer 20 km por un camino de ripio hasta la entrada de San Pedro Viejo
Alojamiento
Hay siete habitaciones, tres en la posta antigua. Una de ellas es la suite Manuel Belgrano, con living y comedor privados (US$ 200 por persona, con pensión completa). Las otras habitaciones tienen jacuzzi ($ 210 por persona, con pensión completa).
Día de campo
En San Pedro Viejo se puede pasar un día de campo; incluye recorrido por el lugar, almuerzo, caminatas, cabalgatas y excursiones por la zona ($ 90 por persona).
Más información
Pinturas rupestres en la cuevas
A media hora de viaje en auto desde San Pedro Viejo está Cerro Colorado, una reserva natural y cultural que encierra un valioso yacimiento arqueológico formado por una serie de pinturas rupestres grabadas hace siglos por los indios (sanavirones) en las paredes de las cuevas, ocultas entre los cerros.
Durante cientos de años, los pueblos aborígenes se albergaron en los aleros de las formaciones rocosas; dejaron impresos en los muros escenas de la vida cotidiana y figuras alusivas a sus creencias religiosas. La reserva está inmersa en la provincia fitogeográfica chaqueña, cuya vegetación más característica es el bosque de mato, aunque también hay quebrachos, chañares y algarrobos, entre otras variedades autóctonas de la región.
Si la estada se prolonga unos días, vale la pena visitar Mar Chiquita, un viaje encantador (dos horas en auto) hasta la famosa laguna que hace 20 años creció a tal punto de tragarse a medio pueblo. En la costa de la laguna se formó una rara playita de arena blanca como el azúcar, en la que instalaron parador, muelle y motos para recorrer el espejo de agua, que por suerte no ha vuelto a rebasar.