

SANTORINI, Grecia (The New York Times).-- De las numerosas islas diseminadas frente a la punta sur de Grecia, quizá ninguna sea más famosa por la belleza que Santorini. Su forma actual, un arco que rodea los picos volcánicos de Palaia Kameni y Nea Kameni, que emergen del mar, se formó hace 3500 años cuando una erupción sepultó la isla junto con todas las ciudades de Creta. Alrededor de las tres cuartas partes de la masa terrestre de Santorini desaparecieron y diversos investigadores sostienen que éste sería el continente perdido de la Atlántida.
Santorini, 100 km al norte de Creta, tiene una superficie de aproximadamente 77 km2 y 13.000 habitantes repartidos en alrededor de una docena de aldeas.
La lluvia de lava y ceniza que cubrió el paisaje durante al menos cuatro días y ocultó el sol puede apreciarse en las capas rojas, grises y marrones de los acantilados, que caen vertiginosamente al mar.
La erupción formó la caldera, el cráter de más de 10 km de diámetro que yace en los brazos extendidos de la isla que ahora es un puerto.
El volcán, aún en actividad, resopla suavemente en el centro de la caldera y envía chorros de sulfuro a través de las rocas porosas.
Hubo una serie de erupciones importantes desde 1925 hasta 1950. Las bahías de las islas de Palaia Kameni y Nea Kameni tienen fuentes de aguas termales, muy frecuentadas por los turistas.
Dos en una
Seguramente una civilización avanzada --una precursora digna de la Grecia antigua-- quedó destruida, como puede apreciarse en las excavaciones arqueológicas realizadas en la isla. Pero surgieron dos Santorini, una muy diferente de la otra.
Una es para los estudiantes que van de mochileros y se lo pasan tomando cerveza y que en verano convierten a Fira, la capital, en una gigantesca fiesta estudiantil que dura hasta el amanecer.
Fira se asemeja a las numerosas ciudades de la costa griega, donde las empresas constructoras no se han mantenido a raya, demasiados ómnibus obstruyen las calles y los cruceros trasladan miles de turistas bronceados con regularidad.
La otra Santorini es tranquila, refinada y está centrada en la ciudad de Oía, al Norte, donde los padres del lugar tuvieron la visión de prohibir la música en vivo, mantener los bares al mínimo y crear leyes que atraen a una clientela diferente.
Oía es la ciudad más hermosa de la isla y todas las noches los turistas silenciosos se reúnen en las murallas de un castillo del siglo XIII, que fue construido por los venecianos para observar la llegada de piratas.
Por medio del turismo, la ciudad recuperó la prosperidad que tuvo a fines del siglo XIX, cuando era un puerto floreciente. Los adinerados mercaderes y capitanes construyeron grandes residencias neoclásicas, con amplias galerías que dan al mar.
La calle principal de Oía, Marmara (marmaro significa mármol), fue pavimentada en el siglo XIX con losas de mármol blanco. La calle aún separa los dos barrios, el de los marinos y pescadores y el de la elite. En las últimas dos décadas, la mayoría de los edificios antiguos fue totalmente remozada como casas de veraneo y villas para alquilar, y actualmente Oía es uno de los destinos top de Grecia.
Los viñedos dan la nota
Gran parte de la isla Santorini es desolada. El suelo árido ofrece poco más que tomates, berenjenas y uvas, e incluso los viñedos no crecen más de 30 cm de altura. Se mantienen bajos para absorber el rocío, ya que no llueve durante al menos seis meses.
Las ramas nuevas se trenzan en otoño entre las más viejas, dándoles a los viñedos un aspecto de cestas de mimbre. Esto protege a las plantas de las tormentas invernales. La mayoría de los hombres de la isla se ganan la vida trabajando como marineros o pescadores, pese a que el turismo es ahora la industria principal.
Las piedras, en la mayoría de la línea costera, son grandes y desparejas, pero el agua es transparente y tentadora.
No es difícil encontrar alojamiento en Santorini, aunque para evitar contratiempos es mejor manejarse directamente con los propietarios y confiar en las guías de viaje que presentan establecimientos que han sido previamente verificados.
Traducción de Andrea Arko
Un destino iluminado
La belleza de las islas griegas radica en la luz. Aquí es más intensa y penetrante que en cualquier otro lugar de Europa. Recorta los peñascos y las construcciones blancas contra el firmamento.
El sol tiñe el mar de color ópalo por la mañana, luego de zafiro, oro y plata hasta convertirse al atardecer en una bola roja brillante.
La luz es todo. Y perdura en las islas tanto como el mar, un elemento primordial y abrumador de la vida cotidiana en este rincón del mundo.
Chris Hedges
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