
Es oficial, no tengo ropa de verano. Mamá vino a traerme las escasas cosas que quedaban en su casa y lo tuve que admitir: no tengo nada. Apenas unas polleras y pantalones para rescatar, algunas remeras. Pero mirándolas de cerca, ni las musculosas blancas están perfectamente blancas como a mí me gustan. Tengo que invertir en nuevo guardarropas con limitadísimos recursos. Va a ser todo un trabajo de ingeniería, comprar con la cabeza versus mi conducta habitual de comprar compulsivamente en brotes de enamoramiento con una prenda. Porque yo soy de las que se ensañan con unas chatitas lilas y pueden llegar a armar un atuendo entero a partir de ahí. Ahora voy a chusmear si por algún lado alguien define los básicos de este verano para ver si me inspiro.
Mariano me mandó un mensaje ayer a la tarde. "Caminamos de vuelta a Palermo?". La verdad que me pareció un buen programa, algo original, nada de sentarse a consumir caipiroskas en un bar. Bajé y me estaba esperando en la puerta. La tarde estaba perfecta y encima es increíble lo tarde que oscurece. Caminamos todo derecho por Libertador, Figueroa Alcorta del lado de las plazas y doblamos en Casares. No paramos de hablar un minuto. Cruzando Libertador el semáforo cambió en el medio. Mariano me agarró de la mano y corrimos los metros que quedaban hasta la vereda. Cuando llegamos no me la soltó y seguimos caminando así por Ugarteche. Me acompañó hasta la puerta de casa, me saludó con un beso (¡en el cachete!) y se fue. Me quedé con la llave en la mano mirando y entré a casa contenta. Creo.
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