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Secretos burgueses en la región del Loire

En la ciudad de Chinon, entre castillos, casas y monumentos, se esconden historias de poder y pasión




Los castillos de la región del Loire ejercen una profunda atracción sobre los viajeros que aman la literatura y la historia. Algunos de ellos son de fácil acceso y están a poca distancia de las ciudades que protegían. A la sombra de sus torres se desarrollaba la vida burguesa: se comerciaba, se peleaba, se amaba, se escribía y se vivía.
El de Chinon es uno de los más evocadores porque entre sus muros sucedieron algunos de los acontecimientos más destacados del período feudal y, por si fuera poco, a unos 8 kilómetros de sus torres se encuentra la casa donde vivió Francois Rabelais, el autor de Gargantúa y Pantagruel .
Cuando se pasea por las calles de Chinon, la historia, la fantasía y el mundo del espectáculo se mezclan de un modo curioso. Entre esas casas, entre esos monumentos reales de la región del Loire transcurrieron las historias contadas, entre anacronismos y delirios, por las películas de Hollywood filmadas en sets de Los Angeles.
Allí llegó Juana de Arco (imposible que no se interpongan las imágenes de Falconetti en el film de Dreyer o de Ingrid Bergman, las dos grandes intérpretes del personaje) para transmitirle al Delfín un mensaje divino. En el Grand Carroi de la Ciudad Vieja se conserva un brocal en el que se apoyó la santa para desmontar cuando llegó a Chinon. Sobre la rue Voltaire se alza el museo en el que, según se dice, murió Ricardo Corazón de León y en el que se celebraron los Estados Generales de 1421. El antiguo barrio contiene otros tesoros edilicios, como el Hotel du Gouvernement, el palacio de Baillage (siglo XV) y el Hotel Poirier de Beauvais (siglo XVI).

Fortificaciones en ruinas

Sobre un promontorio que domina la provinciana y calma ciudad de Chinon se alza un conjunto de tres fortalezas que identifican a la población desde hace siglos. Hoy sólo quedan ruinas de aquellas imponentes fortificaciones. El castillo actual, o más bien sus restos, fue erigido por Enrique II Plantagenet, en 1152, para defender la región contra los Capetos. En verdad, los Plantagenet no tuvieron mucho éxito. Juan Sin Tierra perdió el dominio de Chinon, que fue ocupado por Felipe Augusto. A la ciudad, donde estaba instalada la corte del Delfín, más tarde coronado como Carlos VII, llegó Juana de Arco para apoyar los derechos del joven al trono de Francia.
En los salones del castillo se produjo la célebre escena en que la Doncella de Orleáns reconoció al Delfín, oculto entre sus cortesanos para confundir a la muchacha. La fortaleza hospedó también a la bella Agnés Sorel y a Luis XII.
Los visitantes entran en el complejo por el Este, donde se alza el castillo de Saint-Georges, que data de la época de Enrique II; después se pasa al Castillo del Medio por la hermosa Torre del Reloj. En el cuerpo central, construido entre los siglos XII y XV, todavía se puede ver la chimenea de la Sala del Trono, donde Juana conoció al futuro Carlos VII (1429). Resulta conmovedor ver que lo único en pie es una pared con los restos del enorme hogar.
El marco de ese monumento es el cielo, porque casi todo ha desaparecido. Lo que fue el piso de ese solemne espacio hoy está invadido por la maleza. El musgo crece entre las piedras de los muros. Desde las terrazas hay una espléndida vista de la ciudad de Chinon y del río Vienne. En el Oeste se levanta la silueta del tercer castillo, el de Coudray, del que se conservan la muralla y las torres de Coudray (siglo XIII), del Molino (siglo XII) y la de Boissy (siglo XIII).

En las afueras, La Deviniére

Si se deja Chinon y se continúa viaje hacia el Sudoeste, a 8 kilómetros se halla La Deviniére, la granja donde nació Francois Rabelais. El padre del escritor era abogado en Chinon y había ganado una considerable fortuna con su profesión. Eso le permitió comprarse una casa en los campos, cerca de la abadía de Seuilly, donde estudió su hijo.
La sencilla propiedad de los Rabelais era tan sólida que pudo, con muy pocas restauraciones, seguir en pie hasta la actualidad. Hoy es un museo destinado a exaltar la memoria del autor. Cada vez que la situación política o el humor se lo aconsejaba, maître Francois se refugiaba en su hogar natal. Desde la ventana del granero tenía una agradable vista del paisaje.
Su obra, que le debe tanto a la naturaleza y a los sanos impulsos, seguramente se nutrió de la contemplación de las viñas y los prados vecinos. En la chimenea de la casa, el padre de Francois asaba castañas en el otoño y el invierno, mientras le contaba historias que se incorporarían, después de sabias transformaciones, a las páginas de Rabelais. El escritor alabó en sus textos el vino de terciopelo que provenía de los viñedos paternos de La Deviniére, la propiedad en la que transcurrió su niñez de rico burgués.
Es el mismo vino que puede beberse en honor del autor en los restaurantes y bares del viejo Chinon, entre los recuerdos de Santa Juana, de Ricardo Corazón de León y del temible y desdichado Juan Sin Tierra.
Hugo Beccacece

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por Redacción OHLALÁ!

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