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SEGUNDA

17 de mayo de 2010 • 11:09

El viernes fuimos a la segunda sesión de terapia.

Aproveché que estábamos ahí para sacar el tema del fútbol. No sólo de este torneo en particular, sino de eso que tiene Nicolás de venir a comunicarme las decisiones tomadas, como si se tratara de su derecho y mi obligación.

Le describí toda la situación. Cada cinco palabras, Nicolás quería acotar pero la psicóloga le decía cosas tipo "esperá a que termine", o directamente le hacía "shhh" con el dedo, suavemente.

Una vez que hube terminado, le preguntó si tenía algo que aclarar o si le parecía que había cosas que no eran reflejo de la realidad.

Se limitó a contestar que no, pero que evidentemente, lo que para mí era un problema, para él no lo era.

Se puso a hablar sobre su derecho a hacer lo que tiene ganas, a estar con los amigos, y a tener libertad de acción.

La mujer esta le preguntó: pero vos te diste cuenta de que estás ejerciendo tus derechos gracias a que tu mujer ejerce las obligaciones de ambos?

De todas formas, mi reclamo mayor no es que se ocupe de la casa o los chicos, sino que siempre su elección, ante las opciones que se le presentan, sea hacer cosas que no incluyan a su familia. Y para eso no hay obligaciones o derechos. Hay ganas o no.

Nicolás se quedó callado. Es que realmente no hay mucho para discutir. Es así y ya. Siempre que puede, zafa. Y me resulta tremendo que esté viendo por qué recoveco escapar, como si fuera un niño al que no dejan salir.

No se trata de que yo salga y haga la mía. Lo que yo quiero es que seamos una familia. Que hagamos cosas juntos. Que mi marido quiera estar con nosotros.

Así terminó la sesión. Conmigo diciendo eso. Me sentí muy patética pidiéndole a Nicolás que tenga ganas de estar con nosotros. Horrible.

Y así nos fuimos.

El sábado fue a jugar al fútbol. Antes de salir me preguntó si quería que me llevara a Marcos, pero la verdad, con el frío que hacía no me pareció buen programa.

Se fue y llegó a las 22:00. Los chicos ya habían comido y yo me estaba quedando dormida mientras mirábamos por enésima vez Monsters Inc.

Pedimos empanadas, comimos y nos fuimos a dormir.

Así las cosas.

Resignadas.

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