¿Seré mamá?

Entonces, cómo les fue, qué buenas acciones hicieron el fin de semana, yo visité a un familiar enfermo, le hice compañía, y me sentí genial.

Por otro lado, conocí a dos nuevos bebés que llegaron al mundo y a mi vida (¡ambos llamados Bruno!), hijos de dos grandes amigos. Así que fueron días para conectarme con esa inocencia tan renovadora y con la felicidad de los buenos comienzos. Cada vez que estoy con bebés surge en mí el mismo interrogante, ¿seré mamá? Mamá de un hijo propio, ¿no?, porque creo que hay muchas maneras de ser madre, ¿pero será mi camino concebir un bebé? Y ya tengo 31 (casi 32)... Y lo más curioso es que en los últimos meses gané una gran tranquilidad sobre este tema. Y me conozco de memoria el bla bla del reloj biológico, ¡imagínense trabajo en una revista femenina! Encima se viene Octubre, mes de la madre, y estamos preparando ese especial. Así que cierto aire maternal sobrevuela la redacción. ¿Seré mamá?

Desde hace tiempo canalicé, dando cursos, la enorme capacidad de amar que tengo (¡bah!, que todas tenemos), y me siento muy bendecida por tantos "hijos" de la vida, algunos que son unos grandulones, mucho más grandes que yo. Está bueno que pensemos las múltiples maneras de conectarnos con esa fuente de amor que somos, y que no se limite a criar uno, dos, tres, o cuatro hijos.

Liz Gilbert, dice en el libro que le siguió al best seller Comer, Amar, Rezar, que una sociedad necesita mujeres sin hijos, porque son esas mujeres las que dentro de la comunidad cuidan a los hijos ajenos, se ocupan de los enfermos, tienen tiempo para estar con los ancianos. Sin embargo, el mandato de ser madre aplasta nuestras cabezas. La que no tuvo hijos es víctima eterna de una mirada compasiva. Un hijo te completa, dicen, o al menos las famosas lo aseguran en todas las tapas de las revistas. Y cómo será entonces la búsqueda de la plenitud sin la llegada de un bebé propio.

¿Seré mamá? No lo sé. Sí confío que será lo que tenga que ser y que si soy fiel a mí misma cada día y si cada día elijo ser feliz y no me traiciono, entonces al futuro no le faltará nada. Eso sí, mientras, disfruto de los ahijados y sobrinitos que me rodean y aprovecho para dormir ocho horas seguidas.

¿Y ustedes qué piensan?

Llamar a nuestra mamá, gracias a ella (más allá de nuestras sesiones de terapia) estamos acá, con nuestras virtudes y defectos. En general la llamamos para pedirle algo, o chequear en dos minutos que todo esté ok, llamala para ver si podés ayudarla en algo, preguntale cómo está y escuchala. Para algunas será más desafío que para otras. Ahora, para las que no tienen mamá, siempre hay un referente materno, alguien que queremos mucho, cada una sabrá.