
La cuarentena es mentira, sépanlo. Y esto no quiere decir que no exista, ojo. Pero lo que tengo para decirles es todavía peor. Y es lo siguiente: la desgracia que experimenta tu acostumbrada vida sexual no acaba (con perdón de acabar) en la cuarentena. Un hijo -en rigor, un bebé- viene a afectar todas las sanas costumbres que tenían los habitantes del hogar hasta su arribo. Sexo incluido. O más: especialmente el sexo. Y peor todavía si a los cuatro meses y medio todavía tenés a tu hijo durmiendo en tu cuarto. Ahí se complica incluso más la cosa. Y no es que seamos sujetos faltos de imaginación, pero convengamos que la cama es un invento de lo más funcional para esos menesteres. Así y todo, el sitio no es el único inconveniente. Porque es que no falla: podés estar cocinando, mirando tele o leyendo el diario, que el niño del mil amores se te entretiene solo; pero basta que el hombre de la casa te ponga una mano encima para que el crío se te aburra de repente. O entre en crisis de llanto, o tenga hambre, o sueño, o la putísima madre que lo parió. Eso dijo el hombre de la casa la última vez que nos volvió a pasar lo mismo. Yo encontré su insulto como un desahogo muy poco propicio (sobre todo siendo que lo parí yo), pero me resigné a la nueva interrupción y fui a ver qué cuernos le pasaba ahora a Benjamín.
No se queden con una impresión equivocada: no estamos hablando de abstinencia total, Dios no lo permita. Estamos hablando de regularidad. Frecuencia. Periodicidad. No sé, tal vez es porque estábamos acostumbrados a manejar otro tipo de handicap (ejem), pero comparado a antes, hoy damos vergüenza.
---------------
Off topic:
Miren, sigue creciendo la familia.

Bienvenida, Emma!
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
