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Sexo sorpresa




El Chico tiene comportamientos impulsivos a los que le doy la bienvenida la mayoría de las veces. Ayer me llamó desde el auto, diciendo que compraba unas cosas para cocinar y se venía a casa. Así de la nada. ¿Quién puede negarse a esto? A él le gustan mucho estos programas que se generan de la nada. Por suerte durante el fin de semana me dediqué al orden doméstico así que la casa había sobrevivido de lo más bien y no había nada de qué preocuparse. Ahora, yo, era otro tema.
-Dame media que me doy una ducha porque fui a correr.
-Ok. Compro un vino. ¿Estás para un blanco, frío? ¿Tenés rúcula?
-Dale. Sí, sí, tengo.
En ducha express me bañé, lavé el pelo, pasé la maquinita por las piernas (sí, lo sé, un crimen pero estaba esperando para el fin de la semana) y después me encremé de pies a cabeza con una crema de mango y maracuyá que te vuelve comestible. Literalmente.
El chico cayó con pastas (¡de nuevo!) tomates secos, aceitunas negras y parmesano. No había mucho misterio y fuimos preparando todo juntos mientras tomábamos el vino. Me gusta verlo en mi cocina (normalmente no aguanto a nadie toqueteando mis cosas) y me gusta que me cuente entusiasmado su día. Ya teníamos la rúcula lavada, los tomates hidratados y flotando en aceite de oliva, las aceitunas cortadas, yo había picado y tostado unas almendras y unas nueces y el agua a punto de hervir cuando lo siento atrás mío, abrazándome despacio con besos diminutos que subían por el cuello. (¿Dije alguna vez que los besos en el cuello y un mordisco chiquito en los hombros pueden hacerme perder totalmente el control?). Cuando llegó a mi oreja, esa respiración profunda que me mata. Podría quedarme toda una noche con un hombre respirándome así al oído.
-Me estaba volviendo loco. No llegaba al fin de semana...
La cacerola con el agua hirvió durante un rato largo, tanto que se evaporó todo y nosotros más o menos lo mismo. Yo soy una prejuiciosa de la primera vez, siempre dije que nunca es tan buena. Esta fue buenísima pero sobre todo prometedora.
Comimos en la cama como a las 12 de la noche muertos de hambre y esta mañana el chico estaba justo ahí donde lo dejé anoche. Lo miré dormir tranquilo unos segundos, pero no mucho más. Esta mañana, yo tampoco aguanté.

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por Redacción OHLALÁ!


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