

Mi deseo era conocer Italia y decidí cumplir mi sueño luego de ver un aviso publicado en LA NACION.
Recorrí muchas ciudades, todas muy bellas, pero una me resultó especial: Siena. Fue amor a primera vista. Las calles estrechas con construcciones medievales, la catedral, la plaza principal donde se realiza el Palio y los bares alrededor.
Era verano y había un cielo muy celeste. Un domingo, temprano, salí a caminar y mi intención era ver las reliquias de Santa Catalina, pero una sorpresa me aguardaba, los integrantes del barrio del elefante, muchos jovenes y niños, salían por sus calles, con tambores y marchando, arropados según las costumbres medievales.
En Siena, cada barrio está representado por un animal y todas las calles están embanderadas con sus distintivos.
Al atardecer volví a verlos en la plaza principal. Fueron minutos inolvidables. Transmitían energía, e invitaban a revivir un pasado lejano y ceremonioso. Me prometí volver y disfrutar nuevamente de sus calles, colores y tradiciones.
A los viajeros románticos se la recomiendo.
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