LA FALDA.- Para los que se preguntan cuáles son los sitios más bonitos de Córdoba, si la zona de las Altas Cumbres, el Valle de Calamuchita o el circuito de Traslasierra, la respuesta se complica, porque casi todo el territorio de la provincia es de incuestionable belleza. Pero hay una comarca de la cual se puede afirmar que es un buen resumen de las sierras cordobesas. Se trata del pintoresco Valle de Punilla, cuyas principales ciudades y paseos se extienden a lo largo de la ruta nacional 38, tomando como cabecera la ciudad de Villa Carlos Paz.
Entre este balneario y la localidad de Capilla del Monte (viajando hacia el Norte) hay un poco más de 70 km de distancia, a lo largo de los cuales se encuentran diversos centros turísticos. A fines del siglo pasado, en el Valle de Punilla se radicaron diversos grupos de inmigrantes europeos, en especial los empleados ingleses que participaron de la construcción del ramal ferroviario Cosquín-Cruz del Eje, lo que significó que las villas serranas tomaran parte de las costumbres y la idiosincrasia de los recién llegados.
La Punilla es una de las zonas de mayor desarrollo turístico de la provincia, con sierras que oscilan entre los 600 y los 2000 metros de altura y con una geografía que se reparte entre balnearios de ríos, arroyos, lagos, diques, una variada hostelería, camping, diversiones nocturnas que incluyen casinos y la cómoda posibilidad de desplazarse de una ciudad a otra por su proximidad.
- Cosquín: siempre por la ruta 38, después de pasar por Bialet Massé, Santa María de Punilla y Villa Bustos, se arriba a la capital nacional del folklore. Cosquín (a 48 km de Córdoba capital) se estira al pie del cerro Pan de Azúcar, con diversos balnearios sobre los ríos San Francisco, Yuspe y Cosquín. Entre las mejores excursiones se encuentran la Quebrada de los Leones (bosques naturales y manantiales), la aerosilla que trepa el Pan de Azúcar y el endicamiento artificial donde confluyen las aguas de los ríos Yuspe y San Francisco.
- Valle Hermoso: dejando atrás Molinari y a casi 900 metros sobre el nivel del mar, el nombre de Valle Hermoso habla por sí sólo de la localidad. Este es un centro turístico donde el trekking, el montañismo y la pesca son los deportes más practicados. El balneario Dique La Isla (en la represa sobre el río San Francisco) o la Reserva Natural Vaquerías (sobre el faldeo de las Sierras Chicas) son los polos de mayor atracción.
- La Falda: para muchos conocida como La perla de las sierras, la separan sólo 60 km de la capital cordobesa. Ubicada en el centro del Valle de Punilla (sede anual de la Fiesta Nacional del Alfajor y del festival musical Manuel de Falla) es uno de los centros más visitados en temporada de vacaciones. Cuenta con diversos balnearios, buena hostelería, casino, sala de bingo, cines y teatros. La historia de La Falda tiene una estrecha relación con dos hechos muy importantes: la llegada del ferrocarril, en 1892, y la inauguración del que fuera en su momento uno de los hoteles más importantes del país, el Edén Hotel, construido en 1897.
Entre los múltiples atractivos se encuentra el Museo Arqueológico Ambato y la Feria Artesanal del Andén, un colorido muestrario de los trabajos artesanales serranos. La Laguna de los Patos, el cerro de La Banderita (con una espectacular vista del valle), el dique La Falda y el cerro El Cuadrado (con su Balcón de las Nubes) y la antigua estancia El Silencio completan su menú de posibilidades.
- La Cumbre: tanto Huerta Grande como Villa Giardino (antes de llegar a La Cumbre) son dos localidades dignas de ser visitadas en algún paseo por el circuito. La cumbre se encuentra a 1142 metros sobre el nivel del mar, tiene un excelente clima, buenos hoteles, casino e innumerables paseos. La ciudad creció a partir de la antigua estancia San Jerónimo y entre los sitios más bonitos se encuentra el balneario municipal, el Cristo Redentor, el dique San Jerónimo y el río Tiu Mayu con buena pesca.
Pero hay más: desde el casco urbano se pueden visitar los pueblos de Cruz Chica y Cruz Grande, con señoriales mansiones construidas por los inmigrantes escoceses e ingleses. Una de las más famosas es El Paraíso, la casa que habitó el escritor Manuel Mujica Lainez. Otro suplemento de La Cumbre es su Golf Club, cuyos 18 hoyos tienen fama internacional.
- Capilla del Monte: después de Los Cocos y San Esteban -y ya casi al final del Valle de Punilla- se abre este famoso centro turístico. Entre las curiosas formas de su geografía se destaca El Zapato, una inmensa roca en torno de la cual -según cuenta la leyenda- se reunían los caciques comechingones. Los balnearios de La Toma, Calababumba, Aguas Azules, el dique Los Alazanes, Los Paredones y el río Los Mogotes se encuentran entre los paseos más recomendados.
Doce kilómetros más allá de La Cumbre (en la localidad de Charbonier) se diluye este pintoresco circuito de La Punilla, rociado por el sabor dulce de los alfajores, salpicado por el aroma de los chivitos asados y siempre bañado por el exquisito vino patero de la región.
La comida no es chiste
La gastronomía cordobesa tiene una mesa de diversos sabores. A las comidas típicas hay que sumarle la que aportaron las diversas colectividades extranjeras afincadas en la provincia.
El plato más popular es el chivito asado o al horno.
La ensalada de achicoria es un clásico, así como el pejerrey, sabroso habitante de las aguas cordobesas.
A esto hay que agregarle los salames caseros y otros embutidos, los vinos pateros y los infaltables alfajores de dulce.
Carlos Manuel Couto
Alta Gracia, con encanto
Remanso: mantiene su espíritu colonial y está impregnada de historias que pueden revivirse al recorrer sus calles.
ALTA GRACIA.- En las orillas arboladas de estos arroyos las aguas corren mansas y el centro de la ciudad sigue teniendo el mismo aire colonial de siempre, porque nunca se alejó de sus raíces históricas.
A menos de 40 kilómetros de la capital cordobesa, Alta Gracia está situada en un amplio valle al este de las Sierras Chicas.
Su nacimiento tuvo que ver con una de las más importantes estancias jesuíticas.
Es la cabecera de la región conocida con el nombre de Paravachaca (que en lengua comechingona significa vegetación enmarañada) y es un destino turístico clásico para muchas familias que disfrutan de su clima parejo y estable.
Tiene diversos balnearios serranos (El Cañito, El Ancla, La Chirola y Los Paredones) y una completa infraestructura turística (que incluye casino y bingo); pero al margen de esto, hay muchas otras cosas para ver durante la estada.
Fueron los jesuitas los que construyeron la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, el Museo y Casa del Virrey Liniers, El Obraje, La Ranchería y El Tajamar, todos componentes de la llamada Estancia Jesuítica de Alta Gracia.
La postal
Otros sitios de inexcusable visita son el barrio El Alto (donde se encuentra el Sierras Hotel, construido en 1908 y en su época uno de los más lujosos del país), la Gruta de la Virgen de Lourdes (réplica fiel de la existente en Francia), la Torre-Reloj, la finca Los Espinillos (actualmente sede del museo provincial Manuel de Falla) y la famosa estancia El Potrerillo, de arquitectura neocolonial, construida al estilo de las haciendas andaluzas y con un importante patrimonio en muebles peruanos antiguos.
Desde esta ciudad se pueden organizar diversos paseos hacia parajes serranos como La Serranita, La Bolsa, dique Los Molinos, el interesantísimo observatorio astronómico de Bosque Alegre y la Estación Terrena.
Algo más distante hay otros atractivos como Villa Anizacate, la Quebrada de los Condoritos o Pampa de Achala.
Ideal para inspirarse
Seguramente buscando la paz de las serranías y el ambiente propicio para la inspiración, varios personajes de la ciencia, las artes y la política eligieron Alta Gracia para afincarse y encontrar allí el remanso necesario para desarrollar su actividad intelectual.
En 1939, se radicó aquí Manuel de Falla (el famoso compositor español, uno de los más grandes de este siglo); el poeta y jurista Belisario Roldán; Paul Groussac; el doctor Luis Agote; el escritor Enrique Larreta; el ex presidente Arturo Illia; el escultor francés Dubois; el Che Guevara, y el famoso director de orquesta Erik Klaiber.
Carlos Manuel Couto
Balcón a la prehistoria
Rupestres: Cerro Colorado guarda pinturas indígenas que datan del siglo X y fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad.
CERRO COLORADO.- En las cuevas y los aleros del complejo orográfico de Cerro Colorado, el indígena dejó un testimonio más de su desafío por la existencia diaria. Son cerca de 35.000 pictografías que, afortunadamente, no han sido borradas por el paso de los siglos.
Cerro Colorado es un balcón a la prehistoria que ocupa una extensión de unas tres mil hectáreas, a menos de 180 kilómetros al Norte de la capital cordobesa, muy cerca de las poblaciones de Tulumba y Rayo Cortado. Es un paseo singular, posible de hacerse en el día desde distintos sitios de veraneo.
Estas expresiones artísticas, en un sitio que se cree fue un centro ceremonial, tienen la virtud de un gran realismo, en cuyas estampas no sólo aparecen las figuras de ciertos mamíferos, aves y reptiles de la fauna local, sino que también muestran al español a caballo.
La estimación que han hecho los estudiosos sobre estas pinturas (declaradas por la Unesco Patrimonio Universal) es que fueron realizadas entre el siglo X de nuestra era y la llegada de los españoles al norte de Córdoba, bajo las órdenes de Francisco de Mendoza. Pertenecen a la cultura ayampitín y son las únicas conocidas en las que se observa al famoso Flechero emplumado (un guerrero con corona de plumas, arco y flechas), así como escenas de combate.
El naturalista Luis Brackenbush hizo los primeros estudios a fines del siglo XIX y el escritor Leopoldo Lugones publicó el primer artículo periodístico sobre la existencia e importancia de estos yacimientos.
El conjunto orográfico de Cerro Colorado (tierra de los indios comechingones y sanavirones) está compuesto también por los cerros Veladero, Intihuasi, Condorhuasi, La Mesada y La Quebrada. Muy cerca, junto al río Los Tártagos, vivió don Atahualpa Yupanqui. El vate que en la Chacarera de las Piedras supo cantar: "No hay pago como mi pago. ¡Viva el Cerro Colorado!"
Algunos quieren ir en malón a Las Tapias
Grandes estancias: sin vida nocturna ni ruidos, este rincón del Valle de Traslasierra invita al silencio, el buen ocio y a degustar comida criolla casera.
LAS TAPIAS.- Es una ciudad que proviene de las murallas construidas durante la época de la conquista para defenderse de los malones. Desde entonces se esconde en las Sierras Grandes detrás de su anonimato.
A 184 kilómetros de la ciudad de Córdoba, un camino zigzagueante se desvía de la ruta que conduce a Villa Dolores. Allí, una población de 2000 habitantes propone a los viajeros una alternativa: la de disponer de su existencia.
El rugido del motor se desvanece para dar lugar al monótono traqueteo de los sulkies y al cascar de las herraduras.
¿Y qué se puede encontrar en Las Tapias? Un entorno distinto con la modalidad de la gente de Traslasierra: no hay llaves ni televisor ni apuro, entonces lo único que resta es contagiarse de la calma de los que ahí habitan.
Un ambiente para proteger
Toda la región se caracteriza por el fuerte acento en la protección del ambiente. Este islote qe se desprende del mar serrano tiene un clima privilegiado: una temperatura media anual de 21 grados.
La diversidad de microclimas en la zona lleva a que broten en el paisaje un despilfarro de algarrobos, espinillos, molles, olivos, tinticacos y eucaliptos al pie del milenario Champaquí (2790 metros sobre el nivel del mar).
En este escenario se enmarcan casonas que rememoran el centenario, aquellos tiempos en los que los límites de los latifundios terminaban donde caía el sol. Aquí, los árboles genealógicos son perennes. Su vigencia anacrónica hace que al nombrar sus apellidos, así como al descuido, se entretejan lazos familiares entroncando clanes. Y cuando la conversación parece irse por las ramas, se llega al anclaje final: "Somos parientes del fundador de Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera".
Este es un sitio donde los locales detienen sus conversaciones por instantes, para saludar con una sonrisa herbaria a los visitantes que se pasean por los solitarios caminos de tierra.
A sus inquietudes, ellos responden entonando lenta y pausadamente: "Aquí no hay nada para hacer. Tomar mate, charlar, caminar o andar a caballo. ¡Qué más!". En este pueblito, cuyo corto recorrido finaliza en un suspiro ocular, el paisaje es el principal protagonista.
Hostería estancia Posta del Mistol
A escasos metros del puesto de policía de Las Tapias, cruzando el lecho de un río seco, un camino de tierra guía directamente a la Hostería-Estancia Posta del Mistol. Su nombre se debe a un mistol que reina en esta antigua zona de postas desde tiempos que trascienden a la memoria oral del lugar.
De poco serviría calcular los años de este vestigio de la naturaleza. Lo importante es que realmente existe y su sola presencia alimenta las leyendas populares. Una tranquera, siempre abierta, da la bienvenida a todos aquellos que se acercan. A la derecha del sendero se enfilan, uno detrás de otro, los boxes techados de paja, detalle campestre que cumple, en este caso, la función de cochera.
Una construcción de piedra y quebracho colorado reproduce un casco de estancia. Abrazando las doce habitaciones se encuentra una galería abierta de baldosas coloradas, con cuadros firmados por artistas locales. Trozos de cortezas -emperchados en las blancas paredes- bautizan los dormitorios con los nombres de los árboles del lugar. Una pileta de natación -que sobresale por sus dimensiones- es otro de los atractivos para aquellos que buscan disfrutar del verano.
Ana Echenique
Para no andar con mucho rollo
Casero: toda la comida que se sirven en el lugar es elaborada allí y permite ver mejor el Champaquí y todo el valle de Traslasierra.
Si bien toda la posta es hechizante, el comedor cautiva la atención de los recién llegados: sus tres ventanales con marcos de algarrobo y su rústica decoración sellan a la hostería con una inusitada singularidad. I¦van Ahumada y Alicia Segura, una pareja de criollos como la mazamorra, atienden personalmente la hostería.
La publicidad de boca en boca permite que el servicio que se brinda sea efectivo y amistoso.
Ellos mismos se encargan de la cocina y ofrecen empanadas criollas y asado con mazamorra, pan recién sacado del horno, fiambres y mermeladas caseras, todo para chuparse los dedos.
El alojamiento en la posta (habitación doble 90 pesos) incluye el desayuno, que se sirve de 8 a 12, pastelería por las tardes, cena y barra libre.
Para hacer
¿Qué hacer cuando no hay nada que hacer?
Una de las actividades para matar el ocio es la pesca de truchas arcoiris, percas y pejerreyes en el Dique de la Viña (a 12 kilómetros). Allí también se puede practicar windsurf y esquí acuático.
Las excursiones guiadas al cerro Champaquí (entre 20 y 30 pesos) son otro de los atractivos de la zona. La ascensión al cerro se puede hacer a pie o a caballo (ambas opciones llevan 12 horas) y los puntos de salida son desde la misma Posta del Mistol. Al atardecer se observa, desde la cima del Champaquí, un gigantesco mapa natural del Valle de Traslasierra, y el dique de la Viña roba los colores rojizos al cielo mientras los centros poblados del Oeste se esfuman como fantasmas en el horizonte.
Hacia el Sur, por el fértil Valle de San Javier, recostado sobre el faldeo occidental de la Sierra de Comechingones, se puede ir en auto hasta Merlo (60 km) -provincia de San Luis-. Los caminos polvorientos de ripio atraviesan los pueblos que unen estas dos localidades: San Javier, Yacanto, Luyaba, La Paz, Loma Bola.
Las casonas donde los ingleses de los ferrocarriles vacacionaban en la primera década del siglo son parte del paisaje, así como los artesanos fabricando sus piezas de cerámica y cuero con harta paciencia.
Traslasierra deja un olor a calma que despista los sentidos de los citadinos que se atrevieron a unirse a la historia cotidiana de este lugar detenido en el tiempo.
Para mayor información hay que llamar al 051-24007.
Fotos: Carlos Couto y Fernando Vélez
Información
La Casa de Córdoba en Buenos Aires tiene múltiples propuestas para turistas inquietos.
Se encuentra en Callao 332, teléfono 371-1668.