

SINGAPUR.- Para mucha gente, Singapur es apenas una escala de avión para conocer otro país del sudeste asiático. Es cierto que yo también llegué con esta idea: mi objetivo eran Camboya, Laos y Vietnam. No tenía ninguna expectativa.
La sensación que uno tiene al llegar es que la ciudad está totalmente lista para ser disfrutada, usada, exhibida. Ya el aeropuerto es un tema clave. En general cualquier persona que frecuenta aeropuertos sabe que todos -sin excepción- son complicados, engorrosos, poco gratos. Son un trámite necesario que trastorna casi siempre por temas de seguridad, por la visa, por las filas. Siempre por alguna razón los empleados de Migraciones son poco afables y uno teme haber hecho algo mal que justifique ser deportado. En Singapur hay que presentar el certificado de vacunación contra la fiebre amarilla, el pasaporte y un papel que se llena en el avión. Y todo resulta fácil: son amables y educados.
Camino al hotel y buscando similitudes, puede asociarse con una mezcla rara de Miami y Nueva York: edificios altos, negocios, carteles luminosos. Sorprende la prolijidad de las calles, los canteros con flores cuidadas y el conductor del lado de la derecha como en Inglaterra.
Esta ciudad-estado con 640 km2 está compuesta por la isla del mismo nombre y por otras 54 más pequeñas. Su historia está asociada a la figura de sir Stanford Raffles que, en 1819, desembarcó en la isla y la reivindicó como puerto franco británico. Actuando en representación de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales compró en 1819 el puerto comercial de Singapur al sultán de Johore y, posteriormente en 1824, decidió comprar toda la isla. A partir de esa fecha, Singapur pasó a ser la ciudad británica de referencia en todo el sudeste asiático, el puerto más importante para el comercio ingles en Asia y la puerta de acceso al Extremo Oriente.
Raffles fue el fundador de la Singapur moderna y, exceptuando el período de invasión japonesa en 1942, quedó bajo el dominio británico hasta 1959, cuando alcanzó su autonomía y entró en el Commonwealth. En 1963 se unió a la Federación de Malasia, de la cual se separó dos años después para transformarse en un estado independiente, el 9 de agosto de 1965.
Con casi 4,5 millones de habitantes, Singapur está básicamente compuesta por chinos (cerca de 75%), seguida por malasios, indios y otros grupos étnicos. Por lo tanto hay cuatro idiomas oficiales: el malasio, mandarín, tamil e inglés. Etnicamente multifacética adopta el modelo de lo que se acostumbra llamar política de la buena-convivencia. Todos se imponen, pero, al mismo tiempo, todos se respetan. Los chinos, como gran mayoría de la población, llevan ventaja en el perfil urbano, humano y gastronómico de la isla.
Calor todo el año
Geográficamente se sitúa próximo a la línea del ecuador y, por ese motivo, man tiene una temperatura media anual de 30°C. Entre noviembre y enero se da el período de lluvias, pero hay infinitas posibilidades de no darse cuenta. Por empezar dedicarse a conocer todos los vericuetos del subterráneo. Que además de ser un medio supereficiente y económico de transporte es una caja de Pandora. Hay de todo: es una ciudad completa bajo tierra.
En las últimas décadas, Singapur se convirtió en uno de los países con mayores índices de desarrollo de toda Asia, en parte se debe al empeño de las autoridades en cuidar la ciudad atrayendo progresivamente no sólo a hombres de negocio, sino también a millares de turistas de todas partes del mundo.
Leí en algún lugar que Singapur da la idea de estar construida según los patrones del feng shui dada la armonía y el orden que la ciudad exhibe.
El primer día, como en cualquier lugar desconocido al que uno llega, hay que hacer un city-tour por la Garden City -como le dicen a Singapur-, que incluye el Jardín Nacional de las Orquídeas donde hay más de cuatrocientas especies, Chinatown, Little India, un paseo en barco por el río Singapur y a la noche, la visita al zoológico o lo que ellos llaman Night Safari, una especie de Temaikèn menos interesante y lleno de negocios temáticos y locales de comida, como en Disney. Hay micros itinerantes por 12 dólares (boleto de un día con viajes ilimitados).
A medida que uno recorre Singapur se sorprende con la manera tan natural en que conviven las distintas religiones, las distintas culturas, las distintas comidas y las distintas arquitecturas. En aproximadamente una o dos cuadras es posible visitar un templo budista, uno hindú, una mezquita, una iglesia y una sinagoga. De la misma forma es posible comer arroz, curry, noodles, mariscos y chatarra. Es el paraíso encantado de las compras y no es en vano que sus habitantes se reconozcan como adictos al shopping.
Aunque es más cara que Vietnam o Camboya, es perfectamente posible conocerla de una forma económica. Una botella pequeña de cerveza cuesta 4 o 5 dólares, se puede comer por menos de 10 dólares en especial en los mercados locales, que están absolutamente organizados y limpios y sirven comidas sabrosísimas, además de ser una buena opción para aquellos que no son aventureros a la hora de comer.
Las fotos de todos los platos están a la vista y los precios varían de 4 a 15 dólares.
Como un rompecabezas
Tengo una amiga brasileñ a, Maria da Gracia, que se enamoró de Singapur y afirma: "Todo está organizado y es seguro. La sensación es la de un gran rompecabezas en el que todas las piezas se ubican en su lugar muy fácilmente". Desde el lugar más simple hasta el más lujoso. Y aunque el país sea famoso por la rigidez exagerada de sus leyes, el singapurense se beneficia con este orden y lo disfruta. Y los turistas también. Dicen que está prohibido comer chicles. Nos contaron que si a alguien se le ocurre orinar en la calle debe pagar una multa de 25 euros.
No se puede dejar Singapur sin estar un par de horas largas en el subte. Medio de transporte que ni se compara con el de las ciudades europeas. Es otra cosa. El Mass Rapid Transit (MRT) une la ciudad de una punta a otra, incluyendo el aeropuerto. Y está limpio hasta la exasperación. Se paga conforme el recorrido y la tarjeta recargable se puede devolver y recibir un dólar al fin del viaje. Fácil, fácil. En una estación vi a una señora de delantal que pasaba el lampazo cada vez que se detenía el tren. Pero no sólo es un medio de transporte. Es una ciudad entera completa de dos y tres pisos bajo tierra. Hay de todo: desde el tren hasta agencias de viaje, bancos, negocios de todo tipo y también spa. Todo lo imaginable. Restaurantes caros y superbaratos. Calles, baños, peluquerías. Según nos dijo la guía, es tan cara la tierra en la zona céntrica que continuaron la ciudad hacia abajo.
Llegué para el año nuevo chino: las calles estaban decoradas con moños rojos, llenas de arbolitos de mandarinas, que son tradicionales, como el pino es el símbolo de la Navidad occidental. Fui a comer a un restaurante chino bastante elegante: las señoras con vestidos rojos superarreglados. Los señores con algo rojo en su atuendo. Se notaba que era una noche especial. Una vez que los comensales se levantaban de la mesa, una camarera entregaba una bolsita también roja que de lejos parecía una atención de Tiffany. Cuando me levanté, también me entregaron mi bolsita de regalo. La abrí y se develó el misterio: había dos mandarinas. Símbolo del año nuevo y de suerte.
Una moda muy rara es la reunión de amigas a la hora de la comida o después del trabajo en el fish spa, que está en los centros comerciales y que consiste en una gran pileta transparente con peces pequeños colocada en la vidriera y donde la gente se sienta en una banqueta, coloca las piernas hasta la rodilla, paga 10 dólares singapurenses por diez minutos y termina con los pies pulidos, sin durezas. Primero da risa; después de un rato de ver una cantidad importante de señoras y señores de todas las edades esperando turno dan ganas de probar.
Es interesante conocer el Museo de Arte Moderno, su shop y su café, y también el Shopping (Takashimaya), un súper mall donde hay de todo: desde negocios de marcas carísimas y tradicionales hasta grandes tiendas de perfil más económico. Otra escala es dar un paseo por el hotel Raffles, construcción de principios del siglo pasado estilo colonial inglés donde se puede tomar un trago o un café. Vale la pena. Allí se alojó Somerset Maugham.
Se puede caminar tranquilamente de día y de noche por las calles. La amabilidad de la gente es cautivante y a veces, los occidentales nos quedamos sorprendidos ante tanto agasajo. Desde el chofer del taxi, el empleado de un negocio, la señora que informa en el subte, el conserje del hotel hasta cualquiera que uno consulte en la calle. Todos se empeñan en decir una y otra vez cuán segura es la ciudad y que por lo tanto no hay problemas para circular tranquila. Me dio la sensación de que se enorgullecen del lugar donde viven.
Todo acondicionado
A pesar del calor y la humedad, el malestar es fácilmente superado ya que es la capital mundial del aire acondicionado. Un saquito en la mano no está demás, ya que colectivos, restaurantes y todos los lugares que tienen puertas están acondicionados.
En la mayoría de las ciudades occidentales, Chinatown es sinónimo de caos, vendedores ofreciendo todo por 10 dólares y comidas extrañas por todas partes. Olvídese. En Singapur el Barrio Chino es bastante ordenado a pesar de estar muy concurrido. En esta ciudad, cerca de dos tercios de la población es de origen chino. En Chinatown de Singapur uno se sorprende por la cantidad de locales, galerías y restaurantes. Y ni hablar de los templos budistas que son conmovedores. Es una filosofía o religión tan amigable que da gusto. Uno no puede privarse de comprar un incienso y encenderlo para depositarlo frente al buda junto con centenares de creyentes.
El contraste arquitectónico de esta ciudad es cinematográfico. En el centro, edificios del período colonial conviven en armonía con rascacielos modernísimos.
Little India, como se llama al barrio hindú, es una sorpresa aun para los que fueron a la India. Tiene algo de escenografía. En este barrio se puede encontrar desde el curry más picante a un dólar la bolsa, pasando por la pashmina más sofisticada, una vaca en un patio, gallinas hasta una caja de madera tallada que podría estar en una vidriera de la Quinta Avenida.
De todas maneras, cada barrio tiene su templo correspondiente. Los templos hindúes son exóticos en su arquitectura. No vimos el Taj Mahal, pero eso quedará para otro viaje...
Por Any Ventura
Para LA NACION
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Datos útiles
Cómo llegar
El pasaje de ida y vuelta cuesta desde 1830 dólares, con tasas e impuestos, por South African Airways (con escala en Johannesburgo; los vuelos comienzan el 8 de abril).
Dónde dormir
Furama City Center Hotel. Desde 88 dólares más impuestos la habitación (60 Eu Tong Sen Street, 65-6533-3888, en el corazón del Barrio Chino).
Peoples Park Shopping Center. Tarifa desde 240 dólares. (65-6737-3644).
Moneda
Un dólar norteamericano equivale a 1,51 dólares de Singapur, la moneda local.
En Internet
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