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Sólo se trata de bailar

El predance se hace en algún pub cercano a la avenida Bunge o en algún departamento; bien pasada la medianoche se inicia el desfile hacia Ku o El Alma, los dos megaboliches que concentran a miles de jóvenes. El consumo de alcohol, una constante




Poco después de que el sol se esconde, la noche deja mostrar aquí su mística. Las calles que serpentean los médanos se pueblan de turistas y las camionetas 4x4 se agrupan en Bunge y Del Libertador, en pleno centro comercial, en una suerte de improvisado encuentro. Los jóvenes van de un lado a otro. Falta un par de horas para la medianoche y Pinamar ya está a pleno: si buscar un lugar para cenar es la consigna, se diría que es tarde.
"Ahora es momento de la previa, de tomar unos tragos para llegar al boliche bien arriba", cuenta Ezequiel, un porteño de 23 años, que anticipa cómo será el itinerario nocturno.
Se cumple su augurio: él, como tantos otros, eligen distintos pubs para llevar adelante el ritual de reunirse con amigos, tomar algunos tragos. La otra opción es utilizar el departamento alquilado como antesala del boliche, muy a pesar de la opinión del vecino que vino con la esperanza de descansar y de dormir.
"Mucho dinero no tenemos, así que vamos al supermercado, compramos lo que vamos a tomar y nos reunimos con mis amigas en el lugar que alquilamos. Está todo muy caro como para salir a tomar afuera", se queja Analía, una cordobesa de 20 años.
De una manera o de otra, el vértigo nunca falta. Ya es medianoche cuando la avenida Belgrano, que une el centro comercial con la disco Ku, es una larga procesión de luces. Algunos caminan por la calle y otros llegan en cuatriciclos. La gente se apila en la entrada -los fines de semana cuesta 30 pesos- y el look es más bien "playero": los hombres van de jeans, remera y zapatillas, y ellas, con musculosa y una mini, comúnmente. "No hay mucha producción, porque en el boliche hace mucho calor y todo lo que te pongas te queda medio arruinado. La onda es pasarla bien así", dice Andrea, que llegó desde Rosario.
En Ku, los muchachos prefieren el vodka mezclado con alguna bebida energizante, y ellas, el Daikiri de frutilla.
Las barras trabajan a pleno con un público que promedia los 22 años. En el aire se advierte el entusiasmo compartido.
"Esto es así, cada cual hace la suya y no molesta a nadie. Toda la noche es bailar y bailar", dice Santiago.
La música electrónica los automatiza. Se mueven todos iguales. Como una megaexposición de lavarropas funcionando: van para aquí, y para allá.
Son las 4 cuando Gustavo Palmer, dueño de Ku, enciende movida y larga el hit del verano 2007: "Laky head", de Nick Fanciulli, y Mike Cameroni convoca a bellas señoritas en un vip.
"Esta temporada hay un 30% más de gente que años anteriores. Y no veo que se descontrolen tanto como en otras épocas. La juventud está más tranquila", dice Palmer.
Algunos están tranquilos; otros, no. El alcohol circula con mucha frecuencia, pero nada que sorprenda respecto de otros boliches.
"Tengo el récord de haberme ido todas las noches con una mujer distinta", alardea un tucumano, con un vaso de Fernet con Coca, y recibe la aprobación de sus amigos. La estrategia de seducción en el boliche no cambia con el tiempo: las mujeres más bonitas se agrupan y ellos "revolotean" por cada rincón.
Loas métodos, en cambio, si son diferentes. "O te ponés a bailar con alguien, de manera circunstancial, o directamente le das un beso y listo. Eso de conversar no va más, hermano. Hay chicas que tienen onda y está todo bien; y otras que no te dan ni la hora", cuenta Agustín con pinta de ganador.
De 6.30 a 7, llega el final. Ya pasaron desfiles de mujeres en bikini y a varios les cuesta mantenerse en pie. No son todos, claro. Pero llaman la atención los espectáculos de acrobacia de los trasnochados. "Ahora hay que irse un rato a la playa y después a casa", dice uno que rumbea hacia el mar, ya con el sol brillante delante de sus ojos. Es que, en Pinamar, la noche termina bien entrada la mañana.

Seguridad reforzada

Tres patrulleros y dos ambulancias custodian la salida de los boliches Ku y El Alma, para asistir a los jóvenes ante cualquier eventualidad. La hora más crítica es durante el cierre de las discos: algunos que están ebrios suelen ocasionar disturbios. También hay custodia policial sobre la calle Belgrano hacia el centro de Pinamar.

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