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Sonidos poco casuales




Muestra en el MOMA y otros secretos de NY

El fin de semana que pasó, fui a una playa en Brooklyn, que queda a distancia de subte desde casa, para aprovechar el verano antes de que se nos escape en este lado del mundo. Domingo de descanso y visita a uno de mis cafés preferidos en Brooklyn, Atlas café, ubicado en 116 Havemeyer. Se lo muestro a través de fotos, así lo conocen. La contra es que tiene pegado, en una de sus paredes, un Atlas gigante, en el cuál no aparecen ni Argentina ni Sudáfrica porque alguien decidió injustamente que podían prescindir de esa parte del mapa.
Buena noticia, colgué las luces de colores en mi escalera de emergencia.
La sorpresa de este fin de semana fue una muestra del MOMA.
Como les habré dicho, Nueva York siempre tiene una novedad bajo la manga. Me enteré por el diario de New York Times que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA, por sus siglas en inglés) realizaba por primera vez una exposición de arte sonoro, titulada "Soundings: A Contemporary Score". El viernes, como la entrada es gratis y andaba cerca, decidí darme una vuelta. Valió la pena la visita. Más abajo les cuento sobre esta muestra que escapa de lo clásico.





La muestra evidencia que el sonido no sólo despierta nuestro sentido del oído, sino también: imágenes, ambientes, recuerdos, emociones, texturas...
Por ejemplo, en la sala intervenida por Jana Winderen pasan sonidos de murciélagos, peces de aguas profundas e insectos, que son inaudibles para los seres humanos. Pero la artista logra convertirlos en audibles, y de este modo nos traslada a un submundo donde seres oscuros crujen, rechinan y chirrían.
En otra sala, hay parlantes que pasan música de una orquesta, pero sólo con la grabación de dos instrumentos: chelo y viola. El resultado es una música triste y pausada. La misma está basada en una composición escrita en 1943 por Pavel Haas cuando estaba preso en un campo de concentración alemán. El aparato de propaganda Nazi hizo un espectáculo de esta pieza con una orquesta compuesta íntegramente por prisioneros. Cuando terminó la performance, mataron a los músico, incluido Haas.
La propuesta del artista Tristan Perich es sugerente. Son 1500 parlantes colgados en la pared que pasan diferentes tonos. Con el movimiento de cabeza (cuando uno pasa caminando, moviéndose para arriba para abajo y para los costados) uno toca un instrumento gigantesco.
Y hay más: ver el sonido a través de las vibraciones que se generan en el agua o el marco lumínico y musical que compone Richard Garet para acercarnos a un cuadro de Mondrian (que pertenece al MOMA) de un modo diferente.



Espero que les gusten las fotos. Ustedes, ¿cómo aprovecharon el fin de semana? ¿Fueron últimamente a ver una muestra de arte?

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