Tel Aviv, contrastes de hoy y de ayer
Destinada a ser relegada por Jerusalén, esta ciudad asoma en medio de hippies, turistas y hasidim, que se codean entre monobloques, zocos y edificios estilo Bauhaus; posee una historia y un alma muy características dignas de conocer
10 de julio de 1998
TEL AVIV (The New York Times).- Su problema es estar condenada a vivir eternamente a la sombra de Jerusalén. Uno sube de la sofocante ciudad costera a la Jerusalén celestial, encaramada sobre una fresca colina de Judea, 56 kilómetros tierra adentro, y hay una gran diferencia de edad -3950 años, siglos más, siglos menos- y de reputación entre la sibarita desenfadada y la Ciudad Santa de las tres grandes religiones.
También está la dura realidad de que pocos turistas hacen su primera escala en Tel Aviv.
Por otra parte, sus habitantes no querrían vivir de otro modo. En un país en que todo parece controvertido, donde cada roca está impregnada de simbolismo, religión, historia, sacrificio y sangre, Tel Aviv se yergue, orgullosa, como un centro indiscutiblemente israelí de caótica vida urbana, una ciudad de veranos tórridos, embotellamientos de tránsito y estupendas diversiones. Todo muy normal.
El visitante que desee tomarse un respiro de la intensidad de Tierra Santa y ver cómo es realmente el Estado de Israel haría bien en zambullirse en esta metrópoli informal, afectadamente laica y absolutamente moderna.
Entre plátanos
Esto no significa que sea la Gomorra que pintan los jerosolimitanos creyentes.
En cambio, sí es el antiguo puerto de Jaffa, hermosamente restaurado, con sus diminutas y refinadas boutiques de objetos de arte y sus alegres restaurantes.
Es la extensa playa sobre el Mediterráneo; los bulevares anchos e imponentes, sombreados por plátanos, gomeros y acacias; el bullicioso mercado Carmel, en el barrio yemenita; el increíble desfile de hippies y hasidim por la calle Sheinkin; la elegancia de la era Bauhaus redescubierta en Lev Tel Aviv, su corazón triangular. Allí, unos judíos que huían de la atestada Jaffa trazaron las primeras calles de una nueva ciudad.
Tel Aviv nació en 1906, cuando esos pioneros se animaron a reclamar casi 13 hectáreas de arenas al norte de Jaffa; de ahí su nombre oficial: Tel Aviv-Jaffa.
Un lugar anticonvencional
Sucesivos períodos de pobreza, trabajo arduo y prosperidad dejaron rastros estratificados que explican los llamativos contrastes de hoy.
La Tel Aviv propiamente dicha no es un lugar de vistas o excursiones turísticas en el sentido tradicional, pero posee una historia y un alma muy características.
Empezarán a advertirlas con sólo dar un paseo por la playa. Aun en invierno, la costanera se anima con trotadores, caminantes y partidos de pelota a paleta en la arena.
Los sábados, de 11.30 a 14.30, hay bailes folklóricos cerca del hotel Dan Tel Aviv.
Donde hubo dunas, hay cafés, restaurantes (al paso y tradicionales) y hoteles. La actividad se prolonga hasta altas horas, sobre todo en las noches templadas.
Caras distintas
La manera ideal de vislumbrar las diferentes caras de la ciudad es recorrerla a pie.
Echen a andar calle abajo por Sheinkin, un Greenwich Village local con el toque exclusivamente israelí de los hasidim, que todavía mantienen sus yeshivot (escuelas) entre las boutiques y galerías de arte.
Doblen hacia la izquierda por Hacarmel y llegarán a Carmel, el mayor mercado israelí al aire libre, y, luego, al apiñado Barrio Yemenita. Carmel da al paseo peatonal Nahalat Binyamin donde, los martes y viernes, los artesanos exponen y venden flautas, campanillas, etcétera.
Refinada arquitectura
Para cerrar el triángulo de Lev Tel Aviv, tomen por Ahad Haam y admiren la audaz arquitectura de los años treinta: casas de 2 y 3 plantas, en estilos híbridos -mitad internacionales, mitad del Medio Oriente- que, por fin, están recuperando su esplendor prístino.
Toda visita a Tel Aviv debería incluir un paseo sin prisa por el laberinto restaurado del casco viejo de Jaffa.
Antiguamente, sirvió de puerto a Jerusalén y aún conserva las fortificaciones y los templos que tal función exigía.
Desde la fortaleza, en la cima de la colina, tendrán una magnífica vista de Tel Aviv y el Mediterráneo.
Más allá del casco viejo de Jaffa se extiende una ciudad que ha conservado gran parte de su herencia árabe, desde los alminares hasta un mercado de pulgas.
Una agenda con problemas
Este año, Israel cumplió su primer medio siglo. Una falla de organización ha raleado su agenda de actos especiales. Aun así, en Tel Aviv no escasean los espectáculos.
- El Museo de Arte (27 Shaul Hamelekh Blvd.) es un escaparate de obras del siglo XX que, ya en el vestíbulo, nos sorprende con un mural de Roy Lichtenstein.
Inició el año con una exposición de 350 obras surrealistas pertenecientes a la colección de Charles y Evelyn Kramer. La entrada general da derecho a visitar el Pabellón Helena Rubinstein (6 Tarsat Blvd.) dedicado a muestras temporarias de arte contemporáneo y la exhibición permanente de algunas de las habitaciones en miniatura que coleccionaba Helena.
Horarios: domingos, lunes y miércoles, 10 a 18; martes, 10 a 22; viernes y sábados, 10 a 14.
Los miércoles, a las 11.30, hay una visita guiada en inglés. Entrada: unos 7,75 dólares; estudiantes, 3,70. Informes: 696-1297. Vayan anotando los prefijos: 972-3.
- El Museo de la Diáspora , situado en el campus de la Universidad de Tel Aviv en Ramat Aviv, un suburbio al norte de la ciudad, ofrece una amplia introducción a la historia judía.
En enero se inauguró una muestra especial sobre el Gaón de Vilna, famoso erudito del siglo XVIII. En febrero, abrió otra sobre los judíos norteamericanos con fotos de Frederic Brener.
Su fondo no incluye objetos antiguos ni obras de arte originales. En las salas y vitrinas se desarrolla, más bien, el tema de la diversidad y unidad judías a través de los siglos.
Se accede por la calle Klausner, Gate 2 (segunda puerta), en estos horarios: domingos-martes y jueves, 10 a 16; miércoles, 10 a 18; viernes, 9 a 13. Entrada: 7,35 dólares. Informes: 646-2020.
- Pueden pasear por el campus, entre palmeras y edificios contemporáneos, y disfrutar desde su altura el hermoso panorama del valle del Ayalon.
La ciudad vieja
- Para echar un vistazo encantador a la vieja Tel Aviv nada mejor que visitar el Museo Bet Bialik (22 Bialik St.; 525-4530).
La casa de Haim Nachman Bialik, máximo poeta moderno en idioma hebreo, se ha conservado tal como la dejó al morir, en 1934.
Su extraña mezcla de estilos -internacional y del Medio Oriente- da una idea de la Tel Aviv culta y europea de los años 20.
Se visita gratuitamente en estos horarios: lunes a jueves, 9 a 16.30; sábados, 10 a 17.
- Los amantes del teatro que no hablen hebreo pueden ir los martes al Cameri (101 Dizengoff St. esquina Frishman St.), el principal de la ciudad, y presenciar la función con traducción simultánea al inglés por auriculares.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)
Serge Schmemann