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Terrazas con vista al gran imperio inca

Entre las más taquilleras Cusco y Machu Picchu se abre el Valle Sagrado, con su cosecha propia de pueblos rurales, ruinas prehispánicas y mercados artesanales, además de sofisticadas áreas de cultivos en altura




Sandro fue el ídolo de América. Y Sandro, el guía, es el ídolo de su grupo de turistas. Los tiene a todos y cada uno literalmente pendientes de su teatral charla sobre la cultura inca, mientras el bus sale de los suburbios altos de Cusco y avanza en dirección al Valle Sagrado. Apenas algunas miradas furtivas por las ventanillas para ver desfilar los mercaditos improvisados en los cruces de las calles, donde las casas de material a la vista forman bloques irregulares a lo largo de la carretera.
A pesar del imponente paisaje, la gran llanura enmarcada por altas montañas, el show está dentro del bus. Y va a durar todo el día, gracias a Sandro y su inolvidable viaje de 500 años en el tiempo, hasta los siglos más esplendorosos de la cultura incaica, en este valle que se encontraba en el corazón mismo de su inmenso imperio.
En dirección a Pisaq, la primera parada, se deja en camino el sitio de Saqsaywaman, una suerte de fortaleza sobre una de las montañas en torno a la ciudad. "Este lugar era la cabeza del puma que dibujaba el mapa urbano de Cusco. Estaba a 3700 metros y desde aquí los incas trataron de organizar la reconquista de su capital cuando llegaron los españoles", comenta Sandro.
¿Una cabeza de puma? En la desbordada y caótica ciudad de hoy es posible todavía adivinar la traza de los palacios, las calles y los ejes prehispánicos. Gracias a las explicaciones del guía, el cuerpo de un puma mitológico aparece poco a poco y proyecta su cabeza en aquello que, visto desde las ruinas mismas, sería sólo una sucesión de altas paredes.

A la vera del Urubamba

Apenas pasó una hora y estamos por llegar a Pisaq. A estas alturas ya comprobamos la preferencia de Sandro por Pachacutec entre todos los incas que se sucedieron a la cabeza del imperio. "Fue el noveno de los incas, reinó en torno a 1450 y gracias a su fortaleza el imperio conoció una expansión fulgurante". Fue también quien ordenó la construcción de Saqsaywaman, un obra que duró cincuenta años y necesitó la participación de decenas de miles de hombres que venían a rendir su tributo al inca a través de su fuerza de trabajo.
Pisaq es un pueblo de calles muy angostas, construido a la vera del río Urubamba. Está a sólo un poco más de 30 kilómetros, pero el relieve y la ardua salida de Cusco obligan a realizar el trayecto en algo más de una hora. "Hay dos Pisaq, señores –comenta Sandro– en un rato volveremos al pueblo actual, para visitar el mercado. Pero ahora vamos a ir arriba de la montaña que vemos aquí frente. Hasta la primera ciudad de Pisaq, que fue una de las más importantes del Valle Sagrado".
En realidad, como nos detallará en unos minutos, son cuatro los sitios o los barrios de esta misma ciudad, diseminados a lo largo de una cresta. Generalmente se visita el más cercano a la parada de los buses. Algunos se animan a subir a otro grupo, que vemos más arriba en la montaña, y otros a seguir un camino que domina toda una ladera con terrazas de cultivo para pasar por una puerta de piedra tallada y descubrir un imponente panorama sobre el valle y llegar a otro barrio, el más alejado de todos, cientos de metros más adelante. "Pisaq era un centro a la vez religioso y militar, porque hay templos y una fortificación, que seguramente defendía el acceso al Valle Sagrado".
Abajo, en el valle, el pueblo actual es esencialmente un centro comercial. El mercado ocupa toda la plaza central y concentra la actividad de buena parte de la población. Hay que alejarse sin embargo un poco –a veces alcanza con unos metros- por las calles que salen del mercado para conocer pequeños negocios y galerías de artistas locales, topándose con el alma verdadera del pueblo.
La parada técnica del almuerzo se hace en Calca, donde hay varios lugares preparados con comidas de cierto toque local y un servicio lo suficientemente rápido como para no perder mucho tiempo y aprovechar más la excursión que se viene. La mayor fortaleza de todo el valle, Ollantaytambo.
El camino transcurre en medio de un paisaje rural de otros tiempos. Se cruzan pequeños pueblos donde las mujeres todavía visten el atuendo típico de los Andes: gruesas capas de faldas superpuestas y un sombrero de felpa, mientras llevan sobre los hombros cargas envueltas en mantas de lana multicolor.
Luego de Calca viene el pueblo de Urubamba, un nombre que la localidad comparte con el del río que atraviesa todo el Valle Sagrado. A esta altura dejó de ser un arroyo modesto para cobrar cierto caudal, pero no ha perdido el vigor de su corriente ni el tono lácteo que le dan las aguas de deshielo. En torno al valle hay varios picos nevados, como el Nevado Verónica.

Ollantaytambo

En las afueras de Urubamba pueblo se levanta el hotel Belmond Río Sagrado, un establecimiento de excelente nivel que se encuentra en medio del Valle y es una opción a considerar para quienes no quieren volver a Cusco por la noche, sino hacer trayectos más cortos y estadías más largas en los centros de Pisaq, Chinchero, Maras y Ollantaytambo.
El atribulado pueblo de Ollantaytambo es uno de los más visitados. Por varios motivos. Pero como se trata de un lugar relacionado con el pasado inca del valle, escuchemos a Sandro: "Aquí estamos, señores, frente a un sitio verdaderamente ciclópeo. Fue una fortaleza, que protegía el otro extremo del valle. ¿Qué protegían los incas con tanto cuidado? Su fuente de comida, porque el valle, gracias al río, era un lugar extremadamente fértil y, por su superficie plana, cómodo de explotar.
Vemos en las faldas de las montañas el trabajo que hubo que hacer para crear las terrazas de cultivo, así que este valle era una verdadera bonanza para la agricultura y la producción de comida". Aprendemos también que la producción de alimentos y la agricultura fueron la base del poderío del imperio en estas montañas donde conseguir víveres era un rompecabezas. Un poco más adelante, vamos a conocer incluso lo que fue seguramente el primer centro de aclimatación de plantas. Pero por el momento llegamos a una calle atiborrada de pequeñas motos que ofician de taxi, de buses y de vendedores ambulantes.
Hay que caminar unas decenas de metros para llegar a un mercado (los productos son los mismos que en Pisaq y la experiencia nos demostrará a lo largo del día que serán los mismos en todos los demás mercados de la región) y a la puerta de entrada del sitio arqueológico. Las explicaciones de Sandro, por más teatrales y enfáticas que hayan sido, quedaron cortas frente a la imponencia del lugar.

Regreso con salinas

La visita deja tiempo suficiente para subir hasta arriba de la escalera que se abre paso entre las terrazas… y para recuperar el aliento una vez llegado arriba… Como es uno de los sitios más visitados, Sandro tiene un distintivo, un palo con un pedazo de tela de color en la punta. En Machu Picchu los guías tienen el mismo sistema para no perder su grupo durante la visita. Hoy, Sandro es el de color rojo.
La fortaleza fue uno de los últimos bolsones de resistencia de los incas frente a los españoles. En su base estaba la ciudad, cuyas ruinas se pueden recorrer. El flanco de la montaña está totalmente ocupado por terrazas superpuestas y una escalera empinada que lleva hasta la ciudadela y el templo, a 2800 metros de altura. Se dice que un túnel subterráneo comunicaba con la ciudad de Cusco, a casi cien kilómetros. Para los admiradores de la civilización inca, todo parece posible realizar. El trazado de la ciudad forma una mazorca de maíz, con las casas emplazadas como si fuesen los granos.
El pañuelo rojo de Sandro ya está abajo, casi en la entrada al predio. Es hora de irse entonces. El bus pasará cerca de la estación de trenes: es allí donde los distintos servicios hacen una parada en el ramal entre Poroy (a las afueras de Cusco) y Aguas Calientes (el pueblo al pie de Machu Picchu). Porque al sitio más famoso de América se accede únicamente caminado –por el no menos famoso Camino del Inca– o en tren, o mejor dicho en cuatro trenes. Tres son del grupo inglés Belmond: el Expedition y Vistadome (bajo la marca Perú Rail) y el Hiram Bingham (un tren de lujo que reproduce los viajes en ferrocarril de la Belle Époque con servicio de comida a bordo preparado por uno de los mejores hoteles de Cusco, el Monasterio). También hay otra empresa que propone un cuarto tren, el Inca Rail.

Una depresión llamada Moray

Tanto el tren como su destino final, Machu Picchu, son tema de otra visita y otro día. Mientras tanto, el bus emprende el regreso. Por lo general se vuelve directamente a Cusco, pero se pueden hacer visitas a medida y en tal caso es posible combinar el regreso por Chinchero y por los sitios de Maras y Moray, si los horarios lo permiten. Estos destinos en general se venden como otra excursión desde Cusco, de medio día.
En todo caso, valen la pena. Moray es una depresión en la montaña, una especie de cráter que fue acondicionado con terrazas de cultivo y funcionó como centro de aclimatación principalmente para papas en tiempos del Imperio Inca. Para llegar hay que cruzar una porción del altiplano, al pie de los nevados. Es tiempo de bajar y subir al ritmo de las explicaciones entusiastas de Sandro sobre los hallazgos biológicos de los incas, mientras el viaje sigue para ir no muy lejos hasta el sitio de las salinas de Maras.
Se accede por una ruta que bordea un precipicio empinado. Por suerte los comentarios del guía hacen olvidar que el bus roza el vacío durante la mayor parte del recorrido. Llegados a destino, se baja para descubrir una pequeña quebrada que ofrece un panorama sobre Urubamba y el Valle Sagrado desde el altiplano, y está cubierto literalmente por una infinita sucesión de salineras más o menos cuadradas. Todas son alimentadas por un único pequeño arroyo salado que filtra desde la montaña. Las sales de Maras, de color rosado, son famosas en todo Perú. Pero allí, más que la sal (que se puede comprar para consumo o para baños) la vista es el mejor recuerdo.
Antes de llegar de nuevo a las afueras de Cusco, se puede hacer una última etapa en Chinchero, donde funciona un centro artesanal atendido por vecinas del pueblo. Vestidas con trajes tradicionales, muestran las materias primas y las técnicas que utilizan para fabricar tejidos y prendas, a la venta allí mismo. Es la parada de compras más auténtica de todo el recorrido, directamente desde la fuente de producción. Y también es una última ocasión para Sandro de dar más precisiones sobre la cultura inca y su simbiosis con la naturaleza que la hizo nacer y crecer, en medio de este Valle Sagrado.
"Aquí, señores, termina nuestro viaje." Las palabras de Sandro quedarán mucho tiempo en el recuerdo de sus pasajeros. Durante todo el trayecto hasta los más chicos han dejado sus tablets y consolas portátiles para escucharlo, porque el poderoso imán de sus palabras funciona recreando un auténtico viaje en el tiempo hacia los fastos del imperio incaico.

Datos útiles

Cómo llegar. Para llegar a Lima y a Cusco: Avianca ofrece cinco vuelos diarios y directos desde Lima hacia la ciudad del Cusco.
Y tiene dos vuelos diarios entre Lima y Buenos Aires. www.avianca.com
Para alojarse. En Urubamba el Hotel Belmond Río Sagrado se encuentra en el kilómetro 75,8 de la Carretera Urubamba-Ollantaytambo. Ofrece excursiones a todos los sitios de la región desde el hotel mismo. También boletos de trenes para Machu Picchu desde la estación de Ollantaytambo. www.belmond.com.
Para hacer. Excursiones por el Valle Sagrado: Perú Tierras Mágicas Travel trabaja con el público argentino y vende excursiones programadas y a medidas en todo el valle. www.perutierrasmagicas.net.

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por Redacción OHLALÁ!


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