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Tesalónica, entre los rezos y la modernidad

Por aquí caminó Alejandro Magno, su grandeza se remonta al Imperio Bizantino y fue, hace dos años, Capital de la Cultura




TESALONICA.- Hombres hoscos. Rostros duros, como cortados con un filo, de tez cetrina. Y los ojos que parecen a punto de estallar. Gestos ampulosos y voces sólo superadas por ruidos más estridentes. Hombres que parecen discutir entre grandes bandejas de pescado fresco, tan fresco que algunos se mueven sobre los viejos platos de las balanzas dudosas y antiguas. Miles de hormas de quesos feta, aceitunas, dulces, frutas: el bullicioso mercado de Tesalónica, en el centro de la ciudad, se recorre en horas detenidas en sus tabernas olorosas, adonde llegan hasta los políticos.
Cerca del mediodía y acodados en la barra, los parroquianos tesalios beben su ouzo (licor), que se vuelve opalescente al contacto con el hielo. Son vasos dejados como al descuido, acompañados por un silencio que contrasta con la bulla del exterior. Es el silencio de los pensamientos, no del desgano o de la abulia. Estos hombres también comparten sus mezedes (entradas), miles de pequeños platos especiados que incluyen pescados, arrollados de hojas de parra y otras delicias que guardan los sabores más puros del Mediterráneo.
En las calles laterales se mezcla la melancolía sin palabras y la algarabía de lo cotidiano. Hay mesas a la sombra de hiedras que trepan sobre los edificios de frentes casi imperceptibles.
Allí, el visitante no puede darle descanso a los sentidos.
Mientras se avanza por las estrechas calles de piedra, rugosas, los extranjeros se sienten embotados de tantos colores y aromas.

En la historia

Tesalónica es la segunda ciudad en importancia de Grecia después de Atenas.
Es la capital de la provincia griega de Macedonia y fue declarada Capital Cultural Europea en 1997.
Su nombre fue puesto en honor a Thessaloniki , quien fue hermana de Alejandro Magno y esposa de Kassandros, el general que lo sucedió en el trono.
El primer asentamiento fue fundado en el 316 a.C.
Durante el dominio romano -150 años después-, la villa se convirtió en un puerto importante.
Por eso el apóstol San Pablo llegó hasta aquí en dos oportunidades y fundó una iglesia.
En el 350 d.C., el emperador Galerius decoró la ciudad con edificios y monumentos cuyas ruinas pueden verse en la actualidad: se mantienen casi por milagro, a pesar de las sucesivas invasiones de serbios, persas, árabes, venecianos y turcos, y de varios terremotos.
Con la llegada del Imperio Bizantino, Tesalónica recuperó parte de su grandeza.
En 1430, los turcos desembarcaron en sus costas y permanecieron durante 400 años; finalmente, en 1912, la capital macedonia fue devuelta a Grecia.
La puerta de Galerius, emperador romano del siglo IV, conducía a las prisiones romanas. En la actualidad, sus restos se pueden ver en la intersección de las calles Egnatia y Gounari. Después del gran incendio de 1917, gran parte de la ciudad fue reconstruida por el arquitecto francés Hébrard. Las largas avenidas, explanadas y parques componen un conjunto moderno en el que se han conservado las pinceladas de historia.

La ciudad vieja

Las anchas avenidas repletas de tiendas exclusivas contrastan con las murallas medievales de la ciudad vieja, Kastra o Ano Polis, en la cima de la colina. En un recodo de la antigua pared asoma un monasterio bizantino con un cartel que prohíbe el paso a las mujeres. El laberinto de estrechas calles de piedra se deja caer por la montaña cercada.
Todo el conjunto tiene aires de iglesia bizantina. Entre otras, se destaca la de San Demetrio, patrono de la ciudad. Debajo de su altar principal perduran antiguos baños romanos donde el santo fue martirizado, muerto y sepultado.
Es interesante escuchar la liturgia cantada entre bellísimos mosaicos bizantinos restaurados, enormes columnas y antiguos pórticos. En la entrada, el cuenco donde debería haber agua bendita guarda miguitas de pan.
También merecen visitarse las iglesias de Santa Sofía (del siglo XVIII) y la de San Jorge; los baños turcos de Hamman, y la mezquita de Ishak Pasha.
El Museo de Arqueología atesora cerámicas y objetos provenientes de excavaciones realizadas en Macedonia y Tracia, y esculturas romanas. Las alhajas y los utensilios en oro, plata o bronce del siglo IV a.C. sorprenden por su similitud con los actuales.
Sobre la Platía Aristotelous, las confiterías se suceden sobre las veredas que miran al mar. Al atardecer, es delicioso tomar un café helado, una copa de ouzo o cerveza contemplando el ocaso sobre el Egeo.

Tumbas robadas

Los arqueólogos descubrieron la tumba del rey Filipo II, el padre de Alejandro Magno (400 a.C), de la misma forma que los ladrones: por el techo.
Es que los macedonios construían las tumbas de forma tal que sólo una de las piedras fuera movible; el resto, de ser desplazadas, haría derrumbar todo el recinto y sepultaría inmediatamente a los ladrones.
El sitio se encuentra ubicado en Vergina, a una hora de auto de Thessaloniki.
En la época de gloria de Macedonia, los mausoleos se construían, a diferencia de los egipcios, luego de la muerte de sus destinatarios. Los cerraban por el techo y los cuerpos eran completamente enterrados para proteger las almas y como ofrenda a los dioses del mundo subterráneo.
Nada fue removido de su sitio original, descubierto en 1970 por el profesor Manolis Andronikos. Las criptas fueron totalmente desenterradas en 1977.
El largo pasillo que conecta con las paredes de mármol iluminadas embarga de emoción al viajero, a punto de contemplar monumentos con más de 2000 años de antigüedad.
Hay tres panteones que incluyen al rey Filipo II, asesinado durante la boda de su hermana. Se cree que el segundo mausoleo perteneció a la última de las siete esposas del mencionado rey, muerta en estado de gravidez en manos de Olympias, la madre de Alejandro el Grande.
El tercero pudo haber sido del hijo de Alejandro Magno, fallecido a los 15 años. Se encontraron otras dos tumbas reales saqueadas y restos de 47 lápidas de personas comunes. Los personajes reales fueron enterrados con sus colecciones de vasijas para perfumes, collares y armaduras de oro.
El pequeño y bellísimo sarcófago de oro con pies de león que se exhibe en una vitrina, junto con una delicada corona de hojas tallada en oro, contuvo los huesos del rey macedonio. Según relata La Ilíada, después de la muerte, el cuerpo debía ser quemado y los huesos lavados con vino. Por eso la caja no precisaba ser muy grande. Los bellos frescos de las paredes de mármol fueron restaurados.
Arida, triste y majestuosa, Macedonia y sus paisajes regocijan el alma a la vez que la entristecen. A los costados de la ruta se suceden los arrozales, olivares y viñedos.
Al pisar tierra griega, los pies parecen detenerse a recordar que cada piedra es parte de la historia.
Silvina Beccar Varela

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por Redacción OHLALÁ!

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