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Tesoros artísticos en los castillos de Estocolmo

Los diversos museos que hay en esta capital le permiten al turista hacer un recorrido histórico incomparable




El Castillo Real de Estocolmo es una de las atracciones turísticas más importantes de la capital sueca y merece una larga visita porque en él funciona una serie de museos, pero hay otras residencias igualmente prestigiosas, aunque no tan conocidas. Los viajeros a los que les agrada visitar las nobles residencias del pasado tienen en Suecia una serie de castillos de distintas épocas y estilos.
El de Gripsholm, por ejemplo, fue en su origen una fortaleza levantada, en 1380, por Bo Jonsson Grip, Gran Senescal del reino. El edificio que hoy se ve data del siglo XVI y fue erigido por Gustavo Vasa. Impresiona por su exterior macizo en ladrillos color ocre, en el que se destacan las torres coronadas por cúpulas. Las piedras rúnicas que se hallan en el patio son las mejor conservadas de Suecia.
Quienes busquen formarse una idea de cómo era el arreglo de un interior aristocrático de esa época, encontrarán una muestra insigne en el dormitorio del duque Carlos, uno de los mejor conservados de toda Suecia. También en Gripsholm hay en una torre un pequeño y encantador teatro neoclásico, del siglo XVIII, más precisamente de 1781, levantado por orden de Gustavo III, que amaba las representaciones teatrales hasta el punto de que intervenía en muchas piezas.
Es famoso el museo del retrato de Gripsholm que contiene la mayor colección de imágenes históricas de grandes personajes del mundo. La colección la inició la reina madre Edwige Eleonora en el siglo XVII y siguió funcionando y enriqueciéndose hasta la actualidad.
La costumbre tan difundida en los siglos XVIII y XIX de construir pabellones de descanso en el campo llevó a los monarcas suecos a edificar castillos pequeños en los alrededores de Estocolmo, en los que buscaban huir de la etiqueta de la corte.
En Haga, por ejemplo, Gustavo III creó un refugio exquisito hacia fines del siglo XVIII. Encargó la construcción al gran arquitecto francés Louis Masreliez, que rodeó a Gustavo de un clima tan íntimo como refinado. Muy cerca está el Pabellón de la Reina, de principios del siglo XIX, de estilo imperio, una de las residencias favoritas de Bernadotte, el rey sueco que había sido mariscal de Napoleón y que estaba casado con la legendaria Désirée.
Otro de los castillos de placer dignos de visitarse es el de Rosendal, levantado en 1820, en el que vivió Carlos XIV. En la actualidad, allí funciona el Museo Bernadotte.

El palacio real

El actual rey de Suecia vive desde 1981 en el castillo de Drottningholm. La residencia es conocida como el Versalles sueco. El edificio que hoy se ve, de estilo barroco, fue comenzado en 1662 siguiendo los planos de Nicodemus Tessin el Antiguo. Se lo encargó la reina Edwige Eleonora.
Antes, en ese mismo dominio, creado por Gustavo Vasa, Juan III hizo erigir un castillo para su mujer, Catalina Jagellon, pero un incendio lo destruyó; entonces Edwige, viuda de Carlos X, ordenó el nuevo palacio. Más tarde la reina Louis Ulrica, hermana de Federico de Prusia y esposa del rey Adolfo Federico, lo amplió. Precisamente, uno de los tesoros de Drottningholm es la biblioteca de Ulrica.
En el parque de Drottningholm se alza una de las fantasías características del siglo XVIII, el Pabellón Chino. El gusto por el Extremo Oriente fue una moda que se difundió rápidamente entre los nobles y, sobre todo, los reyes de Europa. Cada gran palacio del siglo XVIII tiene por lo menos una sala, un pabellón, en el que algún noble propietario rindió homenaje a esa inclinación oriental.
Los orígenes del Pabellón Chino se remontan al rey Adolfo Federico que, un día muy especial, llevó a su esposa, la reina Luisa Ulrica, a pasear por el parque de Drottningholm. Era el cumpleaños de la soberana. La halagada esposa descubrió que el regalo de su marido para ese aniversario era un reducido, pero magnífico pabellón. Más tarde, un incendio destruyó el refugio hecho de madera. Mucho después aquel obsequio incinerado fue reemplazado por otra deliciosa locura edilicia que respondía a los caprichos de Gustavo III y de su corte. Hoy se la puede admirar. Allí triunfan las tendencias orientales, las chinoiseries, además se exhiben piezas rococó excepcionales.
La reina Edwige Eleonora era una gran constructora. No conforme con levantar el primer Drottningholm, hizo erigir, entre 1668 y 1681, el castillo de Strömsholm a orillas del río Kolbäck. Hoy es sede de un buen museo de pintura sueca del siglo XVII; entre las curiosidades de la colección están los retratos de los caballos favoritos de Carlos XI realizados por Ehrenstrahl. En la actualidad, Strömsholm es el centro más importante de deporte ecuestre en Suecia.
Hugo Beccacece

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por Redacción OHLALÁ!

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