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Tierra de aromas, culturas superpuestas y nostalgia

Estuve en... Siria Said Jorge Llapur




Visitar Siria, la tierra de mis ancestros, era un viejo sueño mil veces postergado. Razones no faltaban: tiempo, distancia, recursos y hasta seguridad. La oportunidad llegó muchos años después de haber perdido a mis padres.
Cuando por fin partí, mi equipaje estaba formado por relatos, voces, nombres, sabores, aires musicales..., y las historias tantas veces oídas en la infancia giraron en mi cabeza durante el largo vuelo. Finalmente, logré dormir. Soñé con mi madre; me contaba una vez más, cuando de niña, en su pueblo, Hama, iba hasta la naura (noria, suerte de rueda gigante para sacar agua del río) a recoger el agua para su familia. Desperté repitiendo los versos que mi tío paterno Fayek había dedicado a esa misma noria. En ellos le preguntaba si recordaba a unos chicos que como juego cabalgaban hasta su punto más alto y se lanzaban desde allí al río, para luego volver a subir. Uno de esos chicos era él y el otro, mi padre.
Al llegar a Damasco, me hechizó su potente mezcla de olores, que me quedaron grabados para siempre: canela, cardamomo, café, tabaco, menta, entre muchos otros. Indescriptible, mágico. El país es una superposición de culturas y épocas: Palmira, el Tudmor (país de los dátiles), de la reina Zanubia; el anfiteatro romano de Bosra; Ugarit, cuna del primer alfabeto; la Citadelle, fortaleza medieval de Aleppo, que nos traslada en el tiempo, y las playas de Latakia y Tartus.
El viaje, intenso y algo complicado, iba llegando a su fin. Llegando a Hama, me alojé en el último piso de un lindo hotel de la cadena Cham. Abrí la ducha. Después, mientras pensaba en las obligaciones que me esperaban al regresar, descorrí las cortinas. Quedé paralizado. Sorpresa, emoción y una tremenda nostalgia me tomaron por asalto: allí, en la ventana, estaba ella, la noria, girando como desde hace siglos. Lloré por mí, por mis padres y tantos otros que nunca pudieron volver. Entonces le hablé como a una vieja conocida: Soy yo ... ¿ Me reconocés? Ella siguió girando lentamente, como cerrando el círculo de la vida, y casi pude oír que me decía: te estaba esperando.
¿Descubrimientos para compartir? ¿Un viaje memorable? Esperamos su foto (en 300 dpi) y relato (alrededor de 2500 caracteres con espacios).
Envíe sus compañeros de ruta a la Redacción de Turismo del diario LA NACION, por carta a Bouchard 557, 5º piso (1106), Capital Federal, o vía e-mail a: turismo@lanacion.com.ar

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