
Tips para navegar viento en popa
Documentos necesarios, horarios, costumbres y otros detalles de la vida a bordo
13 de diciembre de 2015

Quedarse varado en un país remoto por no tener visa para el puerto siguiente; permanecer con sólo un pijama en medio de una multitud correctamente vestida por haber dejado el día anterior toda la ropa en la valija; quedar confinado varios días en su cabina por estar afectado por un virus; perder el barco por llegar tarde a la hora de zarpada; bajar con varios kilos de más… o simplemente no haber aprendido en dos semanas para dónde queda la proa o la popa no son situaciones infrecuentes en un crucero. He sido testigo de cada una de esas experiencias.
No todas… pero algunas vicisitudes pueden neutralizarse con sólo preverlas. Lo primero y más relevante tiene que ver con la documentación que no puede faltar. Obviamente pasaportes vigentes (observar que hay países que exigen vencimientos no anteriores a los seis meses); permisos para viajes de menores; registros de conductor… y ¡visas!.
Es cierto que tanto la agencia de viajes como el mismo barco deberían estar atentos a los visados, pero recuerdo a dos familias que fueron bajadas en Belfast, Irlanda del Norte, pues el barco seguía hacia Groenlandia y luego a Canadá, país que exige visa. Los pasajeros imploraban quedarse, diciendo que no se bajarían en Saint John, el puerto canadiense en cuestión. Pero nadie puede estar ni siquiera en tránsito sin visa. Recuerdo que oficiales del barco les recomendaron quedarse en Belfast pues de lo contrario sí o sí los iban a bajar en el siguiente puerto. Se trataba de Qaqortoq en Groenlandia, con apenas tres mil habitantes y, obviamente, con escasas vías de comunicación con el resto del mundo.
Tampoco hay que olvidar los vouchers que certifiquen el pago, los formularios con los datos de los pasajeros y las etiquetas colocadas en los equipajes ya que cuando llegamos al puerto deberemos dejar las valijas que luego el personal llevará a cada cabina. Sólo puede abordarse con el equipaje de mano.
En pijama por la cubierta
Por lo general los cruceristas van bien munidos de ropa, para las distintas actividades en las piscinas, en los teatros y cines, en las discos y, por supuesto, en los restaurantes y bares. Generalmente un par de veces un crucero medio hay noches de gala, en la que los viandantes sacan a relucir sus ropas más elegantes. Sin ser obligatorio muchos hombres visten black tie y las mujeres vestido de fiesta.
Tampoco debemos olvidar que es necesario tener ropa cómoda para hacer las excursiones en tierra y haber tenido la previsión de protegernos de la lluvia o el frío o el calor según el caso. A todo esto ayuda que una vez que nuestro equipaje está a bordo ya no hay más transfers ni valijas que hacer hasta terminado el crucero.
A quien nunca podré olvidar es a una señora de mediana edad, de nacionalidad japonesa, que permanecía acurrucada en el bus que nos llevaba del barco a la terminal de cruceros. Luego volví a verla escondida detrás de una columna y mirando hacia el sector de valijas. Le había ocurrido algo tremendo. La noche anterior al desembarco hay que dejar las valijas hechas en el pasillo afuera de la cabina. El personal las lleva a bodega y de ahí a la terminal. Pues esta señora había se olvidado dejar una muda para el día siguiente. Lo único que le había quedado era el pijama que vestía. Yo no me olvido. Seguramente ella tampoco.
Ojo con los virus
Recuerdo hace bastantes años una joven cubana residente en Miami que junto con su madre disfrutaban un crucero de quince días. Compartíamos mesa en el comedor. Por aquel entonces Barak Obama era un senador que se postulaba a la presidencia de Estados Unidos. Fervorosa, alzando mucho la voz… y muy simpática mi flamante amiga repetía "¡No way! ¡No way!", cuando le mencionaba que probablemente Obama se convertiría en el primer afroamericano que presidiera Estados Unidos.
Repentinamente dejó de aparecer en el comedor. Pero tampoco la cruzamos en ningún otro rincón del barco… ni en tierra. Luego nos enteramos que la habían confinado en su cabina, junto a su madre, alcanzadas ambas de un típico virus que por aquel tiempo afectaba a algunos barcos: el norovirus.
Para evitar contagios los barcos siguen un rígido protocolo, que implica, además de algunas otras medidas, el confinamiento de cualquier infectado en su cabina. De manera que no está de más que cada vez que usted vea un dispenser de alcohol se desinfecte las manos y que de ser posible no use los baños públicos sino el de su cabina.
Hubiera querido pedirle su e-mail pero no la vi más. Me perdí así la oportunidad de mandarle la foto de ese frío día en el que Obama asumió en Washington.
El barco… casi nunca espera
Alguna vez he visto desesperados gestos en el muelle. Personas que llegan tarde a la partida del barco. No hay vuelta atrás. Y quedarse en un puerto con lo puesto no es lo más recomendable. Por eso el consejo es siempre tener el reloj sincronizado con la hora del lugar, fijarse bien en los avisos que anuncian a qué hora hay que estar de vuelta, y tener la precaución de calcular con buena anticipación el regreso.
A los únicos que el barco espera es a quienes hayan contratado excursiones a bordo. Pero en el caso de que cualquier pasajero haya bajado por su cuenta se considera que no hay responsabilidad por parte de la compañía naviera.
Puede ocurrir que alguna razón de fuerza mayor haya demorado a muchos pasajeros. En ese caso suelen considerar el atraso. Recuerdo que una vez nos pasó en Trujillo, Perú. Un atasco insalvable hizo que la mayoría llegara con más de una hora de atraso. Resignados ya todos pensábamos en cómo volar al próximo puerto. Ver el barco todavía con la planchada puesta fue una alegría compartida.
Ni frugal ni a reventar
La comida a bordo puede ser la razón para elegir o no un crucero. Todo está ahí para ser comido. Cada rincón, bar, salón y obviamente restaurantes son un festín gastronómico. Además hay tiempo. Las buenas presentaciones invitan… y no pagamos más por consumirlas.
El riesgo es bajar con algunos kilos de más. Conozco gente que no sube por eso. Pero a ese temor hay que anteponerle la fuerza de voluntad. ¿O acaso somos cruza con liebre?. Hay que ir a comer cuando es la hora de comer. Cuanto mucho, un bocado a deshora. No más.
Pero si se ha pasado algo de la raya todavía tiene un gran recurso: el gimnasio. Cada barco cuenta con instalaciones muy bien equipadas para hacer todo tipo de actividad física, y también clases con profesores. Queda para los más naturistas la posibilidad de correr por la borda mirando el horizonte.
Hay algunos consejos más. Como por ejemplo cómo no perderse en el barco. Pero es preferible dejar algunos episodios sin prever. Tampoco es cuestión de eclipsar lo inesperado de una aventura, que siempre es un tema gracioso para contar entre amigos.
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