

TOLEDO, España.- En los atardeceres soleados de Castilla y la Mancha, ascender por una carretera zigzagueante permite ver la caída del sol. Rojo, como la sangre que, según se cuenta, fue derramada en el Alcázar y sus cuatro torres, durante la Gran Guerra. Tras las paredes de esta fortaleza -donde ahora funciona una academia militar, jura la leyenda que un oficial del ejército franquista prefirió el fusilamiento de su hijo a rendir la plaza que se le había ordenado defender.
La historia es contada por personas que comulgan, en líneas generales, con las ideas de unos y otros contrincantes de aquella contienda que aún retumba en estos tiempos. Y mientras el viajero escucha el relato por quinta o sexta vez en la jornada, el auto serpentea hacia el Parador Nacional Conde de Orgaz, un gigante de piedra que desde lo alto del Cerro del Emperador, domina todo el casco viejo de la Ciudad Imperial, Toledo.
Con sello árabe
Fue en uno de aquellos balcones donde el viajero descubrió lo rojo que podía ser el sol, siempre y cuando se lo mirara desde ese lugar. Se fue perdiendo detrás de las puntas de las iglesias, de la solemnidad de las sinagogas y de los detalles que marcan la omnipresente influencia de los árabes en toda la ciudad antigua.
No hay terraza ni ventana con mejor vista de Toledo que la de ese parador, que combina su arquitectura, cargada de maderas y de piedras, con una cocina castellana y manchega espectacular, con firma incluida.
Al descender por la ruta pasan las murallas muy cerca de los ojos, pero sólo bastan algunos parpadeos para llegar a la catedral, un buen lugar para comenzar un recorrido a pie. El edificio gótico tiene 40 capillas y su estructura actual se terminó de construir en 1493.
Desde allí, después de haber entrado en el santuario, una ruta posible es en dirección a la iglesia de Santo Tomé, que alguna vez fue una mezquita y luego, desde el siglo XIV, una iglesia gótica. Allí se exhibe Entierro del conde de Orgaz , pintado por El Greco, artista al que Toledo le resguarda hoy gran parte de sus obras.
Las sinagogas transformadas en iglesias, como Santa María La Blanca; otras iglesias célebres, como la de San Juan de los Reyes y su convento -regalo de Fernando V a Isabel I-; las callecitas estrechas y sinuosas, o los bordes de las murallas desde los que se mira el Tajo, son las atracciones principales de los turistas extranjeros y españoles que andan por aquí y allá de la mañana a la noche, transitando el casco antiguo.
De todas las épocas
Las historias terribles de todas las épocas se encuentran por todos los rincones de la ciudad. Algunas de ellas transcurrieron en la plaza Zocodover, que data del siglo VII y fue reconstruida por los invasores musulmanes: allí se derramó la sangre de los toros en las corridas celebradas en el lugar y se encendieron las piras en las que los inquisidores mataban a los supuestos herejes. Hoy es centro de reunión, en bares y cafés, de turistas y toledanos.
Desde Zocodover, por la calle del Comercio, se llega a la calle de las Tornerías, donde está la mezquita homónima, construida a fines del siglo XI.
El templo está en el segundo piso y durante cuatro siglos fue el único lugar cerrado donde los musulmanes de Toledo podían practicar sus ritos religiosos. Actualmente, la mezquita de las Tornerías alberga el centro de artesanías de Castilla-La Mancha.
Artesanías con buen filo
Con la belleza de la ciudad vieja sólo compite el arte, repartido en los edificios y en las artesanías que relucen desde las innumerables vidrieras.
La oferta de armaduras, sables, espadas, navajas, cascos antiguos, y joyas damasquinadas es impresionante. Obviamente, las hay de todo tipo: industrial a secas , es decir, estandarizada, y artísticas, artesanales, únicas.
Después de todo, el acero toledano es famoso por su calidad y las historias que se cuentan sobre la ciudad suelen tener en su desarrollo el filo de una espada.
Nadie puede decir que no tuvo dinero suficiente para llevarse un souvenir de Toledo. La excusa no sirve en este lugar en el que la oferta de pequeñas artesanías damasquinadas supera la voluntad de un asceta. Algo hay que comprar. El asunto es descubrir qué.
Los precios de aros y colgantes finamente decorados arrancan desde el equivalente en pesetas a 2 dólares. De allí en más, todo es posible, porque a la par de los artículos menos costosos se exhibe toda clase de artesanías y joyas para los gustos más exigentes.
En las calles aledañas a la catedral hay negocios en los que sus dueños o encargados saludan el paso de los viajeros. La invitación a entrar es a viva voz, pero no tan insistente como podría uno imaginar en aquellos lugares que -como Toledo- conservan todavía la costumbre del regateo, aunque sólo en artículos de cierto costo.
Cuando se termina el día y las callejuelas se vuelven oscuras, es buena hora para cruzar una de las nueve puertas que tiene la ciudad. La Puerta de Bisagra, erigida en 1550 para recibir a Carlos V, es la más usual. Luego, llega el momento de buscar el refugio del Parador Conde de Orgaz, desde cuyos ventanales se perciben las luces desperdigadas entre las sombras, que resguardan el sueño toledano.
Leonardo Freidenberg
Fiestas de culto
En materia de fiestas y comidas, los habitantes de Toledo tienen un punto en común: los festejos están emparentados con la fe, mientras que hacen de las comidas casi un culto religioso.
No cabe duda de que la fiesta de Corpus Christi, el domingo de la novena semana después de Pascua, es la celebración más popular en Toledo. Ocho siglos llevan los toledanos marchando en colorida procesión desde la catedral.
Ante la mirada atenta de lugareños y extraños, diferentes órdenes de sacerdotes, hermandades militares y cofradías desfilan portando estandartes engalanados, mientras las calles se riegan con flores y plantas de aromas singulares, cubiertas por tradicionales toldos blancos que se despliegan para la celebración.
Ese mismo día, por la tarde, se realiza la célebre corrida de toros de Corpus Christi.
Pero no es ésta la única fiesta popular toledana. En realidad, toda la Semana Santa es un festejo, en ciertos casos de una solemnidad impresionante, como la procesión del Silencio, en la noche del Viernes Santo, cuando los fieles llevan por las calles estrechas -una imponente figura de Cristo realizada en el siglo XVIII.
La gastronomía de los toledanos, mientras tanto, forma parte de su cultura cotidiana. La caza menor y mayor y los productos de campo son la base de los sabores fuertes que caracterizan a la cocina local. Gazpacho de cazador, pisto manchego, sopa castellana, estofados de codorniz y de perdiz, caldereta de cordero, venado en salsa, jabalí asado, son algunos de los platos más reconocidos.
La influencia árabe aparece a la hora del postre, con su variedad de famosos mazapanes, las marquesas y las toledanas que se venden por la calle y se sirven en los restaurantes.
Datos útiles
Cómo llegar
- El pasaje áereo, ida y vuelta, desde Buenos Aires hasta Madrid cuesta alrededor de 950 dólares. Una vez allí, se puede llegar a Toledo en ómnibus o en tren desde la estación de Atocha.
En tren
- El servicio ferroviario funciona, de lunes a viernes, entre las 8.25 y las 20.25;los trenes salen hacia Toledo cada treinta minutos. El pasaje cuesta alrededor de 5 dólares. Los sábados y los feriados se suspende el ser vicio de las 19.25.
- Para volver a la capital española, de lunes a viernes, los trenes parten cada hora, entre las 7.30 y las 18.30. Los sábados y los feriados, se suspende la salida de las 7.30. La parada también es en la estación de Atocha.
En ómnibus
- Desde Toledo hasta Madrid, hay servicios directos, de lunes a viernes y cada sesenta minutos; los ómnibus salen de 8 a 15 y de 15.30 a 19.30. Los sábados y los feriados, de 8.30 a 23.30, pero no son recorridos directos.
- Desde Toledo, de lunes a viernes y por la tarde, también parten ómnibus para Albacete, a las 15;Ciudad Real, a las 15.30 y Cuenca, a las 17.30.
Alojamiento
- Una habitación doble en un hotel cuatro estrellas vale entre 70 y 105 dólares, y en uno de tres, oscila entre 20 y 50.
- Por menos dinero se puede conseguir alojamiento en hostales y pensiones, de una y dos estrellas; otra opción son las zonas de acampado y los bungalows, en el centro de la ciudad o en sus alrededores.
Comidas
- Por 10 dólares es posible probar platos típicos de la cocina toledana: cordero, paella, sopa castellana, perdiz o sodomillo.
Alquiler de autos
- Por día, alquilar un auto estándar para cuatro personas cuesta alrededor de 90 dólares, incluidos el kilometraje libre y el seguro con franquicias. Por un período de tres días, el mismo vehículo cuesta cerca de 220 dólares.
- Se alquilan autos a los mayores de 23 años.
Hasta julio del año 2002, los clientes podrán abonar en pesetas o euro.
Para un auto de lujo, se deben presentar dos tarjetas de crédito.
Más información
- Oficina de Turismo de España, Florida 744, Piso 1º. Atención de lunes a viernes; de 9 a 17; 4322-7264.
- Ayuntamiento de Toledo, (0034) 925-26-97-00.
En Internet
Todo lo que reluce es oro
El damasquinado toledano es uno de los tesoros de España y al mismo tiempo una de las herencias recibidas durante la dominación árabe.
Según el artesano Modesto Aguado Martín Maestro, que lleva más de medio siglo trabajando en el oficio de damasquinador, esa técnica forma parte del arte llamado mudéjar, palabra que quiere decir aquel al que le ha permitido quedarse, en referencia a los musulmanes que no se fueron de la península ibérica tras la reconquista.
Aguado asegura que el arte mudéjar se desarrolló entre los siglos XII y XVI, e incluyó la arquitectura, la cerámica, la carpintería, la pintura y, por supuesto, la decoración de objetos, que es su especialidad.
En realidad, los expertos en este tipo de artesanías la colocan en el grupo de la taracea, que consiste en la inserción de pequeñas piezas de diversos materiales sobre un fondo macizo.
En el caso del damasquinado, se trata de finos hilos de oro de 24 kilates que se incrustan en dibujos hechos sobre una base de metal poroso.
Sin embargo, el origen de la taracea es situado por los historiadores en la era de la dinastía Ming, en China, entre 1368 y 1628, usada para la decoración de muebles, adornos de madera e instrumentos musicales.
Con el tiempo, la técnica se trasladó a la India y desembarcó en Europa a mediados del siglo XVII. En Toledo, la taracea en forma de damasquinado llegó con los árabes y fue el resultado de un sincretismo artístico entre el arte musulmán y el cristiano.
La elaboración de un plato decorado, por ejemplo, lleva unas 25 horas de trabajo ininterrumpido del artesano, aunque todo depende del tipo de dibujo del que se trate. Si es árabe, se tarda más, aseguran los artistas de Toledo, mientras continúan sin levantar la vista de la superficie redonda y gris sobre la que trabajan el oro.
Las piezas que se exhiben en las vitrinas suelen alcanzar el equivalente a dos mil dólares, pero hay obras que no están en exposición al público en general y superan largamente aquella cifra, como por ejemplo grandes murales o cuadros damasquinados que reproducen edificios, hechos históricos o motivos religiosos.
El damasquinado no es un arte para autodidactos. De hecho, los artesanos jóvenes suelen trabajar a la vista del público bajo la atenta tutela de sus maestros, mientras éstos recuerdan sus anécdotas de principiantes haciendo referencia a quienes les enseñaron el oficio.
Una Consuegra manchega
Amarillo fuerte, casi rojo, el azafrán es una de las especias más cultivadas en los alrededores de Toledo.
La Fiesta de la Rosa del Azafrán se celebra en el último fin de semana de cada octubre en la localidad manchega de Consuegra, a 62 kilómetros de la ciudad imperial. En la celebración, los toledanos rinden homenaje a este producto originario del Asia Menor y la península balcánica, cuya recolección comienza en la segunda semana de octubre.
El cuchifrito, una de las especialidades locales en materia gastronómica basada en carne de cordero, huevo, tomate y vino blanco, lo tiene como protagonista infaltable en la preparación.
En otros platos de la cocina tradicional de Castilla-La Mancha el azafrán ocupa un lugar fundamental. No hay cocina medieval castellana que se precie en la que falte el envase de vidrio con las hebras o el polvo esperando integrarse a esa mezcla de sabores fuertes que componen los platos típicos de la región.
Vale la pena salir unas horas de Toledo y llegar hasta Consuegra para conocer el casco urbano de origen romano, influidos por el paso de los tiempos y las invasiones extranjeras. Las Casas Consistoriales, de estilo castellano mudéjar, construidas en 1670; el Arco, y la Torre del Reloj forman un conjunto arquitectónico admirable, conocido como Plaza de España.
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