

Es difícil, pero no imposible, disfrutar el doble y gastar lo menos posible en esta Europa del euro; incluso en Londres, con la libra que vale el doble que el dólar.
Generalmente hay que eludir los lugares concurridos por el turismo y buscar los que prefieren los residentes. Como en Buenos Aires: una cosa son los precios de Puerto Madero y otra, los de Boedo.
El alojamiento en los hoteles es lo que más cuesta (un promedio de entre 100 y 125 euros), por lo que una buena alternativa es el alquiler temporal (entre cuatro y cinco días), lo que permite, además, comer en casa, con lo que se ahorra bastante. Si se para en un hotel sugiero no usar el frigobar y a la hora de comer afuera optar por el almuerzo, ya que en la noche los precios aumentan. Ahora abundan los lugares de comida rápida que no sólo tienen hamburguesas, sino gran variedad de sándwiches gourmets para llevar. Lo más divertido siempre está a la calle y se puede armar un picnic al paso en cualquier plaza o los asientos de las avenidas que abundan en toda Europa.
Nuestro mejor aliado son los subterráneos y ómnibus. Ni se le pase por la cabeza tomar un taxi. Lo que es habitual entre nosotros allá es un lujo. Para colmo cuesta conseguirlos porque no andan yirando, sino que tienen paradas. Y si se pide por teléfono le suman a la tarifa el viaje desde donde vienen, así sea del mismo aeropuerto. El transporte público, muy bueno, pero carísimo, especialmente si tomamos el costo de un solo viaje que está entre 1,50 euros y 2 libras. Se reduce si se compran 10 tickets y mucho más con las tarjetas turísticas sin límite de viajes para uno, dos y hasta siete días. Lo ideal es seguir el consejo del cardiólogo y caminar con zapatillas cómodas.
Vuelta de reconocimiento
También abundan las ofertas promocionales en Madrid, Barcelona o París para ver varios museos pagando menos que una entrada individual: el Louvre, 8,50 euros; el Prado, 6, con la ventaja de no hacer cola.
Una recomendación en las grandes capitales son los paseos por uno o dos días en los micros de dos pisos que nos permiten subir y bajar a nuestro antojo, y hacer un recorrido de reconocimiento. Si se maneja con Wi-Fi para la Palm o la laptop aprovéchelo porque son gratuitos o poco menos en bares y hoteles. Todo lo contrario de los escasos cibercafés.
El gran encanto de viajar es compartir la vida cotidiana y hasta finales de septiembre, hay que disfrutar de las terracitas de los cafés con las mesas en la vereda. Aquí vale también la recomendación de ir a los barrios comunes y no a los sitios for export . A veces están muy cerca, pero son distintos porque suelen estar en una calle transversal más que sobre una gran avenida. Lo mismo que ocurre a la hora de almorzar en la fonda, tratoría o grill, donde la mayoría son oficinistas o empleados habitués.
Y por último, pero no menos importante, lea en los diarios las guías de ocio locales y va a encontrar muchas atracciones gratuitas. Lo que más vale, no tiene precio.
Por Horacio de Dios
almadevalija@gmail.com
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