Treinta son multitud-Viajes en familia... muy numerosa
Abuelos, hijos y nietos pueden encontrar en unas vacaciones compartidas una buena forma de reunirse, de celebrar juntos y de vivir una experiencia inolvidable y, ciertamente, distinta
6 de julio de 2014
Cuando llegaron a Rapids, el parque acuático de Palm Beach, la gente se cruzaba miradas de intriga. Mientras los 28, con idénticas remeras estampadas para la ocasión, bajaban de siete autos y camionetas, algunos curiosos se acercaban: "¿Son de alguna universidad?", les preguntaban. Pero los Marotta respondían que no; simplemente pasaban unas vacaciones en familia.
Un viaje puede ser otra manera de festejar, de compartir momentos, de conocer no sólo lugares sino también a los propios compañeros de ruta. "Mamá cumplía 70 años y uno de mis cinco hermanos propuso hacer un viaje todos juntos. Fue difícil porque somos muchos como para coordinar todo, por ejemplo las respectivas agendas laborales. Por eso buscamos feriados dobles y encontramos el 1º y 2 de mayo. Terminamos definiendo Palm Beach porque queríamos playa con buen clima, teníamos descuento en el alojamiento por planes de tiempo compartido, y podíamos reencontrarnos con uno de mis hermanos, que vive en Estados Unidos", cuenta Celina Marotta, organizadora de gran parte de la escapada.
Entre los seis hermanos definieron el viaje, los horarios y las actividades "al estilo gira de rugby": cada familia recibió su agenda en una carpeta, con horarios, salidas y tardes libres estipuladas. "Los desayunos eran individuales para cada familia. Pero sí o sí el almuerzo y la cena eran grupales. No queríamos distraernos, que alguno se fuera al shopping y desapareciera todo el día", dice Celina.
Parte de la organización tuvo que ver con pensar las cenas. No se puede entrar en cualquier restaurante y decir qué tal, somos 28. Los Marotta buscaron, entonces, lugares del tipo buffet con una tarifa plana para niños y adultos; frecuentaron fast food, donde naturalmente se agruparon por edades en distintas mesas, y, sobre todo, abundaron los picnis o parrilladas en los parques públicos.
"La organización no fue fácil. Definir entre muchos siempre genera diferencias de opinión y llega un momento en que están todos susceptibles. Nuestra clave fue tomar las decisiones entre los seis hermanos y tratar de presentarles a los demás los hechos ya consumados", cuenta.
Cuestión de liderazgo
Como factor común en este tipo de viajes tan numerosos, siempre hay un organizador. Porque conoce más el destino, porque tiene el tiempo para hacer las investigaciones y reservas o porque es el más apasionado por los viajes, siempre emerge un delegado de hecho que planea el itinerario y la logística.
Para María Matto, en un crucero se resuelven muchos de los escollos que a veces surgen en un grupo familiar grande, como el suyo, con edades que van de los 3 a los 68 años. "A nosotros el barco nos resultó el lugar perfecto porque podíamos estar todos juntos en las comidas, pero para las actividades nos dividíamos por edades", relata.
En su caso, la iniciativa partió de sus suegros. La primera propuesta fue un crucero de cuatro días al Caribe, pero para algunos miembros de la familia se hacía cuesta arriba afrontar los aéreos y gastos anexos del hospedaje en Estados Unidos. Entonces el consenso llegó para un crucero más largo, de 8 noches, que partió de Buenos Aires con destino a Brasil.
Eran un total de 14 personas, entre abuelos, hijos y nietos. "Terminamos por convencernos de que lo más importante no era el destino sino poder hacer algo juntos. A pesar de las edades tan dispares pudimos convivir e integrarnos de una forma muy armónica y distendida en un espacio placentero, alejado de las rutinas diarias. Creo que la clave estuvo en la organización, tanto por las propuestas del crucero como las consensuadas por nosotros mismos. Grandes y chicos de tres generaciones disfrutamos, conocimos lugares nuevos y compartimos desde un simple desayuno hasta conversaciones contemplando un atardecer en cubierta", explica.
El crucero, que visitó Ilha Bela, Buzios y Río de Janeiro, entre otros puertos, les evitó pensar en los traslados: al llegar a cada destino lo resolvían caminando o con vans turísticas.
Con la democracia se viaja
Luciana Belsito y su novio, Mauricio Busso, querían ir a Disney. Cuando comentaron la idea en la familia de él, la hermana más chica quiso sumarse al viaje. "Hasta el momento, éramos tres ansiosos y emocionados por viajar. A la madre se le ocurrió que sería divertido hacer un viaje en familia. Ese día se armó la lista de los que iríamos a Disney. Claramente, es un destino muy atractivo para ir con un grupo grande de gente y pasarla bien, porque la lista en muy pocas horas llegó hasta el número 13", cuenta Luciana. Un matrimonio, sus siete hijos, tres nueras y un yerno tuvieron que votar un delegado y confiarle la organización del viaje. El encargado fue quien eligió el vuelo más conveniente, compró las entradas a los parques, reservó hoteles y armó los itinerarios.
La organización de cada día quedaba pautada en la cena anterior: tenían un horario para encontrarse en el desayuno del hotel y un horario de salida al parque. Freddy -el padre- se encargaba de golpear puerta por puerta de las habitaciones para despertarlos.
"Ser 13 realmente fue complicado. No para nosotros, sino para todos aquellos que tuvieron que estar detrás nuestro en una fila, ya sea en el aeropuerto como en los buses de Disney, atracciones o restaurantes", cuenta Luciana, que reconoce como condición fundamental para un viaje así la buena predisposición. "Es esencial aprender a compartir y ser solidario con el otro. Y una muy buena idea para un viaje multitudinario es tener handies, para estar comunicados todo el tiempo", agrega.
Melina Reggi suele hacer todos los años alguna salida familiar, como ir al campo, pero las ganas de pasar más tiempo en familia los llevó a planificar algo más ambicioso. El destino elegido fue Disney, adonde voló con sus dos hermanos, su tía, su madre, sus tres hijos y seis sobrinos.. "Nos juntamos dos o tres veces para definir fechas, actividades y pautas. Queríamos relajarnos y no intentar estar todo el tiempo juntos, porque sabíamos que no íbamos a poder, ya que cada uno tiene los tiempos de sus propios hijos", cuenta. Cuando llegaron, compraron en el supermercado teléfonos con tarjeta prepaga por U$S 20, para resolver la comunicación.
"Fijamos algunas pautas: si un chico tenía ganas de ir al baño, llevábamos a todos los chicos al baño. Si parábamos a comer, intentábamos que todos pararan a comer. Intentábamos... Lo que más nos funcionó fue la libertad, no imponernos estar juntos todo el tiempo. Finalmente, compartimos casi todo el viaje, pero creo que fue mejor así, sin estructurarlo, más natural. Volvimos muy contentos con la experiencia", relata.ß
Para tener en cuenta
Descuentos para grupos: las agencias muchas veces los ofrecen. Si se buscan más de diez habitaciones, en general se puede contactar a los departamentos de venta de los hoteles. Pero hay que hacer los deberes: las tarifas grupales no siempre son más baratas que las habitaciones individuales. Algo similar sucede en las aerolíneas, más allá de que no hay un concepto unificado. Entre ellas difieren en cuántas personas constituyen un grupo. Para algunas diez personas ya puede ser consideradas como tal, y en ese caso el pasaje número once sería liberado. Otras lo consideran a partir de 15, bonificando el 16. Pero, atención, porque en estos casos todo el grupo debe ir y volver en la misma fecha; además, muchas veces se aplica el precio de lista, lo cual puede ser más caro que ciertas promociones. Algunas aerolíneas tienen Departamento de Grupos, especializados en la coordinación de estos casos. "El objetivo es trabajar con los clientes para buscar la oferta más conveniente del mercado e inclusive mejorarla. El Departamento de Grupos también puede ofrecer un pasaje liberado según la cantidad de pasajes comprados, pero eso depende de la oferta y demanda del vuelo", afirman desde Delta.
Hospedaje. Otra complicación. Usualmente todos los integrantes de un grupo grande quieren parar en el mismo hotel o complejo. En ese sentido, hacer las reservas por separado puede dejar a algunos afuera. El primer paso es ver qué precio se puede encontrar en Internet. Un recurso para comparar fácilmente diferentes tarifas de hoteles en línea es HotelPlanner.com, un sitio especial para viajes en grupo. Al ingresar las opciones de lugares para su reunión familiar, las fechas y cantidad de habitaciones (el sitio considera grupo a partir de las seis habitaciones), HotelPlanner.com busca tarifas en múltiples ciudades al mismo tiempo. Envía la solicitud a hospedajes que cumplan con los requisitos y éstos responden directamente al usuario y le presentan sus propuestas. El sitio asigna un representante de cuentas que ayuda a encontrar las mejores tarifas. Después de seleccionar el hotel, el usuario tiene acceso a una web de reservas personalizado específicamente para su reunión familiar. Esta página ayuda a llevar la cuenta de los familiares a medida que vayan confirmando con el hotel seleccionado. Cada miembro del grupo puede reservar su habitación y pagar por separado.
Todas las voces. Hay muchas decisiones para tomar a medida que se avanza con una propuesta. Para ello, la startup travefy.com, permite invitar a amigos a un viaje a través de facebook o correo electrónico, armando un grupo sobre aquella plataforma donde se proponen hoteles, destinos, fechas, y actividades. Cada uno vota o pone sus preferencias, y ahí mismo se pueden hacer las reservas y coordinar el viaje entre todos.
Un pacto de amigos que ya lleva veinte años
El fuego les ilumina la cara. Suena Wish You Were Here. El coro es casi perfecto, suave, apenas desafinado. De un lado de la ronda, una rubia le susurra algo a su hermana: Cuando termine esta canción cantamos el feliz cumpleaños, pasala. La consigna llega hasta el guitarrista. Primero cantan en castellano, después en otros idiomas y después el clásico amiguito, que Dios te bendiga.
Son veinte. Cuatro padres mayores de cincuenta y dieciséis hijos e hijas. Cuatro autos y seis carpas, en un camping a más de veinte kilómetros de San Martín de los Andes. Por ripio.
La idea surgió hace 20 años, cuando alguien propuso que los padres, sólo ellos, se llevaran de camping a sus hijos e hijas, se hicieran cargo por un fin de semana de la aventura y lograran sobrevivir... sin madres. No sólo sobrevivieron, sino que juraron repetir todos los años la experiencia. Y así fue.
"Después de veinte años, ahora somos los hijos los que queremos volver a hacer esto: un fin de semana en la Cordillera, en carpa, sin bañarnos, hablando, tomando mate, guitarreando, caminando, jugando. Como cuando éramos chicos. Al primer campamento Belén vino con pañales. Hoy es una colorada de 22 años que vive en La Plata y da clases de natación en un club", cuenta Rosario Marina, una de las activistas del grupo.
El lugar elegido es un paraje junto a la Cordillera, en medio de la naturaleza, donde se escucha todo. En especial los ronquidos de la carpa de los padres y las consecuentes risas de todo el resto. Después, en el desayuno, ése será un tema de conversación, junto con el clima.
"Ocupamos la misma playa de agua helada desde hace ocho años. Y a todos los que se acercan los ahuyentamos. En el último viaje, en un momento llegó otro grupo, también de unas veinte personas. Entonces empezamos a cantar y gritamos agudos bien feos. Lo logramos: se fueron", ríe Rosario.
Sobre todo en los últimos años, siempre está la sensación de que podría ser el último viaje. Porque ya ninguno usa pañales ni va en el asiento trasero. Ya armaron sus propias vidas, el estudio, el trabajo, los amores, las pasiones. Y pueden estar un año sin saber qué hace el otro, aunque ahora las redes sociales ayuden a mantenerse al tanto de casi todo. Y sin embargo vuelven a reunirse año tras año alrededor del fogón, vuelven a encontrarse en la carpa, y a reírse, a cantar, a pelearse. Porque cuatro viven en Córdoba, cinco en Cipolletti y el resto en La Plata. Pero para compartir estos días juntos, todo lo demás puede esperar.
"Algunos nos llevamos libros. Pero, al final, no leemos nada, porque eso implicaría algo de aislamiento. Y esto no se trata de todo lo contrario. Siempre alguno duerme la siesta o hasta medita. Pero son sólo instantes en tres días. Porque de algún lado sale esa necesidad de estar juntos –confiesa Rosario–. Quizás de la convicción de saber que ésta podría ser la última vez."