

Hay quien dice que la mejor forma de conocer una ciudad no es por sus museos y sitios históricos, sino mezclándose como uno más en la noche, en los rituales noctámbulos que se celebran en bares y fondas, o en las guaridas de música y baile. A la manera de Jim Jarmush en el film Una noche en la Tierra , que cuenta cinco historias de taxistas en cinco ciudades, LA NACION esperó que cayera el sol para contar dónde empieza y dónde termina hoy la noche en Barcelona, Berlín y París.
Barcelona
La noche de Barcelona ofrece tantas variantes que es difícil hacer un recorte, aunque esta vez la consigna es alejarse de los circuitos más tradicionales, como la inefable Barceloneta y sus alrededores.
Una buena forma de comenzar el paseo, a eso de las 21, es acobacharse en la barra de algún barcito de la zona de Gracia. Ubicado a 10 minutos del centro de la ciudad, se trata de un barrio de casas bajas y calles angostas, por momentos laberíntico, coronado por plazas detenidas en el tiempo, como la de Rius i Taulet o la del Sol, que por la noche sirven de punto de encuentro para calentar motores antes de salir. Uno de los sitios más divertidos allí es el Mond Bar, que tritura estilos musicales como el trip hop y el downbeat, de la mano de los DJ de turno, donde se puede tomar una cerveza por 2,5 euros.
Pero nunca es bueno quedarse demasiado en la barra de un bar, sobre todo si la que espera afuera es Barcelona. Por eso, después del trago de rigor, una opción interesante es caminar desde Gracia hasta Santalo, en el barrio de San Gervasi, más precisamente hasta el cruce de Santaló y Mariano Cubi, donde proliferan locales y clubes de moda. Allí se puede entrar en discos como Universal, Lolita y Otto Zutz, que en este momento son los clubes top de la ciudad, por el nivel de la concurrencia, la calidad de los patrocinadores y la talla de los DJ que los animan. La entrada con consumición ronda los 15 euros.
Otto Zutz, por ejemplo, es una megadisco que ofrece desde paella y bocadillos de jamón hasta shots de oxígeno y frenesí electrónico, todo muy chic, con auténticas divas bailando sobre una especie de podio. Una sucursal del infierno en Barcelona.
Pero siempre con la consigna de no quedarse quieto, vale la pena salir de ese ruido por un momento, bajar al subte y cruzarse la ciudad con la línea amarilla del metro (en horario de verano funciona toda la noche, para alegría de la tribu salidora), hasta llegar al barrio de Poblenou.
Esta zona, que a primera vista se presenta gris e inanimada, se encuentra repleta de viejas fábricas que están siendo recicladas para albergar centros de arte y pequeñas empresas del rubro digital. Aunque también existe una contra-movida que busca convertir Poblenou en un polo de edificios y torres a lo Puerto Madero.
Lo cierto es que en este barrio está uno de los mejores clubes de Barcelona. Se trata de Razzmatazz, que cuesta 15 euros con consumición y ofrece cinco pistas en un mismo espacio. Allí suelen tocar los DJ y grupos electrónicos más renombrados. Hace unos sábados se presentó allí una banda llamada !!! (el nombre del grupo son sólo tres signos de exclamación), una de las mejores fusiones que existen hoy de improvisación rockera y música electrónica, ante el delirio de unas mil personas. Los días de concierto el precio de la entrada asciende a los 25 euros.
Si después de unas horas el clima bolichero termina aburriendo, afuera paran taxis que lo pueden llevar a uno hasta la Rambla del Raval para sentarse en la calle a comer los mejores döner kebab o shawarmas de Barcelona, que cuestan entre 4 y 5 euros. Pero cuidado: no acompañe ese manjar con una cerveza, porque está prohibido tomar bebidas alcohólicas en la vía publica y la policía se pone bastante violenta con los que desafían la ley, sobre todo si el sospechoso anda con pasaporte argentino.
Después de Gracia, San Gervasi, Poblenou y el shawarma con cerveza, camuflada abajo del abrigo puede uno irse a dormir tranquilo, sabiendo que le sacó el jugo a una de las ciudades con mejor noche del mundo.
Berlín
“Por más feo y roto que parezca el lugar, por más rara que sea la gente y aunque hayan punks con crestas y piercings custodiando la entrada, animate a entrar, porque esos sitios terminan siendo siempre los más divertidos y seguros.” La frase, escuchada por este cronista al llegar al aeropuerto de Tegel, en Berlín, tiene que guiar los pasos del visitante por la noche de esta ciudad, para evitar circuitos turísticos archiconocidos con chapa de guía Lonely Planet.
En los barrios de la otrora Berlín Oriental existen muchas casas abandonadas, casi destruidas por fuera, que fueron recicladas y tomadas por artistas hace unos años, devenidas verdaderas galerías de arte callejero. Nada invita a entrar allí, pero entre esas paredes vive el Berlín más apasionante.
Al pie de una de esas casas se encuentra el Café Zapata, en Oranienburger St. 53-56, en el distrito de Mitte. No sólo los precios para cenar son buenos –una pizza y un par de tragos no superan los 15 euros–, sino que después de comer uno puede subir los cinco pisos de la casa tomada que está al lado, atravesando graffiti y pisos de artistas hasta llegar al barcito que se encuentra en la cima del edificio, sólo iluminado por velas.
Pero para ir al barrio nocturno con más magia en este momento, vale la pena tomarse el metro desde ahí mismo –la estación Friedrichstrasse está a pocas cuadras de esta casa tomada; el pase diario cuesta 6 euros– y bajar en la parada Warschauer, para adentrarse en el distrito más joven y progresivo de la ciudad, llamado Friedrichshain.
Después de la reunificación alemana, este barrio de clase trabajadora, que fue uno de los más bombardeados de Berlín durante la Segunda Guerra Mundial, atrajo tanto a estudiantes como artistas y okupas de Berlín Occidental, mucho tentados por los bajos precios de lo alquileres. Su calle más conocida, Karl Marx Allee, es un monumental bulevar socialista construido entre 1952 y 1960. Por las noches, las plazas del barrio se encienden con las risas de adolescentes, que conviven con punks amigables, conversadores y curiosamente amigos del debate político hasta altas horas de la madrugada.
En Friedrichshain, la población de bares por metro cuadrado es altísima, sobre todo en la calle Simon Dach St., donde es muy recomendable el pub Pentascop, que por su estética armatoste apela a cierta nostalgia comunista. Se puede ir de bar en bar toda la noche hasta decir basta y partir en curva, botellita en mano, con las primeras luces del día. Aquí no está prohibido beber en la calle; incluso la cerveza se consigue más barata que la botellita de agua mineral.
Caminando unos 10 minutos, siempre en Friedrichshain, se llega a la parte más larga del Muro de Berlín que todavía sigue en pie, donde está la East Side Galery.
Esta es la mayor galería al aire libre del mundo, que consiste en 106 pinturas realizadas por artistas de distintos países sobre la parte oriental de esta pared, que alguna vez fue infranqueable. Sentarse por un momento con la espalda contra el Muro y tocar toda su historia mientras amanece es, tal vez, una de las experiencias más increíbles que un turista pueda vivir.
París
Es cierto que los Champs Elysées iluminados encandilan a cualquier turista. Podría uno quedarse sentado allí toda la noche y sentir que, después de semejante escenografía viviente de luces, no hace falta ver nada más en la Tierra.
Pero París regala mucha noche en otros barrios que vale la pena descubrir: uno de ellos, quizás el que más mística tiene en este momento, es el canal Saint Martin, aquel lugar donde Amélie –la protagonista del film con el mismo nombre– intentaba hacer patito tirando piedras al agua.
Ubicado en el décimo distrito, el canal Saint Martin fue alguna vez una zona industrial que hoy despliega un charme especial con sus pasarelas metálicas y puentes móviles. En sus orillas arboladas, recorridas durante el día por ciclistas y rollers, cobran vida a la noche una cantidad de barcitos con música en vivo, que conviven con boutiques muy top como la de Antoine et Lilly.
En este barrio, al que se puede llegar caminando por la noche desde el Marais, atravesando el barullo de Bastille y luego subiendo hasta el canal Saint Martin, es bueno comenzar bebiendo y cantando en L’Apostrophe, un barcito que los fines de semana se llena de jóvenes y artistas. Algunas noches el lugar cierra sus cortinas, como si de un espectáculo íntimo se tratara, y los que quedan adentro empiezan con canturreos y bailes, acompañados por cervezas a 2,50 euros.
Otra opción es tomarse un aperitivo en Chez Adel, un sitio ruidoso, pequeño y encantador, sobre la Rue de la Grange-aux- Belles, y más tarde remontar la tortuosa Rue Sainte Marthe, en la que se pasa frente a un café árabe con mesas en la vereda, donde la gente fuma Narguile.
En el corazón del barrio, más precisamente sobre la calle Colonel Fabien, se puede saltar a otro reducto, en el que sólo manda el jazz. Es La Fontaine, un bar de los años 30 que vive indefectiblemente lleno y con los vidrios siempre empañados por la respiración de los amantes del género. Aquí se puede tomar un whisky por 5 euros mientras se disfrutan, en vivo, mil y un standarts de los héroes del jazz. Pero la noche no podría terminar acá.
Queda lugar para tomarse un mojito por 6 euros y deleitar los oídos con algún DJ local, en L’Ile Enchantée, un bar-discoteca con estética de loft neoyorquino. O si este boliche no tienta, marcharse a Le Point FMR, el viejo depósito de un vendedor de cemento que se convirtió en espacio cultural nocturno.
Este lugar, en el que tocan bandas rockeras y electrónicas, es frecuentado por periodistas, músicos y artistas con billeteras flacas, pero mística intacta.
Por José Totah
Para LA NACION
Para LA NACION
Datos útiles
Discos y clubes
Barcelona
- Mond Bar (Plaza del Sol 21, barrio de Gracia)
- Otto Zutz (Lincoln 15, barrio de San Gervasi)
- Razzmatazz (Almogavers 122/Pamplona 88, barrio de Poblenou)
Berlín
- Café Zapata (Oranienburger St. 53-56, distrito de Mitte)
- Pentascop (Simon Dach 37, distrito de Friedrichshain)
- Metropol Discoteca (Nollendorfplatz 5)
París
- L´Apostrophe (23, Rue de la Grange-aux-Belles)
- La Fontaine Jazz Club (20, Rue de la Grange-aux-Belles, metro Colonel Fabien)
- L´Ile Enchantée (65, Boulevard de la Villette)
Guías gratuitas para salir
París
En la calle
- Lilo (sale todos los martes y es una fiel guía impresa de recitales y conciertos)
- Journal La Terrassa (sale los miércoles, con mucha información de teatro y danza)
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