

SAN MARTIN DE LOS ANDES.- Recorrer un camino lleno de belleza -lagos que se encadenan, montañas que les hacen de marco, rayos de sol que caen perpendiculares entre los árboles- provoca una sensación que no sabe de límites, fronteras ni demarcaciones provinciales. Dónde comienza un sitio u otro, y hasta su denominación formal pierden sentido cuando la vista se enfrenta a ese cuadro perfecto de la Patagonia, en el corredor de los Siete Lagos. Perdón, de Tres Parques, Siete Lagos.
Recientemente esta región cambió su nombre por uno que simboliza una unión estratégica, aparentemente no sólo ante los ojos de los turistas o como la expresión de una idea publicitaria, sino como un compromiso para hacer perdurar ese conjunto codo a codo.
Los límites entre Neuquén y Río Negro apenas son ahora una anécdota de mapas y rutas, porque lo que une a Bariloche con Junín de los Andes está sabiamente conectado por la naturaleza de tres parques nacionales, el Nahuel Huapi, Los Arrayanes y el Lanín, y por siete lagos, Espejo, Correntoso, Escondido, Villarino, Falkner, Machónico y Lacar.
Emprender el viaje
El Lacar, a la vera de San Martín, se computa como el primero de los lagos del circuito. Bordea la ciudad y sale por una zigzagueante ruta rumbo a Villa La Angostura, como primera parada. La ruta 234 será conocida desde ahora por su nuevo nombre propio y tendrá señalizaciones que llevarán directo al concepto de preservación y unión de las áreas naturales.
El lago Hermoso y sus ciervos, el istmo que separa en apenas 1,5 km a los lagos Villarino y Falkner, las cascadas transparentes del deshielo en invierno, las laderas oscuras del cerro Buque, son algunas de las paradas obligadas que marca el recorrido. Mientras tanto, las aguas verde esmeralda del lago Escondido aparecen de pronto a mitad del camino, como jugando a no dejarse ver, aunque en poco tiempo se verán descubiertas por un cartel delator, de esos que acompañarán las vistas, los miradores y el trazado completo del circuito, explicando uno por uno los rincones con detalle de flora, fauna, ubicación y un gran mapa que todo lo convoca. Y que promete más.
Se tome la dirección que se tome en esta ruta, los espejos de agua seguirán sucediéndose uno tras otro, las nieves eternas vigilarán desde la altura y las otras se convertirán en alimento de arroyitos y cascadas.
Mágico, puede ser. Porque el paisaje no tiene principio ni fin, y entonces cualquiera puede preguntarse por qué históricamente los hombres no habían podido unirlos en su presentación en sociedad, si el maridaje ya lo había propuesto la misma naturaleza.
Para continuar enumerando las propuestas de este completo paseo, las transparencias del lago Espejo y sus playas, el tono anaranjado de los arrayanes en el Parque Nacional y el encuentro majestuoso del Correntoso con el Nahuel Huapi marcarán el supuesto final de la travesía desde el puente que los divide sólo en los papeles y que además invita a girar la vista 180 grados, para no perderse nada de lo que el paisaje de cuento de Villa La Angostura tiene para ofrecer.
La teoría indica que allí termina el camino, con el pie en la Villa. Pero si de sumar se trata, por qué no traspasar un puente más y seguir camino a Bariloche, que continúa en constante crecimiento.
Y adicionar a la propuesta la vista de la superficie inquieta del lago Nahuel Huapi, para conocer así al menos una parte de sus 750 mil hectáreas, coronadas por el cerro Tronador, el Catedral, el López y otros ocho lagos -sí, ocho más para la cuenta-, que forman parte del sistema de la zona.
De la mano de los mapuches
La comunidad colabora con esta iniciativa en el Lanín
SAN MARTIN DE LOS ANDES.- Con este nuevo compromiso, los municipios de San Carlos de Bariloche, Villa La Angostura, San Martín de los Andes y Junín de los Andes, asentados sobre el trazado de este camino, ahora son responsables de recibir a los visitantes en conjunto y concientizarlos sobre el cuidado de la belleza natural de la zona, así como comprometerse a conservar las áreas protegidas, de las que forman parte, para las generaciones presentes y futuras.
Con ese objetivo tan real como romántico, ya trabajan de la mano las comunidades mapuches con los guardaparques dentro del territorio del Parque Nacional Lanín, sitio donde comienza (o termina, según como se lo mire) la región de los tres parques y los siete lagos.
En este lugar custodiado por las nieves eternas del volcán Lanín se empezó a pensar desde hace varios años en preservar el recurso natural en un sistema de comanejo con los mapuches. Dicen por esas tierras que es una sabia decisión porque estas comunidades llevan 500 años de uso sin deforestar el bosque.
Allí también promueven con ahínco la nueva denominación de la zona y luchan porque los Siete Lagos no sea sólo un camino, sino un producto que la región puede ofrecer como uno de los más bellos. O, al menos, el más integral.
El bosque andino patagónico, cubierto de araucarias y pehuenes , que llegan a medir 30 metros de altura y hasta dos de diámetro, se combina en este sector con estepas y bosques de cipreses.
Soledad Aguado
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