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Trinidad: histórica y muy fotogénica

Con pasado azucarero, ubicada en la costa sur, fue la tercera ciudad fundada por los españoles en la isla; playas, selva y el salto de Javira




TRINIDAD, Cuba.- "Este es un Ford Imperial modelo 1952, pero le puse un motor ruso marca Volga para poder andar mejor por las subidas y las bajadas", dice el taxista, sonriente, mientras conduce por un camino de tierra rodeado de maleza selvática.
Sólo en una ciudad como Trinidad se puede llegar en 10 minutos desde un pueblo colonial hasta una selva tropical o a una playa caribeña, en un auto clásico que, de no circular por Cuba, estaría guardado bajo una funda en el garaje de algún coleccionista.
Situada en la provincia de Sancti Spiritu, Trinidad está en la costa sur de la isla y fue la tercera ciudad fundada por los españoles en Cuba. Alguna vez fue un motor económico gracias a su producción azucarera, que cayó en decadencia a principios del siglo pasado.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988, hoy la ciudad recibe cada día a cientos de visitantes que empiezan a conocer un lugar donde, por momentos, tal vez por el aquelarre de paisajes y situaciones, uno se olvida en qué país está.
En cada esquina de Trinidad percibimos una mezcla de distintas épocas: en las bocacalles sin carteles se cruzan carretas a caballo con autos vintage . Cada parpadeo se convierte en una potencial foto, de esas que luego querremos imprimir para agregar al álbum.
La ciudad es un conjunto de calles angostas, que mantienen los mismos adoquines colocados a mano hace siglos, y que escalan la ladera de una montaña escoltadas por veredas angostas y rejas altas, que sobresalen de las casas, creando una infinita hilera de balcones franceses. Si uno mira disimuladamente hacia adentro verá las mismas escenas cotidianas que se ven en otras ciudades de Cuba: gente que observa la calle desde una silla mecedora, con un ventilador que intenta disipar el calor que agobia.
Muchas de esas casas hoy constituyen la principal oferta gastronómica y hotelera de la ciudad: hostales que ofrecen habitaciones limpias y prolijas, a casi 30 CUC (peso cubano convertible) la noche, y casas de familia que se convierten en los mejores lugares para almorzar y cenar.
Paseamos un rato largo en busca de un restaurante, hasta que se abre una puerta y sale a la vereda un tipo con bigotes, con una musculosa, y nos invita a comer langosta por 6 CUC (o sea, casi 8 dólares). Se cena o se almuerza ahí, en patios rodeados de cunas de bebes, sillones de madera y televisores sin control remoto, mientras en el living la familia sigue con su vida: una mujer se pinta las uñas y una nena juega sobre el piso entablonado.

Excursiones por el día

Si bien muchos paquetes turísticos llegan a Trinidad por un día, la ciudad ofrece alternativas como pasar al menos una noche y hacer valer las 5 horas de viaje que la separa de Varadero o La Habana. El pueblo es pintoresco, ideal para perderse por los callejones y simplemente mirar, o pasear por las ferias de ropas y artesanías para luego sentarse a descansar en las banquetas de hierro que adornan la plaza de la Catedral.
En los alrededores, uno de los paseos más populares es El Salto de Javira, una cascada de agua de montaña que desemboca en un piletón natural de 9 metros de profundidad. La temperatura fría del agua es una ricura luego de la selvática caminata de 45 minutos que debemos hacer para llegar hasta allí. Este paseo también se puede hacer con un guía a través de las agencias del lugar, que ofrecen otros paseos, como la visita al Valle de los Ingenios, con una gran vista de paisajes de la cadena montañosa del Escambray y visitas a algunos de los viejos ingenios azucareros.
Otra opción es conocer la playa de Ancón, que si bien no llama demasiado la atención si uno ya estuvo en Varadero o alguno de los cayos, sigue siendo una espectacular playa caribeña.
Pero uno de los puntos más atractivos de Trinidad es la noche. Todo cambia cuando cae el sol y empiezan a sonar los sones, las salsas y guarachas frente a La Casa de la Música.
Allí está la famosa escalinata de piedra, donde la gente se sienta a tomar ron y cerveza mientras bandas musicales hacen sonar sus guitarras y trompetas. Entonces el piso se puebla de parejas danzantes, y son turistas y son locales, y la buena onda se respira en cada meneo. Este es uno de los pocos lugares de Cuba donde podemos vivir de cerca la música local, sin sentir que estamos frente a un show armado for export . La noche estrellada también está incluida en el combo gratuito.
Así, perdida en la montaña, Trinidad saca a relucir su cubanidad. El taxista que nos lleva al Salto de la Javira en su Ford Imperio del 52 estará a la noche bailando en las escalinatas y ofreciendo su casa para cenas y alojamiento. Su ciudad, su cotidianidad, su simpleza. Es eso lo que nos maravilla.

Cienfuegos, el pequeño hermano que creció

CIENFUEGOS.- Mientras los ingenios azucareros hacían de Trinidad una potencia económica en la Cuba colonial, a unos 70 kilómetros, la ciudad de Cienfuegos funcionaba como una ciudad satélite del verdadero motor de la región.
Pero las cosas cambiaron luego de la industrialización azucarera en la década del 10: los más de 50 ingenios de la zona se convirtieron en una sola central azucarera y la mano de obra excedente terminó trabajando en Cienfuegos, que creció como potencia económica y hoy es considerada la tercera ciudad más importante del país, después de La Habana y Santiago. Estando en camino a Trinidad es otra escala obligada para muchos visitantes.
La ciudad es mucho más moderna y prolija que Trinidad, y la influencia española se ve claramente en la plaza José Martí, en el centro de la ciudad, con su catedral, su teatro y su café, como en tantos pueblos de América latina. Las fachadas de los edificios que la rodean fueron recientemente restauradas, aunque no su interior. Basta acercarse a la sombra de las recovas para ver que por dentro, las estructuras son viejas y oscuras.
Uno de los principales atractivos de Cienfuegos es Palacio del Valle, un increíble castillo que mezcla muchos estilos arquitectónicos.
Sus escaleras de mármol de Carrara recuerdan a los castillos de Europa central, mientras que los techos tienen tramados similares a los de la Alhambra en Granada.

Vista desde la terraza

A fines de los años 50 el hijo del dictador Fulgencio Batista compró el palacio, pero nunca llegó a habitarlo: la revolución triunfó poco después y su operación inmobiliaria terminó en manos estatales. Hoy funciona allí un restaurante donde Carmencita, una famosa pianista de la zona, ameniza las tardes y noches con sus canciones y un viejo piano de cola.
Arriba, una terraza con vista a la bahía se convierte en un mirador de lujo y un muy buen lugar para tomar un mojito o una limonada bien fría.
Otra opción para pasar el día en Cienfuegos es tomar una lancha y llegar hasta la entrada de la bahía, donde está la playa Rancho Luna y el Castillo de Jagua, una fortaleza que cumplía la función de proteger la bahía entre los siglos XI y XIX. Cerca de allí hay un pintoresco y empobrecido pueblo de pescadores, donde los habitantes muchas veces ofrecen cenas de mariscos en sus casas, frente al mar, y también buenos habanos cubanos.
Por Claudio Weissfeld
Para LA NACION

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