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 • HISTORICO

Un corto paseo por Volterra




VOLTERRA, Italia (The New York Times).- Todo aquel que llega a Volterra queda sorprendido ante el marcado contraste que existe entre la ciudad en sí y el paisaje a su alrededor. Uno pasa de la risueña campiña de la Toscana central, con la tierra colorada, los colores cálidos de las piedras, las grandes extensiones de campos ondulantes, a este complejo desolado de calles de adoquines y plazas pequeñas, apiñadas en la alta meseta de suelo arcilloso, rodeado por cerros de origen volcánico, con edificios de piedra oscura que se elevan hasta casi tocar el cielo.
Cuesta creer ahora que esta antigua ciudad cada vez más limitada fue una de las metrópolis etruscas prósperas y poderosas medio milenio antes del nacimiento de Cristo, que mantuvo un comercio floreciente con los griegos y los cartagineses, que sobrevivió a los tumultos de la Alta Edad Media y emergió como una de las principales ciudades de la Italia medieval. La Piazza dei Priori, la plaza principal de la ciudad conserva su extraordinaria austeridad medieval, y poco pudo haber cambiado en los últimos siete siglos.
Entre los edificios que la flanquean se destaca el Ayuntamiento, o Palazzo dei Priori, construido en 1208. Se dice que es la construcción más antigua de Toscana en su tipo y que ha servido de modelo para el Palazzo Vecchio de Florencia.
El jabalí ejerce una presencia bastante dominante aquí. Aparece en los menús de los restaurantes locales, en los murales, en los bajo relieves que decoran las urnas funerarias del Museo Guarnacci, en los valles boscosos y pronunciados al sur de la ciudad. Este último es un museo arqueológico, con la colección más completa de tallados etruscos en piedra de todo el mundo.

Magnífico templo

El espíritu medieval se encuentra una vez más en la catedral del siglo XII, en los tallados románicos del púlpito. Estos están espléndidamente logrados, con un humor grotesco en algunos de los rostros que decoran los capiteles, pero aparece la necesidad de cercanía, de apiñamiento, lo que revela, al parecer, el temor al espacio: flores, follaje, bestias, cabezas humanas se empujan promiscuamente entre sí, ni un centímetro queda sin ser tocado por el cincel.

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