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Un hotel moderno, pero con estilo colonial

Los Pinos, uno de los más antiguos




Hace 57 años, cuando las Termas de Río Hondo aún conservaban la magia de pueblo pequeño, nacía el hotel Los Pinos. De estilo colonial, con 25.000 metros de parque arbolado y una pileta de agua termal de 30 metros, se trata de uno de los establecimientos más antiguos y bonitos de la ciudad. Cuenta con 139 habitaciones con bañera de agua termal propia.
Empezó con 27 cuartos y comenzó su expansión cuando el marplatense Bautista Fernández Robla se hizo cargo del gerenciamiento. El construyó el parque del fondo, con una granja, laguna y una isla donde hoy están las piletas y las canchas de tenis y de paddle.
Cuenta Julio César González, con 36 años de antigüedad laboral, que en una oportunidad Robla se fue a Paraguay a conseguir monos para que habiten el islote. "La laguna tenía patos -dice- y como aquéllos vieron que del otro lado estaba el baile -comida, gente, etcécera- , se subían a los patos para cruzar".
Otra vez, recuerda Julio, Robla se fue a Córdoba y trajo 800 pollos. Entonces, bien temprano, se puso a pelar con nosotros, y "...estaba todo sucio, sangre, barro, mugre, meta pelar, cuando una parejita de hospedados quiso hablar con él. Les habían dicho que podían encontrarlo en el parque, pero cuando lo tuvieron en frente, él les dijo: "No, a esta hora no lo van a encontrar al tipo ese, es de oficina, se levanta a la 1 con el whiskicito".
El hotel cuenta con un spa asesorado por médicos cubanos, yacuzzi, canchas de tenis, paddle, fútbol 5 y bochas, jaula de golf, gimnasio, recreación para niños y adultos, y hasta un cine con tres funciones diarias, además de otros servicios.
Posee pensión completa como antaño: jugos, tortas, budines, facturas, frutas, yogur e infinidad de panes para el desayuno; tres platos y postre para el almuerzo; té con las mismas características que la mañana y cena de buffet frío, tres opciones calientes y epílogos varios, para la cual se solicita ropa formal.

Chacareras para cantar y bailar

Los sábados hay empanadas, locro, asado y lechón en el patio criollo; y los domingos, entrada de fiambres, ravioles caseros con salsas varias, chivito al horno y helado y pastelitos de postre, con chacareras para cantar, bailar y guardar en el corazón. Con guitarra, bombo y, a veces, hasta violín.
El chef Nicolás Giménez Tolentino lleva 35 temporadas en Los Pinos. Empezó a los 22 años en Mar del Plata, en el hotel que Fernández Robla poseía en esa ciudad.
"Entré recomendado por el señor que entregaba la leña para las cocinas económicas: esos sí que eran calores. Había que tener la lumbre siempre encendida, sin descuidar, porque con poco fuego no pasaba nada." Giménez Tolentino cuenta que los turistas llegan con el afán de comer chivito, que es una de sus especialidades. Informa que si el chivito es chico y tierno -3 a 4 kilos- no le hace falta más que aceite y sal para cocinarlo luego a horno moderado. "El chimichurri se agrega al final porque si no se quema", aclara, aunque él prefiere el animal en cazuela con cebolla, morrón, perejil, orégano, ajo, vino blanco, papas, tomate y arvejas.

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por Redacción OHLALÁ!

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