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Un mes por la India

Mónica Falcón




Arribamos de madrugada al Aeropuerto Internacional Indira Gandhi, Nueva Delhi. Un viaje largamente anhelado, de dos amigas amantes de la cultura y la filosofía indias.
Dormimos en un hotel en el populoso barrio de Karol Bagh. Cuando amaneció salimos a la calle. Unenjambre de gente se nos acercaba a cada momento ofreciéndonos desde transporte hasta la visita a algún pariente fabricante de pashminas... Durante todo el viaje se repite este acercamiento al extranjero. Y además (aunque camufladas) saltaba a la vista que no éramos locales.
La calle es un caos total, las bocinas no cesan un instante (un chofer nos dijo que era un modo de saludarse, de decir aquí estoy yo). El enjambre de humanos entre miles de motos, rickshaws y autos es una experiencia única.
El viaje se extendió durante un mes en que recorrimos Rajastán, el norte de la India.
El auto y nuestro chofer Pardeep -con su amabilidad, inglés básico y señas- merecen un párrafo especial: alternábamos entre lecciones de espiritualidad, paradas en los templos y visitas a comercios de los más variados rubros, pero siempre con una afabilidad y sonrisa merecedora de todas nuestras propinas.
Después de una corta estancia en Delhi partimos hacia la India rural; nuestra primera parada fue en Mandawa. En nuestro recorrido apreciamos desde barberías en plena calle hasta camellos con jinete hablando por celular, y todo esto en medio de los coloridos saris de las mujeres que transportan las mercancías en su cabeza y las vacas sagradas cruzando por doquier.
Esta ciudad al igual que su vecina Bikaner, fundada en el siglo XVI, está poblada de havelis, viejas mansiones donde viven familias o se han convertido en hoteles más que pintorescos por su decoración y ambientación.
En Jodhpur conocimos a Pramila, una mujer india que al igual que nosotras hace yoga. Qué experiencia compartir con ella posturas y respiraciones que nos unieron mas allá del idioma.
Admiramos los templos jainistas de Ranakpur en el maravilloso valle de Aravali, estuvimos en la ciudad palacio de Udaipur, anduvimos en tren de día y dormimos también en tren por la noche. Recorrimos el Taj Mahal desde todos sus ángulos en Agra y nos admiramos de los templos eróticos de Khajuraho. Una mención especial para Varanasi, donde navegar sobre la gran madre Ganges al amanecer es un placer indescriptible. Aún escucho el sonido de las palas del bote hundiéndose en el agua y entremezcladas las luces del alba con los colores del cielo de la ciudad más antigua del mundo (habitada con sus ghats, escalinatas), donde la gente lava la ropa, entona mantras y crema a sus familiares. Por allí vi pasar la vida y la muerte en una fracción de segundos.

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por Redacción OHLALÁ!

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