

Juan Carlos Franco tiene un sueño: fotografiar la totalidad de las estaciones de tren del país para rescatarlas, aunque sea en imágenes, antes de que desaparezcan.
En su travesía lleva recorridos más de 40.000 kilómetros e inmortalizadas, en 150.000 instantáneas, unas 550 estaciones.
Todo comenzó hace tres años, casi por casualidad. Volvía de visitar a su hijo que vive en Bariloche cuando se le rompió el auto y lo cargó en el tren patagónico que va hasta Viedma.
"Hacía mucho que no viajaba en vagones, desde mi adolescencia, y con el ruido de los rieles me invadieron aquellas sensaciones por las cuales amaba tanto esos viajes", cuenta a LA NACION y se emociona este hombre, de 45 años, nacido en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires.
En ese momento lo único a lo que atinó fue a sacar fotos, quizá para revivir esas impresiones volviendo, cuando quisiese, a las imágenes.
Luego perfeccionó su técnica. Guiado por viejos mapas carreteros, en los que figuran ramales desaparecidos, traza los itinerarios de viaje que realiza cada dos o tres meses, cuando su trabajo de publicista y el dinero se lo permiten. Muy a pesar de su hijo, que le ruega no pasar otras vacaciones entre terminales ferroviarias, sale con su combi Volkswagen equipada como un estudio fotográfico, siempre acompañado por amigos.
Si hay algo que refleja su relevamiento es la suma de virtudes y contradicciones de la manera de ser argentinos. "Así como en un desvío de tierra del ramal que va hacia Pinamar hay una estación en la que funciona una escuela; en otros lugares hay muchas que están pintadas con las banderas políticas de quienes ocupan el gobierno de esas ciudades -acota-. Como si pintásemos la Casa Rosada del color de los que asumen cada cuatro años."
Por el patrimonio
Durante sus recorridos, de Norte a Sur y de Este a Oeste, fue gestando la idea de hacer un libro que deje constancia del patrimonio arquitectónico y cultural. Entre las fotografías quiere agregar sus impresiones o los comentarios de quienes viven en los poblados fundados a la orilla de los rieles.
Contar, por ejemplo, que la de Puerto Deseado, en la costa de Santa Cruz, refleja la imagen de slow city por la que está trabajando la ciudad, proyecto del cual él también participa, y contrastarla con la de San Luis, la que le recuerda un casino.
Por el momento, el objetivo de editar un libro está plasmado en la Web ( www.estacionesdemipais.com.ar ), donde muestra algunas de las imágenes y mediante la que se comunica con otros amantes de los ferrocarriles.
Aunque su relevamiento es sólo fotográfico y no se detiene en el modo de apropiación de los terrenos por parte de los actuales propietarios, cuenta que fueron muchas las sorpresas que se llevó en sus viajes.
"Según dicen los lugareños de Bernardo Larroudé, un pueblito de La Pampa, el intendente de una población vecina cercó la estación, le puso dos perros rottweiler y la transformó en su casa quinta", narra con tono anecdótico y agrega: "También vi una fábrica de jabones en uno de los galpones en Vivoratá, provincia de Buenos Aires".
Juan Carlos fotografió cerca de 200 estaciones que no figuran en sus mapas carreteros y de las que no tiene información, porque los pueblos desaparecieron, pero a las que situó mediante coordenadas que tomó con sus unidades GPS para, en algún momento, identificarlas.
Hasta su última parada, le resta relevar cerca de 1000 estaciones de los 40.000 km de vías que alguna vez se tendieron en el país y de las que funcionan 10.000. Y está ansioso, porque si bien fueron varias las personas que conoció en este derrotero, está en busca de muchas más con las que pueda completar su rompecabezas ferroviario.
Por Alicia Beltrami
Para LA NACION
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