"Un viajero sin curiosidad no debe considerarse como tal"

-Me defino como viajera curiosa y constante. Incluso aún antes de viajar, ya lo hacía pensando en los lugares donde iba a hacerlo.

-Mi primer viaje, a los 14 años, se lo debo a mi papá. Me llevó a Mar del Plata, que era otro mundo. Y evidentemente lo sigue siendo. Ahora, si tengo que hablar de mí solita, cuando tenía 16 volé en un chárter, algo así como un monoplano, muerta de miedo pero feliz de la vida, a Gualeguaychú, a visitar a mis padrinos. Esa fue mi primera aventura como viajera solitaria.

-Mi pijama y mi ropa interior. Eso sí, es lo único que no podría comprar fuera de mi casa.

-Hasta hace un mes, el destino más exótico había sido Japón. Pero recién vuelta de China, creo que eso es exotismo puro en todo sentido. Volví más que sorprendida.

-Ser como habitualmente no es.

-Y, claro. Viste que el típico vacacionista argentino -ese snob que si no viaja a determinado lugar es como si no hubiera salido de su cuevita- en el exterior es todo lo contrario de lo que es aquí como ciudadano. Por ejemplo, no arroja papeles al suelo o espera en una esquina, aunque no venga ningún vehículo, hasta que el semáforo lo habilite para cruzar. ¿Por qué acá la gran mayoría no respeta nada de todo eso?

-A pesar de la grandiosidad y la importancia de otros museos, mi museo favorito sigue siendo el Museo Van Gogh, de Amsterdam. Un museo a escala humana.

-Una afición muy grande que he tenido toda mi vida es coleccionar tortugas, porque me parece el bicho más impresionante para demostrarnos a los seres humanos que no importa el tiempo que uno se tome para las cosas ni las caparazones terribles que lo cubran, siempre se puede seguir andando hasta llegar adonde a uno se le ocurra.

-Apenas al llegar, primero dormir muchísimo, lo suficiente para que me permita no sólo descansar el cuerpo, sino también alejarme mentalmente de todas las circunstancias que me están persiguiendo mañana, tarde y noche. Entonces después de esa dormida enorme, despertarme como si fuera la primera vez y observar todo lo que me rodea. Todo se hace perfecto a partir de eso.

-Yo le daría una sola recomendación: que se olvide un poco de sí mismo y que disfrute, sobre todo, poniendo a prueba la curiosidad. Porque un viajero que no tenga curiosidad no puede considerarse como tal. Lo único que no se puede perder es la inocencia ante el viaje.

Francia ha sido mi segunda casa durante 25 años. Y creo que las mejores anécdotas están relacionadas, de una u otra manera, con ese país. Volver a sentirme en ese mismo hotel que ya no es el mismo, cuando bajé del ascensor, sabiendo que en la entrada me estaba esperando Simone Signoret. Nunca me voy a olvidar cómo el gerente del hotel la miró y no podía creer que estuviera ahí parada. ¿El motivo por el cual se acercó a mí? Ella había escrito un libro llamado La nostalgia ya no es lo que era, que tuve la oportunidad de leer en francés, pero que además descubrí que había llegado como traducción española a una librería nuestra del Río de la Plata. Ella acudió a mí sabiendo que había traído aquel libro conmigo y deseaba conocer esa edición hasta entonces insospechada. Un encuentro inolvidable que aún perdura en mi corazón.