Una catedral de sal y una laguna de oro
Al norte de Bogotá se encuentran dos de los mayores atractivos turísticos del centro del país: una catedral subterránea tallada en una mina de sal y la laguna donde nació el mito de El Dorado
13 de julio de 2014
La llaman sabana, con un nombre de resonancias africanas, pero es como un ancho valle que se abre al norte de Bogotá, en el centro de Colombia. Es la zona de los llanos, su otro nombre, pero el paisaje que todavía desfila a ambos lados de la autopista 55 es de zonas industriales, campos y pequeños pueblos, como en todas las inmediaciones de las grandes ciudades. El tránsito es incesante y atrevido, incluso para los habituados a transitar las calles de Buenos Aires. De pronto, cuando aparecen a un lado del camino los techos de una construcción que recuerda al lejano Taj Mahal de la India, un cartelito indica que hay que doblar a la izquierda para llegar a Zipaquirá. Pasamos delante del Parque Javier Duque, el mayor parque de diversiones de Bogotá, y tomamos una pequeña ruta donde los camiones forman largas procesiones.
Una mañana bajo tierra
Zipaquirá es una ciudad pequeña, de calles estrechas, que desembocan en uno de los mayores atractivos del país: la Catedral de Sal. Recientemente los colombianos la elegieron como la mayor maravilla de su territorio, nombramiento que bastó para multiplicar la cantidad de visitantes. De hecho, conviene evitar la visita en los días de festejo religioso o en los feriados, cuando la afluencia se vuelve excesiva.
Tras desembarcar de los micros que traen hasta aquí o del Tren de la Sabana (un histórico tren a vapor), se llega a una plazoleta donde se levantan las boleterías, un Museo de la Salmuera y un parque temático dedicado a la sal. Toda parafernalia moderna que no necesitaban los chibchas, antiguos conocedores de este yacimiento, quienes comercializaban sal contra el oro con que cubrían a sus caciques. Pero esa es otra historia, que se contará unas horas más tarde, a varios kilómetros de distancia.
Mientras tanto hay que volver a los clásicos, como las novelas de Julio Verne, para vivir lo que bien podría ser un Viaje al Centro de la Tierra. En Zipaquirá, el túnel de ingreso conecta directamente con el laberinto cavado por los mineros a lo largo de décadas de trabajo. La Catedral se encuentra en una zona que ya no está siendo explotada, pero el trabajo continúa más abajo. Lo primero que se aprende escuchando a los guías –que pueden llegar acompañando excursiones o contratarse de modo particular por el tiempo de la visita- es que en realidad no hay una sola catedral sino dos. La que se visita actualmente es la más reciente, en tanto la primera –tallada por los mineros en los años 50- fue clausurada por el peligro de derrumbe.
La mina es una bendición para Zipaquirá, desde mucho antes que la fe habitara sus galerías. Toda la ciudad vive en torno a la sal, su extracción y los distintos procesos: aquí hay desde curtiembres hasta fábricas de vidrio que así se alimentan in situ de sus materias primas.
El paseo comienza recorriendo un Vía Crucis con estaciones hechas de altares y cruces en sal tallada y pulida. Cada estación se ve iluminada gracias a un juego tenue de leds en tonos azules, y poco a poco van llevando hasta la gran nave central. Pero antes se pasa bajo una cúpula que permite una visión de conjunto, y desde donde se admira mejor la gran cruz de 16 metros de altura que domina la gigantesca sala. Esta sala se encuentra a unos 60 metros por debajo de la primera catedral, y a unos 2.600 metros sobre el nivel del mar. Estos son sólo algunos de los datos que brindan los guías, que conviene tener en cuenta para la visita, aunque la Catedral también se puede visitar libremente.
Paredes de sal, techos de sal, pisos de sal: la está por todos lados y se confunde con una roca grisácea. Solamente de vez en cuando, cuando hay iluminaciones fuertes, se puede apreciar la textura verdadera de la mina. Y al mismo tiempo se ve entonces que los bloques de sal están salpicados de fragmentos de pirita, generalmente muy pequeños: esa pirita que se conoce con el apodo del "oro de los tontos", porque brillaba como oro en la oscuridad de los pasillos de las minas.
Luego de un paso obligado por una "galería comercial" –en el sentido más literal de la palabra- donde se venden joyas con esmeraldas y y recuerdos religiosos tallados en sal, es tiempo de salir para emprender la segunda parte de este día de excursión por la sabana.
Una tarde de leyenda
Nuevamente en la autopista, 55 kilómetros más al norte se llega al pueblo de Sesquilé. No se lo ve desde la ruta, sino que hay que llegar tras un par de curvas hasta las pocas manzanas que lo conforman, con una pequeña plaza, una iglesia, un centro cívico y un vaivén de autos y colectivos entre las calles angostas. Un cartel indica que estamos en camino hacia la laguna de Guatavita... la laguna de El Dorado.
Hace algunos siglos, este lugar fue el epicentro de la fiebre del oro que sacudió América durante la conquista. La leyenda del hombre cubierto de oro se formó a orillas de una lagunita de aguas verdes, encerradas en el corazón de una montaña. Tal vez por eso no haya sido fácil de encontrar, escapando durante muchos años a la codicia de los aventureros.
A primera vista, Guatavita parece el cono de un volcán dormido. Los geólogos piensan que podría tratarse del cráter de impacto de un meteorito. Pero al margen del motivo de su aparición, el sitio es tan poco común que llamó la atención de los primeros habitantes de la sabana, quienes lo convirtieron en una suerte de lugar mágico. Con el tiempo se volvió un sitio ritual, al que acudía cada nuevo cacique de los chibchas para rendir tributo a las divinidades Bochica y Guatavita. El cacique iba cubierto de polvo de oro, navegando en una balsa hasta el centro mismo de la laguna, justo al amanecer, para cumplir sus devociones volcando objetos de oro al agua.
Siglo tras siglo, el fondo del lago se tapizó de una verdadera fortuna. La primera intención de los conquistadores cuando encontraron el lugar fue vaciar esta especie de enorme pileta encerrada entre gruesas paredes rocosas, y de hecho hoy todavía se ve el tajo que cavaron sobre un costado. A fuerza de ambición dorada lograron vaciar una importante porción de lago, sobre todo si se considera que al parecer en tiempos precoloniales Guatavita –que no tiene afluentes- era mucho más alta que hoy. Gracias a esta obra ciclópea, Giménez de Quesada logró adueñarse de parte de este tesoro en 1537. Sin embargo se cree que queda todavía mucho oro en el barro del fondo de la laguna. Algunos -pocos- objetos pudieron ser rescatados y se exhiben en el Museo del Oro del Banco de Colombia en Bogotá.
La laguna se visita caminando por el borde superior del cráter. Según cómo llegan los rayos del sol, las aguas se vuelven más o menos verdes, hasta llegar a tener el mismo tono que las esmeraldas que adornaban los objetos de oro de los chibchas. Todo el predio es un sitio protegido, a cargo de una empresa que cuida los accesos y armó un sendero interpretativo, con plantas nativas y la reconstitución de una choza ritual indígena.
La laguna, que está a casi 3.000 metros de altura, ofrece un lindo panorama sobre los campos de papas y los cerros que bordean esta parte de la sabana. Después de contemplar esta vista, se regresa por Sesquilé o por un camino alternativo, que bordea un embalse y pasa por el pueblo nuevo de Guatavita (el antiguo fue sumergido debajo de las aguas de la represa). Su centro ha sido construido según un modelo andaluz, en abigarrada convivencia de oficinas públicas, tiendas y restaurantes. Generalmente es una parada gastronómica para los que visitan la región, antes de regresar a Bogotá y conocer nuevas facetas de Colombia.
Datos útiles
Excursiones en la región de Bogotá y a Zipaquirá y Guatavita: Viajes Chapinero L`Alianxa
es una de las agencias que organizan esta visita de día completo.
receptivo1@vchapinero.com
Alojamiento en Bogotá: el Hotel Urban Royal se encuentra al borde de la avenida que se
transforma en Autopista Norte. Es una buena opción para realizar esta visita y evitar el
tráfico del centro de la ciudad. Está en la intersección de Calle 26 y Carrera 33.
www.urbanroyal26.com.
Más datos sobre el destino y sobre Colombia en general: Proexport Colombia es el
organismo oficial de promoción turística: www.colombia.travel.