
La música country se asocia generalmente con la vida metódica y estrecha de los pueblitos perdidos del Middle West de Estados Unidos y con los camioneros que cruzan el continente norteamericano en sus monstruos motorizados. En otras palabras, una música que se considera muy a menudo como la hermana pobre de la creatividad y el talento. ¿Será así? ¿Un género musical tan antiguo y prolífico como el country puede ser tan interesante?
Hay que dejar por un momento de lado las bandas de sonido de las películas de vaqueros (de hecho, los mejores temas de westerns fueron escritos por un italiano, Ennio Morricone) y las escenas de viajes en camiones...
Las raíces de la música country se encuentran en las músicas irlandesa, inglesa, francesa y alemana que cruzaron el Atlántico durante los siglos XVIII y XIX, junto con los inmigrantes. A diferencia de los otros ritmos surgidos en América del Norte, el country fue esencialmente una música blanca.
Si bien sus propuestas encontraron éxito en Estados Unidos, no lograron cruzar fronteras. Más bien figuran como excepciones, o creadores de corrientes anecdóticas dentro de un género que parece totalmente fijado.
Visto desde fuera de Estados Unidos, la música country sigue siendo esa música kitsch para cabinas de trucks y estación de servicio perdidas en los maizales de las Grandes Llanuras. Y no es el reciente éxito internacional de las Dixie Chicks el que podrá contradecirlo... Desgraciadamente.
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