

Desde chico tenía un sueño: visitar Nepal, conocer Katmandú, ver el Himalaya a pleno y descubrirlo. La llegada a mi vida de mi novia, actual mujer y la mejor compañera de viajes del mundo, me llevó a concretar este sueño. En septiembre de 2007 cargamos las mochilas con lo indispensable y salimos en busca de lo desconocido.
El trayecto nos llevó por Kuala Lumpur, hermosa, moderna, un oasis; Nueva Delhi, impactante, la entrada al mundo indio; el Taj Mahal, soberbio monumento al amor; Varanasi, sin palabras, el corazón de las creencias indias; Katmandú, un sueño estar allí, y finalmente
Pokhara y las montañas del Annapurna. Pokhara es una bella ciudad a la vera de un tranquilo lago entre las montañas de la cadena del Annapurna, con gente muy amable, un clima hermoso y turistas en invierno. Está a 1000 msnm, pero a sólo 50 km de allí las montañas superan los 7000 metros. Hicimos un recorrido caminando por la ciudad, en bote por el lago, y no tardamos en encontrar y contratar un trekking de cuatro días por las montañas. Partimos al amanecer de la mañana siguiente.
El trekking comenzó con 50 km de ruta en taxi hasta la confluencia de dos ríos y un pequeño poblado. De allí en más... Caminar, trepar, subir infinidad de escaleras naturales o hechas por el hombre y cruzarnos con burros de carga, chicos que van a la escuela y nepaleses trabajando, entre montañas, cascadas y una vegetación que impresiona.
Cada tanto hacíamos una pausa para descansar, beber agua o comer algo, sacar fotos y disfrutar de la compañía de algún poblador que se nos acercaba curioso y con una sonrisa reconfortante. Antes de que bajara el sol, nuestro guía nos buscó un hospedaje, un baño con agua casi siempre fría y una cena espectacular. A la mañana siguiente, nada como abrir la ventana de nuestra posada humilde, pero reconfortante, y ver el amanecer entre las montañas del Himalaya. Así pasaron 48 horas que nos dejaron los ojos llenos de belleza.
Al tercer día íbamos a hacer 3 km en subida en plena noche hasta el mirador de Poon Hill, a 3200 metros, para ver el amanecer "más lindo de nuestra vida", según el guía. Y así fue: emocionante, indescriptible, belleza pura. A lo lejos se destacaban los montes Annapurnas, entre otros, por encima de los 7000 msnm, que le dan al paisaje el mote de el techo del mundo.
Después de disfrutar semejante escena de película durante más de dos horas comenzó la parte más difícil del viaje, aunque sólo el guía lo sabía: dos días de terrible camino, un esfuerzo físico mayor aun que la subida. Llegamos finalmente al lugar donde la travesía había comenzado y nos esperaba el mismo taxi para recorrer los kilómetros hasta la ciudad de Pokhara. Nos quedó un recuerdo imborrable.
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