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Una hermana menor, silvestre y sin complejos, Menorca

Es la menos famosa de las islas Baleares, pero la que tiene mejor fama. El Caribe del Mediterráneo atesora playas, yacimientos arqueológicos, cocina y tradiciones en estado puro




Menorca.¿A qué huele? A hinojo", dice Isabel y corta una ramita de esta planta silvestre para que huela de cerca. Menorca, esta isla de 701 km2, la más septentrional de las Baleares, tiene fragancia propia, una mezcla de hinojo, manzanilla, ruda, acebuche -el antecesor del olivo- y alcaparras, que trepan indómitas por la muralla más antigua de Ciutadella, la ciudad de la nobleza, y cosechan al final de la primavera.
Isabel es la guía y es tan menorquina como sus zapatos, las famosas menorquinas, avarcas o abarcas, que usaban los campesinos y se hacen con piel de vaca o cerdo y suela de caucho de neumáticos usados. Hay llaveros con abarcas en las tiendas de suvenires y avarcas en infinidad de colores y estampados en las zapaterías de Menorca.
La fabricación de calzado, quesos y bijouterie se tornó el principal sustento de la población a inicios del siglo XX. Así como la ganadería lo fue para las familias nobles, dueñas de las tierras que repartió el rey Alfonso III de Aragón, cuando reconquistó la isla de los musulmanes, a fines del siglo XIII. Con una industria sólida y tierras productivas, a nadie se le ocurría vender sus propiedades, como pasó en Mallorca o Ibiza. Los menorquines son muy arraigados y por eso la isla de la generación de Isabel es muy parecida a la de su abuela. Apenas el 2% de este territorio de 53 kilómetros de ancho y 19 de alto está edificado; el resto, silvestre como el hinojo y las alcaparras.
También ayudó que este lugar, con 95 mil habitantes, haya sido el último reducto republicano de la Guerra Civil. Mientras se promovían inversiones por parte del gobierno en otros lugares afines con su ideología, Menorca fue quedando rezagada de la urbanización. Recién en los años 70 algunas de esas familias nobles empezaron a vender terrenos con playa. A fines de la década, con el turismo a tope, se hizo una planificación gigantesca con torres frente al mar y un parque natural con lago deportivo -para el que había que dinamitar algunas calas-, pero la crisis del golfo frenó las inversiones y Menorca se salvó de parecerse a Benidorm, ciudad costera de Alicante. Por entonces surgió el grupo ecologista GOB, que consiguió involucrar a la ciudadanía y al gobierno para cambiar las leyes y proteger la isla. En 1993 fue la única de las Baleares que llegó preparada para ser Reserva de la Biosfera. El golpe de suerte, las crisis del pasado y la oportunidad de observar los errores de los otros y hacer diferente. En las próximas dos décadas el paso firme lo va a dar el movimiento slow.

Las piedras y el viento

No es alto, pero es el más alto de Menorca: monte Toro, desde 1558 lugar sagrado y la primera torre vigía de la isla. En la cumbre hay un monasterio con una Virgen que tiene un toro a sus pies; un jardín con plantas carnosas; muchas antenas y un café, con buen café, buena vista y unas pastitas de avellana de revolear los ojos. Desde la cima, a 358 metros, se ven los pueblos Fornells y Es Mercadal; el verde de los campos y la casa de Joan Manuel Serrat, que es una de las blancas, con árboles alrededor. Nadie sabe bien dónde viven los famosos, porque de eso se trata, de que no se sepa.
También hay un Cristo de brazos abiertos al que le cayó un rayo en la mano, igual que al de Río de Janeiro. Y el nombre del monte puede tener que ver con el toro que custodiaba la montaña y guió a unos monjes hasta la gruta donde estaba la imagen de la Virgen María, o con la conquista musulmana, en 903, ya que los árabes lo llamaron monte de Al Tor.
Isabel cuenta sobre las construcciones megalíticas de la Edad de Bronce. Los periodistas anotamos con la boca llena de pastitas. Hay más de 1500 yacimientos arqueológicos catalogados, incluidas las Taulas, tres piedras que forman una mesa. La mesa de los gigantes, dice la leyenda. Los otros monumentos prehistóricos, las Navetas y Talaiots, también están en Mallorca e Ibiza, pero las Taulas son exclusivas de Menorca.
El viento tramontana sopla moderado, porque cuando sopla fuerte hay que andar con piedras en los bolsillos para no volarse. Como hizo nuestra guía con un grupo de jubilados durante una excursión a Favaritz, un paisaje que parece lunar, de roca negra, donde está uno de los siete faros de la isla. El tramontana es viento norte y a veces alcanza los 120 km por hora.
Y hacia allá vamos, al norte. Pasamos por Fornells, una ciudad construida por los españoles en el siglo XVII, a la que el rey, antes de abdicar, iba a comer caldereta de langosta al restaurante Es Plá. La caldereta es el plato más famoso y caro de Menorca, unos 70 euros, y Fornells uno de sus ocho ayuntamientos.
Tierra adentro hay caminos angostos rodeados de paredes secas, unos muros hechos con piedras apiladas, típicos de las Baleares. Hay arbustos con forma de bandera apuntando al sur. Los curvó el tramontana cargado de sal marina, que llega desenfrenado por la ausencia de montañas. Hay colinas, vacas frisonas -de las que deriva la raza Holando Argentino-, fardos de heno y llegamos a Binimel-là, el tramo litoral virgen más grande de la isla. Aquí, las rocas son rojizas y tienen forma de corales, y lo fueron. Hace 400 millones de años este suelo estaba en las profundidades del mar. Ahora, el fondo del océano se posa sobre las playas en forma de posidonia, una planta marina endémica del Mediterráneo que además de evitar la erosión constata que el agua es de alta calidad. Y lo más alto que hay en Menorca es la calidad.

A fuego lento

Rehogue una cebolla, cinco dientes de ajo y un pimiento verde. Agregue un kilo de tomates maduros en pedacitos, sal, perejil, un litro de agua. Caliente sin hervir. Sirva con higos frescos y pan de sopa. Es oliaigua amb figues, uno de los platos más tradicionales de Menorca. Simple y delicioso, dos constantes de la gastronomía de esta tierra que asegura haber inventado la mayonesa o mahonesa, que viene de Mahón, capital de Menorca. La leyenda dice que en 1756, cuando las tropas francesas quitaron el mando a los ingleses, el duque de Richelieu, el capitán, deambulando por las calles de Mahón a altas horas de la noche entró en una posada y pidió para comer. Como a esa hora no quedaba nada, el mesonero improvisó una salsa uniendo yema de huevo con aceite de oliva. Al duque le encantó la salsa mahonesa y cuando volvió a Francia contó la receta en la corte y así se introdujo en la cocina internacional.
A la hora del vermut haga como los locales y vaya a la plaza San Pedro 11, en Ciutadella. Pida un Martini Izaguirre solo o con soda, o una cerveza menorquina, Sa Forastera, y mejillones al vapor o vieiras, o boquerones en vinagre, o tortilla española y chorizos al vino, y después veremos qué hacer con el colesterol.
Pero ahora no, ahora hay que probar la sobrasada, el embutido suvenir de Menorca, de color rojo, hecha con carne de cerdos que campean en el 98% del territorio sin construir. Y los quesos, tiernos, semicurados, curados, con denominación de origen, milenarios, irresistibles, cómalos todos y pida que algunos se los envasen al vacío; algunos no, varios; pague exceso de equipaje, no importa, porque al volver es lo que más se extraña. Ah, los quesos de Menorca son como las pastitas y la caldereta, hacen revolear los ojos con cada bocado.
Si está en Mahón, coma la caldereta de langosta en Jágaro, al lado del Club Marítimo. El mozo le pondrá un babero, un plato con agua y limón, y las herramientas: una pinza y un pincho para extraer la carne de las patas. También le servirá una, dos, tres veces, hasta que no quede langosta ni sopa. Y usted lo mirará agradecido, extasiado casi, con el babero lleno de salpicones rojos, porque la caldereta lleva mucho tomate. Y el mozo, que conoce esa expresión, dirá estoy contento porque siempre es igual. Da gusto servir. Y sonreirán.
En Mahón o Maó, también hay que probar la pomada, que es como se le llama al gin con limonada y en general viene granizada. El gin, un destilado del enebro, se fabrica en Mahón y cuenta Isabel que la pomada nació así: había un señor al que le gustaba tomar gin, pero a su mujer no le gustaba tanto que él tomara, así que el hombre empezó a mezclarlo con limonada y cuando su mujer lo veía, él decía que estaba bebiendo su pomada, una limonada espumosa.
Binibeca es la réplica de un pueblo de pescadores, al sur de Mahón. Un laberinto de casas blancas con paredes redondeadas, construido en 1972, que visitan todos los turistas. En la entrada hay un bar mínimo donde venden tragos y helados. Pida el Creación 57, un bombón helado relleno con vainilla, café y canela, bizcocho al licor y crocante de almendra fabricado por la familia Sintes, los artesanos del dulce en Menorca. Y con un dejo de licor en la boca vaya hasta el Ayuntamiento de Es Mercadal, cerca del monte Toro, a cenar al Molí d'es Racó, un restaurante que desde hace 36 años funciona en un molino de hace tres siglos. Mejillones al horno, berenjenas rellenas a la menorquina, calamares a la romana, pan con aceite y quesos, de cabra de oveja, de vaca. Ah, los quesos de Menorca. Y además el vino, Celeste Roble, de Ribera del Duero. Enseguida, lenguado a la plancha, cordero al horno, carne estofada con setas menorquinas, porciones generosas que no caben en la mesa, ni en uno, pero de las que no queda nada.

El plan conquistador

Puede tratarse de una luna de miel, una reconciliación, de revivir la chispa o del primer viaje en pareja. Como sea, el plan funciona.
Levántense a la hora que les dé la gana en una de las ocho habitaciones de Jardí de Ses Bruixes, total no hay horario para tomar el desayuno que, además, es personalizado. Suban a la terraza del caserón para ver los techos de tejas de las otras casas mahonesas y salgan de compras por las tiendas de la calle Ses Morera. Visiten la iglesia de Santa María, que tiene uno de los mejores órganos barrocos de España y está frente al Ayuntamiento, donde se celebran las fiestas patronales del 6 al 9 de septiembre, y entren al Mercado de Mahón. Tal vez un cafecito en la terraza con vista al puerto, y después bajar para recorrerlo en barco.
Es el puerto natural más grande y profundo de Europa, tiene 5,5 kilómetros y desde el agua se ve todo el legado que los británicos dejaron durante su ocupación, entres los siglos XVIII y XIX, con una breve interrupción francesa, entre 1756 y 1763.
Del barco al hotel, a buscar todo para subirse al auto alquilado -indispensable para recorrer-, llegar al mirador de Cala Galdana y comprobar que el Mediterráneo tiene el mismo color que el mar Caribe. Dos selfies y auto hasta Cala Macarella, rodeada de acantilados y una de las más lindas de Menorca, pero la más linda de todas es a la que se llega caminando desde allí, Macarelleta, diminuta, íntima, virgen, para volver mil veces, para quedarse para siempre. Flotar. Bucear. Secarse al sol, vestir ropas adlib -mucho blanco, lino, algodón- y manejar por la carretera Sant Lluis, al sur de Maó, hasta Binifadet, una bodega joven que cultiva cinco variedades de uva. Sentarse en la terraza, a la sombra de las parras, y degustar Merlot, Syrah, Cabernet, Moscatel de Alejandría y Chardonnay con una picada. Y cuando la luz se vuelva demasiado anaranjada, demasiado preciosa luz mediterránea, hay que volar a Cova D'en Xoroi.
Xoroi fue un pirata náufrago que se refugió en estas cuevas naturales formadas dentro de un peñasco, a varios metros sobre el nivel del mar. Con vista al mar. Con la mejor de todas las vistas al mar. De tarde es un chill out, el place to be para ver atardecer, y de noche, una disco de paredes irregulares, los mismos DJ que pasan por Ibiza, buena vista hasta en los baños y Wi-Fi libre para publicar una serie de selfies. El sol se va. Amarillo, naranja, rojo. La luz para decir algo importante.
La grande finale es en Torreblanc, una finca menorquina que en e2013 fue transformada en un hotel de lujo: espacio, estilo, silencio, claridad, el horizonte libre y en una de las habitaciones, una pequeña piscina privada que se funde con la línea del mar.
Como la reserva fue anticipada con la antelación necesaria -mucha-, los esperan para una cena maridaje de seis pasos. El restaurante, de piedra, madera, copas de cristal leves como plumas, es asesorado por el chef cordobés Paco Morales, condecorado con estrella Michelin. Los camareros, de punta en blanco y lino puro, muy ad lib, inauguran esta cena que se parece más a un ritual con tomates casi secos con su agua helada, pimentón, almendra, con tataki de atún rojo, acompañado de un aperitivo de sake con rama de romero y twist de orégano.
El auge será al cuarto paso, cuando llega el pez espada en sartén con trigo sarraceno salteado y mahonesa de hierbas alimonadas. En las copas, vino tinto, "porque puede combinar con un pescado poderoso", explica Bruno Tanino. Sí, así se llama el sommelier. El festín acaba con una gula de chocolate al 70% con café y vainilla, para no rendirse al sueño. Y hasta aquí llega el trabajo de esta encantadora isla y de esta cronista. Hasta que salga el sol.

Datos útiles

Dónde dormir. Almirante Farragut Cala'n Forcat. Ciutadella. Tel.: 34 971 388 000. www.hotelalmirantefarragut.com
Torralbenc Carretera Maó - Cala'n Porter, km 10. Alaior. Tel.: 34 971 377 211. www.torralbenc.com
Jardí de Ses Bruixes San Fernando, 26. Mahón. Tel.: 34 971 363 166. Cel: 34 638 209 485. www.hotelsesbruixes.com
Carlos III C
Carlos III, 2-4. Es Castell. Tel.: +34 971 352 202. www.artiemhotels.com
Dónde comer. Es Moli d'es Racó Calle Mayor 53. Es Mercadal. Tel.: 971 375 275. www.restaurantemolidesraco.com
Ses Voltes Calle Ses Voltes 16-22. Ciutadella. Tel.: 34 971 381 498. www.recibaria.com
Jágaro Moll de Llevant 334. Tel.: +971 362 390
Cómo moverse. Alquiler de autos y motos: Autos Mahon Rent Moll de Llevant 35 y 36 (puerto de Mahón). Tel.: 34 971 365 666. www.autosmahonrent.com
Paseos guiados: Isabel Martín Sintes. Tel.: 34 676 032 638. E-mail: menorcasedueix@yahoo.es
Cuándo ir. De mayo a octubre el clima es perfecto para la playa. La temporada alta comienza a fines de junio, con las fiestas medievales, y va hasta mediados de septiembre.
Más información en www.menorca.org

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por Redacción OHLALÁ!


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