

HOBART, Tasmania.-Si Australia se encuentra entre los destinos más lejanos y exóticos que un turista puede elegir desde estas latitudes, Tasmania es lo más lejano y exótico que puede ofrecer Australia.
En el confín de aquella parte del mundo son los hombres los que se adaptan a la naturaleza, y no al revés. Pero hubo que pagar un precio muy alto para llegar a semejante resultado, que hoy puede ser un modelo para el resto del mundo: la desaparición de los tasmanos nativos y del lobo marsupial, uno de los animales más lindos que existieron en este continente.
Una capital verde
Aunque Hobart aún no haya cumplido 200 años (fue fundada en 1803), se trata de la segunda ciudad más antigua de Australia.
En la lejana isla de Tasmania creció a un ritmo provinciano y todavía hoy no supera los 200.000 habitantes. Todos factores que, combinados, hacen de esta ciudad la más ecológica y, a la vez, la más histórica de todo el continente australiano.
En pleno corazón de Hobart, jalonado de edificios victorianos que se remontan al siglo pasado, siempre es posible ver los cerros que rodean la ciudad. Para conseguir una visión panorámica no es necesario encerrarse en los ascensores de una moderna torre, sino subir a un cerro: el Monte Wellington, que se eleva 1270 metros a pocos kilómetros del centro.
Desde arriba, Hobart se muestra como la ciudad más ecológica que sea posible imaginar. Las zonas urbanizadas se alternan con las zonas verdes, y el río Derwent -a cuyas orillas fue fundada la primitiva colonia que originó la ciudad- forma un laberinto de brazos de tierra y agua, entre ríos, mar, islas y continente.
Las construcciones muestran que la parte urbanizada se adaptó a este marco, y no lo agredió con su crecimiento: las fotos que se tomen desde la montaña no sufrirán ese mal tan común en otras partes, el de salir veladas por las capas de smog. En pocas palabras, no hay ningún indicio de contaminación atmosférica.
La única concesión al modernismo que hizo Hobart hace un par de años, tras una confusa polémica, fue la construcción de una torre con casino para la diversión de los turistas orientales. Pero, controversias aparte, la verdadera capital tasmana no está allí, sino alrededor de sus muelles.
Cada Año Nuevo, Hobart salta a la fama durante la carrera náutica Sidney-Hobart; desde estos mismos muelles zarpan los barcos rumbo a las misiones antárticas australianas, así como los ferries que van y vienen entre Melbourne y Tasmania varias veces por semana.
Con el declive de la pesca artesanal, el puerto fue transformado en zona turística, donde se concentran boutiques y restaurantes. A medio kilómetro de los muelles, Battery Point era el lugar donde se instaló el sistema defensivo del puerto en época colonial, además de haber sido el sitio donde instalaron sus casitas de madera los pescadores pobres de principios de siglo.
Las calles angostas favorecieron el mantenimiento del clima original del barrio, aunque ahora las casas son negocios de lujo, o fueron recicladas en residencias lujosas. Lo mismo sucedió con Salamanca, un antiguo centro industrial cercano a Battery Point, que fue convertido en centro cultural y artístico, y que año tras año conquista cada vez más las preferencias de los lugareños.
Los galpones fueron convertidos a boutiques de anticuarios, libreros, artesanos y galerías de arte; mientras tanto, los sábados a la mañana la feria de Salamanca se escapa de sus límites para gozar de la fama que la hizo conocida en toda Australia, gracias a la calidad de los productos que allí pueden encontrarse.
El resto de la semana, la movida pasa por el Salamanca Arts Centre, un museo de arte moderno que integra un teatro dentro de sus instalaciones.
Encuentros posibles e imposibles
Sin embargo, a pesar del encanto de las calles de Hobart, ellas mismas permiten adivinar que lo mejor que Tasmania tiene para ofrecer es su naturaleza y los increíbles paisajes, entre los que aparecen de vez en cuando pequeñas poblaciones que parecen vivir todavía como en el tiempo de los pioneros.
A poco de salir de la ciudad ya aparecen los primeros carteles, esas típicas señales de tránsito amarillas pintadas con las siluetas de algunos de los animales que hacen de Australia el lugar más exótico del planeta. Ô Y la advertencia no es en vano, ni meramente turística: en Tasmania, más que en cualquier otra parte de Australia, se ven infinidad de bichos -o fluffies - usando la red vial Su Majestad (y así seguirá siendo, ya que el último referéndum mantuvo a Australia bajo la autoridad de la corona inglesa): woombats, wallabies, equidnas, bendicot s y otros, sin olvidar a los famosos demonios (que se ven prácticamente sólo de noche).
Sin embargo, en los carteles de la isla falta la imagen del lobo marsupial, extinguido a principios de este siglo. Los más optimistas quieren creer que en el centro de Tasmania pueden haber sobrevivido algunos ejemplares, pero cada día que pasa desde que fue avistado el último, en los años 30, se reducen estas posibilidades.
Hoy día, la gran conciencia ecológica que muestran los tasmanos sin duda habría salvado al lobo. Otro encuentro imposible es con los auténticos australianos, los aborígenes, que en esta isla fueron exterminados o desplazados. La población actual es hoy día, esencialmente, descendiente de inmigrantes y convictos.
Fantasmas entre ruinas
En Eaglehawk Neck, Port Arthur, hay un museo de entrada libre. En las afueras, se pueden visitar las curiosidades naturales, como los pavimentos de Tessallated (rocas talladas por el mar como si fueran los adoquines de una calle porteña) o el Blowhole (un pozo en medio de los acantilados por donde estalla el agua del mar comprimida por la presión de las mareas). Todas son de acceso gratuito, sin restricción de horarios.
En Port Arthur mismo hay un museo abierto todos los días, desde las 8.30 hasta las 20.30. La entrada a las ruinas y el museo cuesta 10 dólares por persona y, con ella, se puede participar en las visitas guiadas, ingresar en el museo y realizar un crucero a la vecina Isla de los Muertos, donde está el cementerio de la colonia penitenciaria.
También se puede visitar por la noche durante dos horas (cuesta 6 dólares), con un espectáculo de luz y sonido, en el cual tal vez se tenga bastante suerte como para ver los fantasmas que rondan las ruinas.
Como el demonio de Tasmania es muy difícil de observar en su estado natural, es mejor pasar por el pueblo de Taranna, entre Hobart y Port Arthur, para visitar el Tasmanian Devil Park.
Abre todos los días y se recomienda visitarlo alrededor del mediodía, cuando se da de comer a los demonios, que así interrumpen su reposo diurno. La entrada cuesta 6 dólares, y permite ver también canguros, wallabies , serpientes y muchas plantas autóctonas.
Museos en el confín del mundo
En Hobart, finalmente, hay muchas actividades y museos. Entre los más interesantes se encuentra el Museo de Tasmania, abierto todos los días, de entrada libre.
También se puede visitar libremente la Casa del Parlamento, uno de los más antiguos edificios.
El Museo Marítimo, por su parte, abre diariamente, y cuesta 10 dólares la entrada.
Mandíbulas en la selva
El conocido y ruidoso demonio de Tasmania es uno de los tres únicos marsupiales carnívoros de la isla. La traducción de su nombre en inglés es diablo de Tasmania ( tasmanian devil ), pero se lo conoce como demonio y su nombre científico es Sarcophilus harrisii .
Se lo bautizó con ese nombre por su fuerza y ferocidad, también porque no desdeña alimentarse de animales muertos, pieles o huesos. Sus fuertes mandíbulas le permiten cazar y alimentarse de canguros pequeños y carroñas.
Vive exclusivamente en las selvas de Tasmania y, desde que desapareció el lobo marsupial (también vivía en Tasmania), es el marsupial carnívoro de mayor tamaño. Por su vida noctura es muy difícil avistarlo. La hembra llega a poner hasta 60 huevos de los que no llegan a sobrevivir más de 4 crías cada año. Estas viven en la bolsa marsupial de la madre durante unas 15 semanas. Los más jóvenes están con la madre hasta los 5 meses. El macho llega a pesar 10 kilos y la hembra 6, viven hasta los seis años, como máximo.
Reflejos naturales
El pueblo de Richmond, uno de los lugares que no hay que perderse durante una visita a Tasmania.
A sólo 26 kilómetros de Hobart, esta localidad de menos de 1000 habitantes es una suerte de museo al aire libre.
Richmond fue la primera colonia de campesinos libres en Tasmania, y en sus viejas casas, construidas por los presos, se encuentran hoy galerías de arte y artesanos.
Como en otros pueblos de la isla, hay una cárcel transformada en museo.
Si se va siempre hacia el Este, se llega además a pequeños pueblos costeros donde el tiempo -y la vida- parecen haberse detenido: Bicheno, Swansea, St. Marys, apenas puñados de casas de colores que se pierden entre el azul metálico del mar, y los verdes de las selvas y los pastos de las colinas tasmanas.
Numerosos marsupiales
Cerca de Bicheno, formando como otra península al norte de la Tasmana, Freycinet es hoy un parque nacional donde se puede veranear gracias a las instalaciones de un centro turístico.
Caminando por este parque se pueden encontrar numerosos wallabies y otros marsupiales y monotremas, familias que forman la gran mayoría de los mamíferos australianos.
En el norte de la isla se puede visitar las ciudades de Lauceston, la segunda en importancia de Tasmania; Scottsdale, Stanley o Devonport.
Contrato con la naturaleza
Sin embargo, el sitio más querido por todos los isleños y por todos los mochileros de Australia es el Parque Nacional de Cradle Mountain-Lago Saint-Clair.
En medio de la isla, el macizo es el segundo en altura de Tasmania, con no más de 1560 metros. Sin embargo, la armonía del sitio, traducida en las cumbres de las montañas que se reflejan mansamente en las aguas del lago, se convirtió en la imagen más popular de Tasmania y en el símbolo de su contrato con la naturaleza.
Un contrato que se puede experimentar, como lo hacen muchos jóvenes australianos, atravesando el parque durante los cinco días que hacen falta para completar este trekking sobre caminos muy bien señalizados.
Datos útiles
Cómo llegar
- El pasaje aéreo desde Buenos Aires hasta Hobart, ida y vuelta vía Sydney, por Qantas, cuesta aproximadamente 2000 dólares.
Alojamiento
- Una habitación doble en un hotel de dos estrellas cuesta 40 dólares; 70, en un tres estrellas y 100 en uno de cuatro.
Más información
- Comisión de Turismo Australiana; 4749-3771.
- www.tourism.tas.gov.au
Pierre Dumas
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