
Una región para inspirarse - Provenza
Para comprar pescado en el puerto como Depardieu, sentarse en un café que alguna vez pintó Van Gogh o reposar en una playa idílica, nada como este bello circuito junto al Mediterráneo
3 de abril de 2016

El puerto viejo (y recuperado) de Marsella, la ciudad con 300 días de sol al año - Créditos: Fotos BOUCHES-DU-RHÔNE TOURISME y Corbis
MARSELLA.- Para los locales es lo más normal del mundo, algo de todos los días, como el viento Mistral, que sopla tan seguido por estas costas del sur de Francia y que asegura 300 días despejados. Pero los turistas se revolucionan. El archifamoso actor Gérard Depardieu está comprando pescado en el puerto viejo, en el corazón de la ciudad. Allí, todas las mañanas los pescadores ofrecen lo que les da el Mediterráneo. Depardieu elige un turbot (rodaballo), posa para unas fotos y se vuelve a su yate, que lo espera a pocos metros.
"Por aquí siempre hay famosos, se filman muchas series y películas", cuenta la guía Cathy Crespo mientras recorremos el puerto. Éste es el mejor punto de partida para descubrir la ciudad y también sumergirse en la región de Bouches du Rhône (Bocas del Ródano) en la Provenza francesa, muy cerca de la Costa Azul y con nada que envidiarle a esta zona glamorosa.
Una región dominada por Marsella y el Mediterráneo, pero con sitios a pocos kilómetros como Cassis, Arlés, Saint-Remy y el pequeño Les Baux-de-Provence, entre muchos otros. Una región pintada de lila por los campos de lavanda y adornada por plantaciones de olivo y vid. Con buenas playas para el verano, muchas lagunas, algunas ondulaciones, una buena dosis de historia, otra de arte y gastronomía mediterránea a base de pescados y mariscos para comer sin culpa.
Lo más recomendable es hacer base en Marsella o en Arlés y salir a explorar más allá, por el día, aunque todas las ciudades ofrecen buena infraestructura para dormir.
Marsella, en pleno cambio
La Canebière, una de las calles emblemáticas de Marsella, que en otros tiempos era de paseo obligado, desemboca justo en el puerto antiguo. Rodeado de edificios y palacios construidos entre 1840 y 1880, el puerto se mete como una lengua en la ciudad.
Fue el puerto comercial más importante de la región, con una larga historia. Marsella es la ciudad más antigua de Francia: fue fundada por los griegos hace 2600 años, cuando descubrieron el puerto, el más largo y ancho de la época. Desde hace años, el puerto comercial y el de cruceros se mudaron a la zona norte. El puerto viejo, muy bien adornado por yates de miles de euros, sigue siendo un paseo preferido por turistas y locales, más aún después de las últimas remodelaciones.
Desde hace tres años, cuando Marsella fue declarada Capital Europea de la Cultura 2013 comenzó el gran cambio en esta ciudad, una de las más importantes de Francia, una ciudad de inmigrantes africanos, agitada y complicada. Ahora, aseguran que dejó de ser una ciudad peligrosa, que sólo algunas zonas no son recomendables para las visitantes, que se puede pasear sin problema.
Y esos cambios también incluyeron el puerto, con más zonas peatonales, menos espacio para la circulación de autos y una plazoleta con un gran techo que da sombra. Los marselleses, en su eterna rivalidad con París, siempre hacen saber que ellos tienen 300 días de sol por año asegurados... muchos más, claro, que la capital francesa. Y de aquí, por supuesto, viene La Marsellesa: el himno patrio, que fue cantado por un grupo de voluntarios que marchó de Marsella a París, entonando la canción de guerra, allá por 1792.
También de Marsella es el famoso jabón artesanal, que se fabrica con aceite de oliva desde el siglo XVII y es uno de los mejores souvenirs para llevar de regalo. Ahora quedan apenas dos jabonerías antiguas, pero llegó a haber 90 y el jabón estuvo a punto de obtener la denominación de origen.
Además del puerto se sumó el Mucem, un museo de las civilizaciones de Europa y el Mediterráneo, y la nueva área de paseo preferida de locales y turistas, una especie de cubo de encaje de hormigón que se llama J4 y tiene buenas vistas panorámicas, construido por el arquitecto Rudy Riccioti, un francés fan del hormigón. Más allá de la colección lo impactante es la construcción, que se interna en el mar. Está unida por una pasarela al Fuerte San Juan, un monumento del siglo XVI, que fue restaurado.
A pasos del puerto está Le Panier, el barrio histórico de la ciudad, que desde hace 30 años está en restauración. Es una zona de calles estrechas, con escaleras y mucho desnivel, para recorrer sin apuro. Tuvo sus años de mala fama y ahora fue conquistado por artesanos, ceramistas y artistas, aunque sigue siendo un barrio popular.
Seguramente en un recorrido se visitará un taller de santons, las imágenes de santos que se utilizan en el pesebre navideño y son tradicionales de la ciudad. En el barrio hay varios talleres que modelan estas pequeñas figuras de manera artesanal y a la vista.
Lejos de la zona histórica, otro de los sitios que no falta en un city tour que se precie es la visita a Nuestra Señora de la Guardia, la basílica que está en los alto de una colina y que es el mejor punto panorámico de la ciudad. Para llegar se atraviesa el paseo costero de La Corniche, de cinco kilómetros.
La Virgen de la Guardia, protectora de la ciudad, es conocida por los exvotos de los fieles, que la decoran de arriba abajo.
Playas y vinos en Cassis
A Cassis, apenas a 35 kilómetros de Marsella, se llega por buenas razones: conocer de muy cerquita el Parque Nacional de las Calanques, disfrutar de las playas íntimas alrededor de las rocas y d el placer de caminar por las calles de un pequeño pueblo provenzal, cuidado hasta el detalle, con plantas en cada puerta, paredes color pastel y la infaltable ropa colgada de las ventanas.
Las Calanques están formadas por enormes piedras calcáreas que se internan en el Mediterráneo y dan origen a pequeñas calas. Las piedras de esos enormes acantilados, que ahora se preservan, sirvieron para construir desde el canal de Suez hasta medio Cassis.
En la zona había más de 60 canteras, hasta que se dieron cuenta de que iban a desaparecer y dijeron basta. Ahora las Calanques son el paraíso de los escaladores, con más de 100 rutas marcadas, y también un buen destino para hacer trekking en verano hacia las playas que se forman, chiquitas, inigualables.
Además de las caminatas, que llegan a demandar horas, se puede conocer las Calanques en paseos náuticos que salen del puerto de Cassis (también desde el de Marsella). Cuando la temperatura sube demasiado, suelen cerrar los caminos por el riesgo de incendio, por lo que conviene averiguar antes si se lo elige como destino de trekking.

Cassis, con los pies en la arena - Créditos: Fotos BOUCHES-DU-RHÔNE TOURISME y Corbis
Durante el verano, este pueblo Mediterráneo se colma de turistas y locales (muchos marselleses tienen casa de veraneo) y se hace difícil caminar por sus angostas calles. Alrededor del pequeño puerto, repleto de yates y barcos de pescadores, se concentra la vida turística del pueblo. Hay comercios y buenos restaurantes con especialidad en pescados y mariscos. Los miércoles y viernes por la mañana se organiza una feria, con productos gastronómicos típicos de la zona y también artesanías, carteras e indumentaria, en este caso made in Italy.
Cassis es conocido por sus viñedos, que se pueden visitar, especialmente de vinos blancos con denominación de origen controlada. Hay más de 200 hectáreas de viñas muy cerca del mar, que producen un millón de botellas al año. Las cepas insignia son marsanne, clairette, ugni y pascal, entre otras y el 80% de la producción es de vino blanco.
Van Gogh, en Arlés
Arlés es diferente al resto de las ciudades provenzales. Por momentos muy romana, muy histórica, por otros con aires españoles, con tradiciones ibéricas bien arraigadas. Pero siempre es un lugar de inspiración, ligado al arte, de una luz y unos colores especiales, e inseparable de Van Gogh, que pintó más de 200 obras, y dejó su recuerdo.
Como si fuera poco, es una ciudad riquísima en vestigios romanos. Fue importante dentro del imperio: era una colonia de derecho romano. Así, en pleno centro histórico, uno se topa con el teatro romano, que mandó a construir Augusto, primer emperador en el siglo I a. C. para honrar a Julio César, que había edificado la ciudad unos años antes. Fue uno de los primeros teatros de piedra del mundo. Luego la Iglesia lo prohibió por considerarlo pagano y lo usó para otras obras religiosas y para viviendas. Estuvo años sepultado bajo una ciudad medieval de callejones y palacetes hasta que se encontraron sus ruinas y dos columnas que se mantienen en pie, en el siglo XIX. Ahora, nuevamente integrado a la ciudad, con las ruinas a la vista, se ofrecen allí espectáculos al aire libre y puede recibir hasta 10.000 personas.
Pero lo que realmente impresiona en Arlés es el anfiteatro, también en pleno centro, que fue reconstruido y que recuerda al Coliseo romano. Las Arenas, a diferencia del teatro, es de estructura circular y fue construido en el siglo I de esta era. Lugar de las sangrientas luchas de gladiadores y fieras, corrió la misma suerte que el teatro: en el interior fue creciendo una miniciudad amurallada con más de 200 casas. Hacia el 1800 se restauró y reinauguró con juegos taurinos tradicionales de Arlés (en los que no se mata al animal), que se mantienen hasta la actualidad, y se realizan entre Semana Santa y octubre. Dos veces al año se hacen las corridas españolas tradicionales para celebrar la cosecha de arroz. En esos días, los restaurantes ofrecen paella y rabo de toro y por las calles se escuchan pasadobles y se baila sevillana.

Arlés, histórica y encantadora - Créditos: Fotos BOUCHES-DU-RHÔNE TOURISME y Corbis
Para los que quieren seguir las huellas imperiales, el antiguo circuito romano de esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad y a orillas del Ródano, sigue por las Termas de Constantino, los Criptopórticos y Alyscamps, una necrópolis muchas veces pintada por Van Gogh.
Allí también hay un mercado provenzal que se organiza todos los sábados a la mañana a lo largo de la antigua muralla, y que tiene todos los sabores del Mediterráneo en cantidades desproporcionadas. Son cuadras y cuadras con puestos que venden quesos de todo tipo, aceitunas, aceites, especias inagotables, pescados, platos típicos ya elaborados para comer al paso y hasta ropa italiana y souvenirs. La variedad y color de la feria, una de las más grandes de la zona, hacen que valga la pena organizar la visita un sábado para no perdérsela.
Mucho más cerca en el tiempo, Vincent Van Gogh también es parte de la historia de la ciudad y se pueden seguir sus pinceladas en un circuito autoguiado que muestra una réplica del cuadro al lado del sitio donde se pintó. Por ejemplo, en la Plaza del Foro está el Café Van Gogh, tal y como lo pintó en el famoso cuadro Café la Nuit, de 1888. Muchos otros rincones de la ciudad y los alrededores se reconocen en su obra, como La casa amarilla y El puente Langlois. El pintor holandés vivió poco más de un año en Arlés, adonde llegó atraído por la luz y el cielo despejado, sin la polución de París, en tiempos de la industria del carbón. Aquí fue donde se cortó la oreja. Según cuentan, el viento Mistral lo volvía loco y no lo quiso escuchar más.
El tour de Van Gogh sigue en Saint Rémy de Provence, a 25 kilómetros de Arlés. El artista estuvo internado en el hospital Saint Paul de Mausole, después de cortarse la oreja. En lo que fue un antiguo monasterio del siglo XII, funcionaba el psiquiátrico. Ahora se puede visitar una réplica de la habitación donde se alojó el pintor, con vista a los campos de lavanda que tanto lo inspiraron. También se recorre su obra por medio de réplicas y hay numerosos recuerdos de su estada en la región.
Saint Rémy también tiene un centro histórico y laberíntico para recorrer y respirar el aire provenzal tan inspirador.
Datos útiles
Cómo llegar
Air France vuela a diario a Marsella, con conexión en París. Tarifas en promoción desde US$ 1221 para compras hasta el 13 de abril. www.airfrance.com.ar
Marsella
Alojamiento. New Hotel of Marseille, un cuatro estrellas remodelado que es casi como una galería de arte. Está a pocas cuadras del puerto viejo. La habitación doble, desde 170 dólares.
Paseos. El city pass, con acceso a museos, transporte en la ciudad y barco para ir a la isla y el castillo de If cuesta por un día 24 euros. Por dos, 31 y por tres, 39 euros.
El pasaje de ómnibus y metro cuesta 1,70 euro.
Gastronomía. Una de las comidas típicas de Marsella y alrededores es la bouillabaisse, una sopa con variedad de pescados. Las buenas cuestan desde 30 euros por persona.
Cassis
Cómo llegar. Desde Marsella son 35 kilómetros. En tren se demora 25 minutos y el pasaje cuesta 7 euros.
Gastronomía. Alrededor del puerto hay un restaurante al lado del otro, con buenas propuestas de pescado y mariscos. Por ejemplo, en La Vieille ofrecen menús de 24 y 32 euros con entrada, plato y postre.
Navegación por las Calanques. Desde el puerto de Cassis, el paseo de 45 minutos cuesta 16 euros.
Arlés
Cómo llegar. Arlés está a 90 km de Marssella. Se puede llegar en tren, desde 15 euros.
Alojamiento. El hotel Jules César, de cinco estrellas, es un viejo convento de carmelitas del siglo XVII, que conserva elementos originales. Hace tres años fue renovado por Christian Lacroix. Tarifas desde 200 dólares la habitación doble.
Paseos. Se puede sacar la entrada combinada para el teatro romano y el anfiteatro, que cuesta 11 euros.
Visita a St Paul, en St. Rémy, 4,70 euros.
Desde Arlés el ómnibus 54 llega a St. Rémy por 2,40 euros.
Más información
www.visitprovence.com
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