La travesía invita al disfrute de una combinación especial: un paisaje único, de bosque y mar, y la sensación de recorrerlo al galope. Las cabalgatas son la actividad más requerida por los turistas que buscan el contacto con la naturaleza.
En la calle Paraíso y Tero está el punto de encuentro de los veraneantes que eligen montar a caballo, preferentemente después de un día de playa, cuando el sol empieza a esconderse. Como María y Raúl, dos porteños que por primera vez se subieron a un equino. "A mí dame el más manso; si tenés uno de calesita, mejor", le pide Raúl a Maíto, uno de los dueños del lugar, y que hace 30 años desarrolla esta actividad.
Pese a los pedidos el caballo no resulta tan manso y apenas se siente montado, se para en dos patas. "¡Tranquilo, amigo, que el caballo percibe los nervios y así es peor!", le recomiendan.
Las calles de tierra marcan un recorrido único, en un paisaje tupido de verde y con casas muy bonitas. El trayecto tiene un desenlace muy esperado: el arribo a la playa y el mar. "Creo que es el sueño de cualquiera poder cabalgar por la playa y disfrutar de la naturaleza. Si uno no lo hace acá, cuando está de vacaciones y tranquilo, ¿cuándo lo va a hacer?", asegura María.
El viento, embravecido, agita las olas y levanta la arena. El recorrido continúa, pese a todo. Falta poco, muy poco, para que el sol se esconda y la llegada de la noche sume más emoción. "Las cabalgatas nocturnas son muy entretenidas, porque permiten ver el paisaje desde otra óptica ", cuenta uno de los guías. Y, asegura, los días nublados tienen más trabajo que los puestos donde se alquilan cuatriciclos. "Porque muchos de los que veranean aquí tienen su cuatriciclos, pero no un caballo. Y también es mucho más barato", agrega.
Es cierto: la noche entrega otras sensaciones. Con un andar suave -los caballos son muy mansos, en realidad, y tienen entrenado el recorrido- atraviesan esa suerte de túneles que se forman con las copas de los árboles añosos. Y con una brisa fresca como aliada incondicional de este lugar.
La cabalgata llega a su fin. Los caballos buscan su bunker casi de memoria. "Es hora de bajar, espero que la hayan pasado muy lindo", dice Maíto, y recibe el visto bueno de los veraneantes.
Romántica
"Esta es una experiencia bárbara y si se quiere, romántica. Salir a cabalgar por la playa una noche fresca de verano con tu novio es espectacular. Siempre que venimos a Cariló hacemos este recorrido, porque no es lo mismo aquí que en otros lugares de la costa", cuenta Analía, que vive en la zona norte del conurbano.Buenos Aires, viernes 19 de enero de 2007