

USHUAIA.- Si todavía le queda tiempo y ganas después de practicar esquí nórdico, alpino, snowboard, patinaje sobre hielo o aventurarse con las motos de nieve o los trineos tirados por perros, no desaproveche esta sugerencia: súbase al Tren del Fin del Mundo, un paseo casi tan difícil de olvidar como una tarde de sol en las pistas.
Casi legendario por su historia, este ferrocarril diminuto pero confortable, que en sus inicios funcionó sobre rieles de madera y los vagones eran arrastrados por enormes bueyes, fue utilizado para la construcción del antiguo penal militar de la isla. Más adelante, cuando el tendido alcanzó los 25 kilómetros, el trencito transportaba la madera para calefaccionar el antiguo pueblo y para la construcción de muebles.
En tren de renovación
Ahora, en cambio, el Tren del Fin del Mundo, que pertenece al Ferrocarril Austral Fueguino, es un moderno tren panorámico; una alternativa turística que gracias a su recorrido de unas dos horas, al internarse en el bellísimo Parque Nacional de Tierra del Fuego, permite a los pasajeros disfrutar de un maravilloso paisaje.
Atravesando los turbales del parque, el trencito parte con sus tres vagones desde la estación cabecera, después que la antigua campana que perteneció al ferrocarril británico Great Southern le da salida.
Un guarda que oficia de guía irá explicando las alternativas del paseo, que el viajero advertirá desde las ventanas del convoy. Después de cruzar el Puente Quemado sobre el río Pipo, el convoy avanza hasta su primera parada, conocida como Campamento del río Ajej. Allí se detendrá para que el público pueda recorrer la réplica de lo que históricamente fue una toldería de los indios yámanas. El sitio recrea con varios toldos las viviendas, y con tallas en madera a una familia típica cuyos integrantes se encuentran ataviados con las pieles de animales salvajes que los aborígenes utilizaron en su época.
Mientras el tren serpentea por la ladera de la cadena boscosa de los montes Martiales, Susana y el Cañadón del Toro, se hace realidad la visión de parte de la fauna típica de este parque cuya extensión es de 630.000 hectáreas. La segunda parada del recorrido es en la cascada de La Macarena, a la que se accede por una explanada de troncos de madera.
Durante el viaje, el paisaje muta de una vista panorámica a otra, lo que hace inolvidable este viaje con el Tren del Fin del Mundo; pequeña joya ferroviaria que traquetea nada menos que en el Parque Nacional más austral del planeta, único de nuestro país con costa marítima.
Otros sitios recreativos para conocer son el lago Roca, la Laguna Negra, el Museo Marítimo de Ushuaia, Bahía Ensenada, el Museo del Fin del Mundo, la Estación de Piscicultura Río Olivia y la Cárcel de Reincidentes (antiguo presidio) con su propio museo.
Carlos Manuel Couto
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