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Vacaciones en casa, el antiviaje




Para oficializar un fenómeno emergente, nunca viene mal incorporarlo al diccionario (o a Wikipedia). En este caso, el Collegiate Dictionary de Merriam-Webster, peso pesado norteamericano que acaba de sumar a sus páginas el término staycation (stay, quedarse , más vacation) , nombre que desde hace no mucho se le da en el mundo anglohablante a aquellas vacaciones que se pasan en casa, sin viajar a ningún lado. Otras flamantes entradas en el Merriam-Webster son reggaeton (el género musical) y locavore (o locávoro, dícese de aquel que ingiere sólo alimentos elaborados en el lugar donde vive; palabra del año en 2007, según el New Oxford Dictionary ; pero ése es otro tema).
Esto del staycation , cuenta la leyenda, habría nacido en 2005 en un programa de televisión canadiense. Pero se volvió muy popular sólo a partir de 2007 y hasta el año último, cuando la crisis financiera global obligó a un número récord de norteamericanos e ingleses a suspender cualquier proyecto de hacer las valijas.
Los turistas del Primer Mundo estaban tan impresionados con el efecto de la recesión que tuvieron que ponerle un nombre al asunto. Pero en la Argentina la verdad es que la modalidad de vacaciones sin ir a ningún lado no es nada nuevo, ni mucho menos una excentricidad. Santa Terracita es toda una institución con múltiples crisis encima.
Ahora mismo muchísimos porteños descansan en su barrio, en abierta contradicción con aquel lugar común estival que denuncia que no hay nadie en Buenos Aires . No por nada el gobierno porteño inauguró sendos simuladores de playa en el Parque de los Niños y en el Parque Roca, donde los staycationers pueden poner los pies en la arena y hasta jugar al beach voley. Y, como para terminar de sentirse como un forastero en la ciudad de siempre, pueden incluso alternar días de balneario con noches en el circuito de los bares favoritos de los expatriados, como La Cigale (Centro), Jobs (Barrio Norte) y Gibraltar (San Telmo).
Si bien es cierto que muchos son staycationers porque no tienen otra opción, algunos más se confiesan fans del verano porteño. "Soy un experimentadísimo soportador de eneros y febreros en Buenos Aires -explica Gonzalo Santos, docente, de Villa Crespo-. Siempre los aprovecho para actividades que durante el año no me permito encarar porque la ciudad es un verdadero caos. Por ejemplo, ir al cine, que además del placer de ver una película me da la excusa ideal para estar en un lugar con aire acondicionado que no sea el laburo."
Fernando Fratantoni, trabajador de la televisión y experimentado veraneante en Recoleta, enumera: "Un buen verano en Buenos Aires debe tener: 1) una heladera con muchos imanes de delivery (mejor aún si permiten pagar con tarjeta de crédito); 2) aire acondicionado (de 3000 frigorías para arriba); 3) comida y bebidas energizantes (cerveza y vino blanco); 4) DVD (si lee archivos avi, de la computadora, mejor); 5) una buena conexión a Internet. Con eso estoy tranquilo. Nada de sudar por las calles, lo primero es el dolce far niente indoors ".
El verano sin playa (real) es también un gran reactivador de las relaciones humanas. Por ejemplo, es un momento propicio para estrechar vínculos con aquellos viejos amigos a los que no se ve con la frecuencia debida... y que tienen o alquilan casa con pileta. Pero si no se cuenta con nadie en esa categoría, entonces buenas son las piletas en los hoteles céntricos, que por supuesto cumplen la doble función de refrescar y hacernos sentir un poco de paso por la ciudad, en justa combinación con otros lugares debidamente refrigerados, desde el mencionado cine hasta el shopping más cercano. La imaginación es el único límite.
Con eso debería alcanzar para una supervivencia digna. Y si no, bastará con ver por televisión, en fechas estratégicas, las largas colas de autos a paso de hombre por la ruta 2, y ahí sí, sentir el alivio de estar sentado en el confort del hogar sin viajar, pero también sin sufrir estrés ni gastar de más. La crisis de unos es la staycation soñada de otros.

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por Redacción OHLALÁ!

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