

VALDIVIA, Chile.- Los chilenos llaman selva valdiviana a cualquier espacio verde de la Región de los Lagos, en la Patagonia trasandina. Y hay selva valdiviana por todas partes. A uno y otro lado de la RN 5, un tupido bosque templado húmedo amenaza con arañar con sus raíces los estrictos códigos de cemento de la urbanidad.
La selva asoma en cada rincón, dispuesta a pasar por encima de cuanto se le interponga. Con esa antesala, el turista espera descubrir en Valdivia una especie de Laos sudamericana. Error. La ciudad de Valdivia, capital de la provincia homónima del sur de Chile, es un centro costero colonial que contrasta con el ambiente boscoso que la rodea.
A pesar de su notorio tinte urbano, Valdivia acusa las virtudes y defectos de toda ciudad del interior. Los valdivianos ceden el paso a los peatones, son confiados, menos ágiles y más estresados que sus compatriotas de Santiago. Pasando por alto su visible pica con la vecina Puerto Montt, podría decirse que son cálidos, honestos y serviciales.
En el contexto chileno, no se trata de una ciudad más. Las estadísticas dicen que es la más segura y también la más lluviosa de Chile: con diez meses acuosos cada año, durante el verano, sus habitantes extrañan la poesía de los días nublados. Sede de tres universidades, además del Centro de Estudios Científicos del Sur, en la calle se respira un ambiente juvenil, sobre todo en invierno.
La política, el periodismo y el deporte han dejado bien parado a este antiguo bastión del Pacífico. En 1950, el malogrado presidente Salvador Allende fue senador por la Región X. Camilo Henríquez, el fundador del primer diario chileno, La Aurora, era valdiviano. En 1966 fue sede del Mundial de basquet y en 2001, del campeonato sudamericano del mismo deporte.
Cerca de Bariloche
A dos horas de Puerto Montt, y a cuatro horas y pico de Bariloche o San Martín de los Andes, Valdivia impacta como la ciudad de los ríos. Su copiosa red fluvial lo atestigua: Valdivia, Cruces, Angachilla, Tornagaleones, Naguilán y el Calle-Calle, aguas dulces estas últimas, que se remontan hasta nuestro lago Lácar. A primera vista podría decirse que los valdivianos no han desperdiciado lo que la naturaleza les dejó en la puerta de su casa. Sus primeros astilleros datan de 1770; el Asenav tuvo fama de ser uno de los mejores del mundo. Casi como una consecuencia, la carrera de Construcción Naval es una de las especialidades más reconocidas de la Universidad Austral de Chile, en Valdivia. Otras dos actividades también corroboran su idiosincrasia acuática: el remo, el deporte por antonomasia en estos lares (el río Valdivia es uno de los cauces favoritos de los remeros más experimentados), y la copiosa producción pesquera de lisa, pejerrey, merluza y congrio, que proviene de Valdivia y se comercializa en todo Santiago.
Playas y color local
Las mejores playas están algo alejadas del centro, en San Ignacio, Curiñanco, Niebla y San Carlos. En invierno, el paseo puede comenzar por el puerto. A orillas del río Valdivia, junto a los lobos marinos que asoman su nariz durante todo el año, parten varias embarcaciones de paseo que zarpan hacia isla Huapi y Corral (a las 13.30; adultos US$ 24, chicos US$ 14, con almuerzo). Sobre el muelle hay coloridos puestos de salmón (US$ 2,70 kg), corvina, congrio, róbalo, merluza, almejas, mejillón, lenguado, erizos y caracoles frescos.
Es muy codiciado el fiure (puro yodo y con fama de fuerte erotizante a US$ 1,10 el kilo) y abundan los mariscos secos (fiure, cholgas, algas, luche). No faltan los yuyos: pata de vaca para los diabéticos, chilote (ajo picante y gigante), paico para empachos y cólicos, San Juan para el estrés, higos y frambuesas, y por supuesto ají merken y cilantro, los condimentos preferidos de la zona.
Frente al puerto está el Mercado Municipal, un salón techado donde se alternan músicos que tocan en vivo con puestos que venden pulóveres y artesanías mapuches. En la planta alta, varias cantinas ofrecen platos típicos como el pulmai (cazuela de mariscos) y chancho en piedra (una salsa criolla chilena para acompañar cordero asado). A la vuelta, Libertad es la peatonal que une la Plaza de la República con el paseo fluvial. Las arboledas de la plaza principal anidan una glorieta con una curiosa cúpula de estilo mudéjar y son el marco de numerosos espectáculos, que llenan la noche con música en vivo.
Vale la pena recorrer la avenida Arturo Prat, con las residencias más aristocráticas de la ciudad a lo largo de 2 km sobre la costa. El puente Cruces une el casco metropolitano con la isla Teja y el balneario Niebla. La isla Teja, de 15 km y rodeada por los ríos Cruces y Cau Cau (Mar de la Nostalgia), albergó en 1776 la Fábrica Real de Tejas y Ladrillos.
Valdivia es provinciana y tiene su propio ritmo. Mientras el resto de los chilenos les pelean a los noruegos el primer puesto en la producción mundial de salmón, los fines de semana los valdivianos sacan músculo haciendo remo y los pololos se hacen arrumacos en el Jardín Botánico de la isla Teja.
Además, en Valdivia pasan muchas cosas: concursos hípicos, campamentos musicales en el Fuerte Niebla, campeonatos de aeromodelismo, esquí acuático, pesca, paracaidismo, abiertos de golf, Fiesta de la Cerveza, exposiciones de culturas étnicas, recitales, conciertos de jazz, folklore, zarzuela y mucho más. A fines de febrero, se celebra la Noche Valdiviana sobre la avenida Costanera y, en el Parque Saval, de la isla Teja, la Semana de la Chilenidad congrega jinetes y juegos campestres para chicos y grandes.
Expertos en superar dificultades, el mal tiempo no cambia sus planes. La historia les enseñó a combatirlo con buena cara. Y obtuvieron buenos resultados.
Por Mónica Martin
Para LA NACION
Para LA NACION
España y Alemania, a la sombra de la historia
Entre la colonización y los negocios, los mapuches y la cerveza
Durante los paseos en lancha rumbo al Santuario de la Naturaleza, uno de los lugares más atractivos de la zona, los guías cuentan con orgullo la historia local.
Los mapuches llamaban Calle-Calle (río florido) al río Valdivia, que supo ser el asiento de la tribu mapuche ainil. La región era un gran coto de caza de los mapuches-huilliche (gente del Sur), tenía una laguna en el centro y era un gran lavadero de oro.
Los españoles llegaron para plantar su bandera, en 1552, detrás de Pedro de Valdivia. La convivencia con los mapuches no fue un lecho de rosas. En 1591, los nativos se sublevaron, subieron a los españoles a sus naves y les dieron el adiós.
Al mismo tiempo, durante tres siglos, la ciudad fue muy apetecida por quienes la veían como un punto estratégico en la ruta del Pacífico. Tanto, que la llamaban la Gibraltar americana.
Intento holandés
Treinta y cinco embarcaciones piratas se abastecieron en Valdivia para seguir con sus tropelías y, en 1643, la escuadra holandesa intentó conquistarla.
Los españoles debieron construir 17 fortalezas para salvarla de la codicia con cañones de 1,8 toneladas, que escupían balas al rojo vivo sobre la bahía de Corral. Pero, al cabo, nadie más se animó a franquear esas aguas.
El intento local de colonizar el sur de Chile con inmigrantes alemanes ya era una idea fija desde la época de Bernardo O´Higgins, si no anterior. En 1850 llegaron los primeros burgueses alemanes encabezados por un boticario, un cervecero, un azucarero y un fabricante de calzado.
Con ellos surgieron las primeras organizaciones gremiales en Chile. De hecho, Anwandter & Nuss fue la primera cervecería del país. Llegó a producir seis mil litros diarios y solía decirse que no salían de Valdivia y alrededores.
Con los ojos puestos en el turismo argentino
Un slogan promocional del país reza Chile, un país de milagros. El mentor de la frase debió pensar en Valdivia al inventarla. La ciudad sobrevivió a ocho incendios y otras catástrofes varias.
El de 1575 fue el primero de una serie de siete terremotos. La mayor de sus desgracias naturales fue el terremoto de 1960, que hundió dos metros los terrenos de la ciudad, aumentando el cauce del río Cruces.
La fuerza de la naturaleza creó allí una reserva de flora, el Santuario de la Naturaleza, nido de más de cien especies, entre patos y bandurrias, donde reinan más de seis mil cisnes de cuello negro. Estas aves llegaron desde Aluminé, en la Argentina.
En realidad, después del terremoto muchos chilenos emprendieron el camino inverso. Las fábricas se mudaron a Osorno, Concepción y Temuco y, a falta de trabajo, la ciudad se despobló. Hasta entonces, la actividad era febril: cervecerías, refinerías de azúcar, mueblerías, astilleros, fabricación de calzado, molinos a los cuatro vientos. Sin embargo, los valdivianos se recuperaron.
Hoy, la ciudad vive de la pesca, la construcción naval y la industria forestal. Y pone sus ojos en los argentinos, porque sabe que el turismo es la nueva industria sin humo que podría acrecentar su esplendor.
Datos útiles
Cómo llegar
El pasaje de ida y vuelta en avión hasta Valdivia cuesta US$ 295, con los impuestos incluidos.
Alojamiento
Hotel Naguilán (Gral. Lagos 1927; 63-2128519), con habitaciones dobles, modernas y confortables desde US$ 60. Airesbuenos es un hostel de calidad para la juventud, en una casona alemana, fundado por un argentino que recibe compatriotas y extranjeros con buena onda, tertulias nocturnas y ambiente nostálgico (Gral Lagos 1036; 63-206304; habitación doble, US$ 29).
Dónde comprar
Artesanías mapuches en el Mercado Central. La avenida Ramón Picarte tiene la mayor concentración comercial. En el centro se está construyendo un shopping. Alterfluss es una fábrica de chocolate artesanal con bombones de chocolate belga y sabores increíbles: ajo, ron, pimienta, bergamota, té, y más de 70 variedades (O´ Higgins 438).
Dónde comer
Comidas, tortas y exquisiteces alemanas en Entrelagos (Pérez Rosales 640); platos chilenos en los locales del Mercado Municipal y en los restaurantes de la calle Caupolicán al 300). Todos los boliches cierran los domingos.
Qué visitar
La Cervecería Kunstamann (km 5 Valdivia-Niebla) sirve bocados germánicos. El Museo Histórico y Antropológico Mauricio Van de Maele exhibe objetos de las culturas huilliche, española y alemana (Los Laureles s/n; 63-212872).
El Museo del Sitio Fuerte de Niebla, en la isla Teja, conserva parte de un castillo (martes a domingo, 10 a 17.30; adultos US$ 1,20; menores, 0,60). Castillo de Corral, sobre la bahía homónima, es escenario de una representación que revive el combate de 1820, en que los realistas capitularon y Valdivia se anexó a Chile.
Más información
Consulado de Chile. San Martín 439, piso 9; 4394-6582.
En Internet
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
